domingo, 4 de diciembre de 2011

AL CALOR DEL HOGAR

El que habita al abrigo del Altísimo morara bajo la sombra del Omnipotente (Salmos 91:1).

Gina caminaba por las frías calles de Londres. Su cuerpo estaba expuesto a la nieve, que caía abundantemente. Aunque la cubría un grueso abrigo de pieles, su corazón latía débilmente, presa de su propia frialdad. ¿Cómo podía hacer para sentirse diferente? En su casa había una buena estufa, donde con toda seguridad encontraría el calor que necesitaba, pero, ¿dónde encontrar el calor capaz de quitarle el frío que sentía en su alma? Miles de personas se suman a la gran muchedumbre que perece bajo el frío despiadado de un corazón endurecido. Aparentemente tienen todo lo que han deseado durante sus vidas, pero se sienten como tumbas de piedra.
Gina se encontró de repente frente a una iglesia. Sin darse cuenta, sus pies la habían llevado hasta aquel lugar. El templo estaba abierto. El sonido de villancicos, los niños disfrazados de pastores y de reyes magos, los rostros alegres y sonrientes, todo la invitaba a entrar. Se sentó en un lugar asignado por una persona muy amable, que la saludó con cariño. Tras presenciar las escenas que representaban aquellos niños risueños, el pastor subió a la plataforma llevando consigo una vela. Entonces se paró al lado de una inmensa cruz que se elevaba a un costado del escenario y exclamó: «¡Esto es la Navidad!».
De pronto el corazón de Ciña comenzó a latir como nunca. El calor que había perdido hacía tanto tiempo parecía regresar a su pecho. Nunca antes había entendido lo que realmente significaba la Navidad. Incluso consideraba las fiestas navideñas como una hipocresía social. Pero ahora, frente a la cruz, percibió la humildad, la ternura y el amor de un Dios que se había despojado de sus mejores vestiduras para compartir las penurias de un mundo frío, oscuro y despiadado. Esa noche, cuando regresó a su hogar, sintió por primera vez en muchos años el calor que le proporcionaba habitar bajo la sombra del Dios omnipotente.
¿Te estás cobijando tú bajo la sombra del Altísimo? ¿Resguardas tu vida a la lumbre de su amor? Esta Navidad puede ser un buen pretexto para que Cristo te cubra con su manto.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

GUERRAS

Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino. Mateo 24:6,7.

Al iniciarse el siglo XX, muchos pensadores, filósofos y sociólogos creyeron que estaban ingresando en un siglo de paz y seguridad. Hasta los más pesimistas se convencieron de que comenzaba una era de progreso, en la que las máquinas reemplazarían al hombre en su trabajo y este podría dedicarse a ampliar su conocimiento y a convertirse en un ¡súper hombre!
Sin embargo, muy pronto la sociedad fue despertada de su sueño y estalló la Primera Guerra Mundial. Millones de personas murieron, tanto soldados como civiles, lo que demostró al mundo que una profecía bíblica tenía más poder que los pronósticos de los genios. Aun así, esta guerra fue considerada como "un saldo del siglo pasado", pues el "animal" evolucionado, según Darwin, debía dar lugar al hombre que supiera vivir en paz con sus semejantes.
Pero esos rasgos "animales" no fueron quitados, y antes de ingresar en la cuarta década del siglo XX estalló la Segunda Guerra Mundial. Doce millones de hombres, mujeres, ancianos y niños murieron en los campos de concentración y unos 38 millones de soldados perdieron la vida por defender los ideales políticos de sus países. Ya nadie se animaba a augurar una década de paz mundial, porque el acto que puso fin a la guerra marcó el comienzo de una era sin precedentes: la era atómica.
El inicio del siglo XXI no fue más promisorio que el del anterior, porque el 11 de septiembre de 2001, las Torres Gemelas de Nueva York fueron destruidas, y el Pentágono de Washington fue atacado por grupos terroristas que le hicieron saber al mundo que no hay un país seguro. En marzo de 2003, con Estados Unidos a la cabeza, se inició la invasión de Irak, y con la tecnología vigente, era posible ver por televisión el impacto de los misiles, el bombardeo aéreo y la toma de las diferentes ciudades del país petrolero.
Antes que terminara la invasión de Irak, Estados Unidos mostró una lista de países que estaban en su mira bélica: Irán, Siria, Corea del Norte y China. "Y oiréis de guerras y rumores de guerras" había dicho Jesús, pero "aún no es el fin".
Al ver el cumplimiento de estas profecías, renueva tus votos de entrega y sumisión a Dios.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

SI DESPOJAS, SERÁS DESPOJADO

Por cuanto tú has despojado a muchas naciones, todos los otros pueblos te despojarán, a causa de la sangre de los hombres, y de los robos de la tierra, de las ciudades y de todos los que habitan en ellas. Habacuc 2:8.

La retribución es una ley natural de la vida: "Siembra vientos, y cosecharás tempestades", han repetido las personas desde los tiempos antiguos. Y no existe verdad más concreta. Si realizas actos de bondad, ciertamente las personas te retribuirán de la misma forma. Pero, en los tiempos del profeta Habacuc, la nación caldea era el icono mismo de la perversidad. La perversidad es la intensificación de la maldad. ¿Puede haber mayor maldad que despojar al que fue derrotado? ¿Hacer leña del árbol caído?
El mensaje de hoy es un mensaje de advertencia en contra del abuso de la superioridad. No importa en qué nivel te encuentres ni cuál sea tu posición, siempre existen personas más débiles que tú. Respétalas; no abuses de tus fuerzas o de las condiciones favorables en las que te encuentras.
Los caldeos eran sanguinarios. No se conformaban con derrotar a sus enemigos sino que avanzaban como fieras hambrientas sobre sus víctimas indefensas y abusaban de ellas. Esa actitud, más tarde o más temprano, les traería consecuencias catastróficas. El profeta Habacuc profetizó que la hora de los caldeos había llegado y ellos sorberían el cáliz amargo que hicieron beber a otros.
Haz de este un día de justicia. A lo largo de tu camino, vas a encontrar gente que no puede luchar con tus armas: respétalas, sé humano y compasivo. Las personas golpeadas por la vida ya están sufriendo las consecuencias de sus decisiones equivocadas; el peso de la culpa las atormenta. ¿Para qué hacerlas sufrir más? ¿Para qué echarles en cara que no prestaron oídos a los consejos que les diste un día?
Es fácil reírse del que sufre, del herido, del que no tiene más fuerzas. Pero, se necesita de mucho valor para perdonar, para extender la mano al que un día te hirió. Sin embargo, Dios está dispuesto a darte fuerzas para esto: en la medida en que cultives el compañerismo diario con Jesús, su carácter se reflejará en tu vida, y serás capaz de ayudar al caído.
No olvides el mensaje de Habacuc a los caldeos: "Por cuanto tú has despojado a muchas naciones, todos los otros pueblos te despojarán, a causa de la sangre de los hombres, y de los robos de la tierra, de las ciudades y de todos los que habitan en ellas".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón