martes, 20 de marzo de 2012

SIN MIEDO A CAER

«Desde Aroer, a orillas del arroyo Arnón, con la ciudad que está en medio del valle y toda la llanura de Medeba, hasta Dibón» (Josué 13:9).

La tierra de Canaán era conocida como la «Tierra Prometida». Se la conocía así porque Dios y Moisés habían prometido una parte de ella a cada israelita. Según Josué 13: 8, 9, por la tierra que se le dio a tres de las tribus de Israel pasaba el arroyo de Arnón. Este arroyo estaba en medio de dos grandes peñascos. Si estuvieras en el arroyo y miraras hacia arriba, verías dos inmensas paredes de piedra frente a frente. El Gran Cañón del río Arkansas, en Estados Unidos, es similar, y tiene más de 300 metros de altura en su punto más alto. En la cima de los dos peñascos se construyó un puente para poder pasar de un lado al otro. Da miedo asomarse desde el borde del puente.
A veces la vida puede asustarnos más que la vista desde este puente. Pero Jesús sabe cómo cuidarnos. Si confiamos en él y le pedimos que nos ayude, él nos ayudará a vencer el miedo y nos llevará a salvo hacia el otro lado.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

MODALES Y PRÁCTICAS

Corona de los viejos son los nietos y honra de los hijos son sus padres (Proverbios 17:6).

Los abuelos ocupan un importante lugar en la vida de sus nietos. Son como «libros vivientes» que les trasmiten experiencias y les inculcan valores. Son excelentes transmisores de la herencia religiosa. Tenerlos cerca constituye una gran bendición para los niños. Aunque los abuelos pueden contribuir a que los niños aprendan normas de comportamiento cristiano, les corresponde también a los padres enseñar a sus hijos a ser amantes y preocupados por los mayores.
Saludos. La familia debe adoptar la práctica de saludarse y despedirse cuando entren o salgan de casa. Los padres deberían dar un beso a cada hijo al salir por la mañana, así como al llegar del trabajo. Al irse a dormir deben dar un beso a los niños como una especie de bendición. Es importante que los niños aprendan a expresar a sus padres y abuelos el cariño que encierra un saludo.
Dar gracias. Es importante enseñar a los pequeños a dar las gracias por los alimentos. Disfrutar de comida en la mesa es una auténtica bendición y la vida puede cambiar profundamente al sentir esa gratitud. Antes de la comida puede ser beneficioso apagar la televisión. Asimismo los niños deben acostumbrarse a tomar sus alimentos en unión a los adultos, con el fin de fortalecer los vínculos familiares. Los chicos que se acostumbran a comer frente al televisor tienen grandes posibilidades de crecer distanciados de sus padres. Deberían también aprender a dar gracias por sus padres y por sus abuelos.
Cumpleaños. Es conveniente que la familia se reúna para agradecer por los cuidados y bendiciones recibidos durante cada año transcurrido. Por lo general se enfatizan los cumpleaños de los menores, pero los niños pueden aprender también a celebrar y apreciar los cumpleaños de sus padres y abuelos.
Desprendimiento. Los más chicos aprenderán a ser generosos a través del ejemplo de sus mayores. Es recomendable que aprendan a regalar ropa, comida y juguetes. Sobre todo que aprendan a hacerles obsequios a sus abuelos. La actitud que tengamos hacia nuestros padres será probablemente la que tengan nuestros hijos hacia nosotros cuando seamos mayores.
En la vida lo importante no es tener mucho conocimiento, sino saber aplicarlo oportunamente. Y como dice el dicho: «En la juventud aprendemos, en la vejez entendemos »

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Blanca Dalia de Góngora.

UN PASEO QUE TERMINÓ MAL

No se dejen engañar: «Las malas compañías corrompen las buenas costumbres». 1 Corintios 15:33, NVI.

¡Quién puede prever las consecuencias de un solo paso en falso! Esta es la historia de una jovencita que decidió matar el aburrimiento dando un paseo por las calles de la ciudad. Al parecer, no era la primera vez que lo hacía. Pero ese día las cosas no salieron como ella esperaba. Mientras inocentemente recorría la ciudad, el hijo del gobernante local la vio y se sintió tan atraído por ella, que la sedujo y finalmente la violó.
Este solo hecho, en sí mismo, ya era una tragedia. Que una jovencita sea violada ya es muy lamentable. Pero el asunto no terminó ahí. Cuando sus hermanos se enteraron de lo sucedido, la sangre comenzó a correr. El violador murió y con él, mucha gente de la ciudad también fue asesinada.
¿Ya sabes de quién estamos hablando? De Dina, la hija de Jacob y Lea. Puedes hallar la historia completa en Génesis 34.
¿Y se puede saber qué hacía Dina, sola, en una ciudad donde la gente no temía a Dios? Es cierto que ella no salió a buscar problemas, pero también es cierto que cuando nos relacionamos con quienes no temen a Dios, puede pasar cualquier cosa porque, sin darnos cuenta, invertimos nuestra escala de valores. Dios dice que huyamos de la tentación, pero nosotros, en lugar de rehuirle, invitamos a la tentación. Bien lo expresa Elena G. de White: «El que busca su placer entre los que no temen a Dios, se coloca en el terreno de Satanás, y provoca sus tentaciones» (Patriarcas y profetas, p. 182).
Por supuesto, tampoco caigamos en el error de aislarnos de todo contacto con el mundo. De hecho, es algo imposible. Dios tampoco quiere que lo hagamos. Pero no nos expongamos innecesariamente al peligro. No le compliquemos el trabajo a nuestro ángel guardián.
¿Qué lugares visitas en tus ratos libres? Los amigos con quienes te asocias, ¿son respetuosos de Dios? No quiero ser aguafiestas, pero es mi deber alertarte del peligro que corres cuando te aventuras en territorio enemigo.
Por cierto, ¿qué fue de Dina después de esa amarga experiencia? ¿Se casó? ¿Quedó traumatizada? Solo Dios lo sabe, porque la Biblia no se refiere más a ella.
Dame sabiduría Señor, para no exponerme a situaciones que luego puedo lamentar.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

NO HAGA TEATRO

«Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día» (2 Corintios 4:16).

¿Se ha preguntado alguna vez de dónde procede la palabra «hipócrita»? Viene de una palabra griega que significa «actor». Un actor es una persona que se hace pasar por alguien que no es. Ahora usamos la palabra para referirnos a una persona que dice creer o vivir de una manera, pero que esconde lo que realmente es.
Por desgracia, a veces esta palabra se pronuncia en relación con miembros de iglesia. Hay quienes acusan a otros de ser hipócritas. ¿Quiere decir que hay hipócritas en la iglesia? Sin duda alguna. Hay hipócritas en todas partes.
La primera persona a la que engaña un hipócrita es él mismo. Aunque piense que está engañando a los demás, con toda seguridad, se engaña a sí mismo. Adopta una doble personalidad y acaba creyéndosela. Un hipócrita pertinaz no se puede salvar por la sencilla razón de que jamás admitirá que es hipócrita. Los fariseos que vivían en tiempo de Jesús son un ejemplo perfecto de qué es ser hipócrita. Cuando la gente los veía pensaba que eran santos; pero Jesús conocía sus corazones.
Los fariseos tenían un corazón tan corrompido que Jesús los comparó con sepulcros. «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia» (Mat. 23:27). Una de las razones por las que odiaban tanto a Jesús era que solo se preocupaban por la apariencia externa de las personas, mientras que Jesús quería que vieran realmente cómo estaba su corazón.
Cuando trabajo en el huerto me ensucio las manos. Al entrar en casa, me las lavo con agua y jabón. Aunque cada día tomo una ducha para mantener limpio el cuerpo, el jabón no elimina el orgullo, el egoísmo, la amargura y el resentimiento del corazón. Ocultar la suciedad de las manos es difícil; en cambio, ser hipócrita e impedir que los demás sepan cómo está el corazón es demasiado fácil. Por eso cada día tengo que orar: «Purifícame con hisopo y seré limpio; lávame y seré más blanco que la nieve» (Sal. 51: 7). Basado en Maceo 7:1-5

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill