miércoles, 11 de abril de 2012

UN DELICIOSO TRABAJO DURO


«También hizo cadenas en forma de collar, y las puso en lo alto de las columnas; además modeló den granadas, que puso en las cadenas» (2 Crónicas 3: 16).

Nuestra aventura de hoy se desarrolla en Jerusalén, frente al edificio más hermoso que he visto en mi vida: el templo de Salomón. ¡Qué hermosa decoración! Es simplemente asombroso. Salomón mandó a colocar cadenas en la parte de arriba de las columnas y colgó granadas decorativas en ellas. ¡Qué deliciosas son las granadas! Son tan dulces y jugosas.
Las granadas crecen en un árbol y tienen una cascara gruesa y áspera. A mí me encanta partirlas en dos y sacarles las pequeñas semillas. Las semillas de las granadas están cubiertas de una pulpa dulce y jugosa. Me gusta poner las semillas en mi boca y sacarles toda la pulpa. Es todo un trabajo, ¡pero sabe delicioso!
Muchas cosas en la vida también requieren de trabajo. Quizá en el futuro quieras ser un maestro, un constructor o un doctor. Necesitarás años de trabajo duro para lograrlo. Pero cuando le pedimos a Dios que nos ayude a trabajar duro para lograr las cosas que él quiere que hagamos, todo el trabajo duro dará como resultado cosas deliciosas que disfrutaremos para siempre. Así seremos como las semillas de la granada «dulces y jugosas».

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

MI GRAN SANADOR


Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre.  Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios.  Él es quien perdona todas tus maldades, el que sana todas tus dolencias.  (Salmo 10.3:1-3).

Hace aproximadamente un año comencé a sentir molestias en la palma de la mano derecha. Al principio no le di mucha importancia, porque creí que se trataba de una torcedura y que pronto se me aliviaría. Sin embargo, con el paso del tiempo fui sintiendo cada vez más dolor, por lo que decidí darme un masaje con un ungüento, por si se trataba de la inflamación de un tendón. Para mi sorpresa noté que tenía una pequeña bolita que iba creciendo. Al manejar me molestaba bastante, así que decidí ir al médico.
Conforme se acercaba la fecha oré a Dios, diciendo: «Señor, tal vez me van a sacar este bulto y sabes que si me operan no voy a poder manejar, no voy a poder visitar a los enfermos, y tú sabes lo importante que es para mí llevarles una palabra de consuelo. Me pongo en tus manos». El día de la cita, el médico comenzó a leer mi historial y me pidió que extendiera la mano para examinarla. Luego afirmó: «No hay nada». Sorprendida, me toqué la mano, pero ya no estaba el bulto. Había desaparecido, aunque todavía sentía una molestia. El médico sonrió y me dijo: «Sí, te creo, y es muy probable que se haya disuelto; pero podría reaparecer en cualquier momento».
Ya han transcurrido nueve meses y el pequeño bulto no ha reaparecido. Yo creo firmemente que no volverá a salir, porque confío en la Palabra de Dios y en sus promesas. Sé que él sana todas nuestras dolencias, no solamente las físicas, sino también las emocionales.
¡Bendice, alma mía, a Jehová y no olvides que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre! ¡Alabado sea su santo nombre!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por María Félix Denneny

LA FAMA DE LAS SUEGRAS


Rut contestó: Haré todo lo que me has dicho. Rut 3:5.

¿Sabes tú por qué las suegras tienen tan mala fama? Todavía no he escuchado un chiste que deje mal parados a los suegros, pero sobre las suegras hay tantos que se podría publicar una colección comparable a la Enciclopedia Británica.
Lo cierto es que algún día tendrás tu suegra (si es que aún no la tienes) y comprobarás que, después de todo, no son tal como las pintan (espero no tener que tragarme estas palabras). Acaso no haya nada mejor para demostrarlo que la hermosa amistad que Rut, la moabita, desarrolló con Noemí, su suegra. Eran diferentes en edad, cultura y religión; sin embargo, ¿qué respondió Rut cuando Noemí insistió en que se quedara en Moab y se casara de nuevo? «Iré a donde tú vayas, y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios» (Rut 1:16).
Rut no conocía al pueblo de su suegra. ¿Por qué entonces estaba dispuesta a pertenecer a ese pueblo? Toda su vida Rut había adorado a otros dioses, ¿por qué estaba dispuesta a adorar al Dios verdadero?
El caso es que juntas regresan a Belén. Ahí Dios guía los acontecimientos para que Rut consiga trabajo precisamente en el campo de un hombre bien acomodado y soltero de nombre Booz. Este caballero le permite recoger espigas, y también la trata con mucha amabilidad. Rut le cuenta a Noemí, su suegra, lo que está pasando, y esta rápidamente «huele» lo que se está cocinando. Entonces diseña un plan de acción para reunir a la pareja (ver Rut 3:1-4). ¿Y qué hace Rut? ¿Le dice a la suegra que no se meta en lo que no le interesa? No. Rut hizo todo lo que su suegra le dijo. Y el plan funcionó a la perfección. Rut y Booz se enamoraron, se casaron, y «fueron felices para siempre».
La experiencia de Rut nos enseña que es posible mantener la mejor de las relaciones con nuestros familiares políticos, entre los que se encuentra la suegra. Y cuando este es el caso, todos ganamos.
Pídele a Dios que te ayude a cultivar la mejor de las relaciones con tu suegra (y con tu suegro). A Rut le sirvió para conseguir trabajo, para conseguir esposo y para conocer a Dios. ¡Qué más se puede pedir!

Padre celestial, ayúdame a aceptar y amar a los familiares de mi (futuro) cónyuge.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

ECHE SU ANSIEDAD SOBRE JESÚS


«Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros» (1 Pedro 5:7).

Durante la travesía, los sacudió una fuerte tempestad. Cristo pudo haberla evitado para que los discípulos tuvieran un viaje agradable, pero era necesario que aprendieran una lección de confianza. En ese momento lo ignoraban, pero esa tormenta era para su propio bien. Cristo quería enseñarles que sus seguidores no se librarán de las tormentas del camino. Del mismo modo, la iglesia se verá sacudida por vientos de doctrinas. Solo tras nuestra llegada al cielo disfrutaremos de una calma perpetua. Esta tierra siempre estará sumida en la agitación y el caos.
Después de haber predicado durante varios días a una gran multitud, Jesús estaba cansado. Imagine la energía que necesitaría para predicar de manera que cinco mil personas pudieran oírlo. En lugar de dejar que descansara, la gente se agolpaba a su alrededor pidiéndole que sanara sus enfermedades. Ahora, en aquella frágil embarcación de pesca,
Jesús había encontrado un rincón tranquilo, recostó la cabeza y se durmió.  Esta es la única vez en que se nos dice que Jesús durmió. Sabemos que tenía que dormir, pero él dijo de sí mismo que no tenía dónde recostar la cabeza. Se durmió, no como Jonás, dormido en medio de una tempestad porque se escondía, sino con el sueño de la santa serenidad y la dependencia de su Padre. Se durmió para mostrar que, real y verdaderamente, era un hombre y que estaba sujeto a las flaquezas del cuerpo humano. El esfuerzo lo había agotado y estaba somnoliento. Ningún sentimiento de culpa ni temor podía turbar su reposo. Una frase célebre reza: «La buena conciencia sirve de almohada».
Jesús pudo dormir completamente relajado porque confiaba en su Padre; no así aquel anciano, temeroso ante su primer viaje en avión. Sus amigos, deseosos de saber cómo le había ido, le preguntaron si le había gustado. «Bueno», comentó el caballero, «no fue tan mal como había pensado; pero tengo que decir que en ningún momento dejé caer todo mi peso sobre el asiento».
Cuando confíe en Jesús usted podrá «dejar caer todo su peso» en los brazos del Señor. Recordemos la invitación bíblica: «Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros» (1 Ped. 5:7). Basado en Mateo 8: 23-27

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill