jueves, 31 de enero de 2013

SETENTA VECES SIETE

Lugar: Michigan, EE. UU.
Palabra de Dios: Mateo 18:21,22.

“Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: "-Señor, ¿cuántas veces deberé perdonar a mi hermano, si me hace algo malo? ¿Hasta siete?
"Jesús le contestó:
"-No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete".
¿Puedes imaginarte llevando la cuenta de cuántas veces has perdonado a alguien? Probablemente, te llevaría mucho, mucho tiempo llegar a setenta veces siete. Pero, Jesús no estaba diciendo que deberíamos llevar la cuenta. Lo que estaba queriendo decir es que debemos perdonar libremente, sin límite.
Investigaciones recientes muestran que es buena idea seguir el consejo de Jesús. Greg fue una de las personas que se ofreció para el estudio. Él se quedó muy quieto mientras los ayudantes del laboratorio lo conectaban a una cantidad de máquinas. Ellos le explicaron que estarían monitoreando su ritmo cardíaco, su presión sanguínea y la tensión de sus músculos. "Todo lo que tienes que hacer es quedarte allí acostado, y pensar en algo malo que alguien te hizo", le dijeron los científicos.
Era algo fácil de hacer. Greg pensó inmediatamente en algo que su hermana le había hecho. Oh, tan solo el recordarlo lo hizo enojar mucho. No podía creer que ella se hubiese atrevido a tratarlo de esa manera.
Greg no se daba cuenta de lo que estaba pasando en su interior, pero las máquinas registraron cómo respondió su organismo: le subió la presión sanguínea, aumentó el ritmo de su corazón y sus músculos se pusieron tensos. Los investigadores repitieron la misma prueba en una cantidad de voluntarios, todos con resultados similares. Estar dispuestos a perdonar o no estarlo parece afectar nuestro cuerpo.
No guardes rencor hacia quienes te han hecho mal. Acepta el consejo de Jesús, y perdona libremente.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

¡AMOR ETERNO!

Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero. 1 Juan 4:19

La mayoría de las madres sabemos que el amor que sentimos por nuestros hijos supera a los errores que cometan, sin importar cuántas veces nos defrauden. Los amamos, aun cuando experimentamos sentimientos y emociones no muy gratas hacia ellos en esas ocasiones en que nos desobedecen o desafían nuestra autoridad.
Detrás de una maternidad con desafíos siempre está el amor incondicional que sentimos por ellos. Independientemente de cómo se porten, estamos orgullosas de ser sus madres, y frente a la evidencia de una mala acción, siempre intentaremos buscar un justificante o algo que los exima de las consecuencias. Pero también sabemos que, aunque no necesitan hacer nada para ganar nuestro afecto, nos sentimos complacidas cuando nos expresan su amor en cosas simples, pero que para nosotras son de gran significado.
Cuando comparo mi amor de madre con la relación amorosa que Dios desea tener conmigo, puedo entender con más claridad su amor incondicional. Él me ama a pesar de mis desaciertos, de mi desamor y de que constantemente ignoro sus mandatos. Si bien es cierto que nada podemos hacer para granjearnos el amor de Dios, también es verdad que él se alegra cuando ve que sus hijos le rinden honor y le expresan gratitud. En el Sagrado Libro podemos leer lo siguiente: «El Señor aborrece las ofrendas de los malvados, pero se complace en la oración de los justos» (Prov. 15:8).
Te invito, amiga, a que en este día des gracias al Padre celestial, pues su amor infinito e inmutable nos alcanza dondequiera que estemos, y como estemos. Puedes sentir alivio al recordar que «nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero» (1 Juan 4:19).
El amor de Dios es tan resistente que soporta el peso de nuestros errores. Es tan puro que limpia el pecado más negro. Es tan dulce que convierte las amarguras en alegría. Es tan profundo que toca lo más recóndito del ser. Es tan abundante que satisface todas las necesidades humanas. Es tan ardiente que ni el más vil de los pecadores lo puede apagar. Es tan sustentador que nunca deja de proveer energía espiritual. Es tan fecundo que genera vida. Es tan bondadoso que nos permite amar aun a quienes nos hacen mal. Es tan sencillo que inclusive los niños lo pueden sentir. ¡Refugiémonos en él!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

ES MÁS TARDE QUE NUNCA

Hagan todo esto estando conscientes del tiempo en que vivimos. Ya es hora de que despierten del sueño, pues nuestra salvación está ahora más cerca que cuando inicialmente creímos. La noche está muy avanzada y ya se acerca el día. Por eso, dejemos a un lado las obras de la oscuridad y pongámonos la armadura de la luz (Romanos 13:11,12).

Un niño tenía en su dormitorio uno de esos relojes viejos que fallan más que aciertan. Una mañana comenzó a sonar y no paró sino hasta que dio catorce sonoras campanadas. Aterrorizado, el niño corrió al dormitorio de sus padres, gritando: «¡Mamá, papá, despierten, es más tarde que nunca!». Esa es la hora que da el reloj de la profecía. En realidad, es más tarde que nunca. Como aconseja el apóstol Pablo en Romanos 13:11-12, ya es hora de despertar de nuestro sueño y prepararnos para la venida de Cristo.
Antes del 26 de abril de 1986, pocas personas en Occidente habían oído hablar de Chernóbil. Esa mañana una explosión voló el techo del reactor número cuatro de la planta nuclear local. En menos de tres segundos, una detonación arrojó al aire gases radiactivos que alcanzaron hasta ochocientos metros de altura. Las emisiones de radiación de la explosión pronto recorrieron todo el norte de Europa, como también la Unión Soviética, llegando hasta los Estados Unidos. El terrible accidente nuclear mató a treinta personas y muchas más sufrieron daños por la radiación. Se contaminaron centenares de kilómetros cuadrados alrededor del lugar y los peligros médicos y medioambientales que provocó la explosión pueden prolongarse por quién sabe cuánto tiempo.
Ese horroroso accidente hizo que el mundo despertara a la realidad de la amenaza de la «espada de Damocles» nuclear que pende sobre nosotros. Como resultado, muchos corazones literalmente desmayan por el terror, temerosos de las cosas que le sucederán al mundo (Luc. 21:26). Ciertamente las señales de los tiempos en los postes indicadores del cielo demuestran que casi llegamos al destino.
La intensidad sin precedentes del aumento de las señales tradicionales del retorno de Jesucristo que aparecen en Mateo 24, conducen a muchos a pensar que no pasará mucho tiempo antes de que la nubecita del tamaño de la mitad de la palma de una mano anuncie el gran día del regreso de Jesús.
Es tiempo, pues, de despertarnos del sueño. La hora está avanzada. Pronto amanecerá el día. Urge desechar las obras de oscuridad y vestirnos con la armadura de la luz. ¿Ya te preparaste? Este puede ser el año del regreso del Señor.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

LA MENSAJERA PROFÉTICA ORA

Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero. Éxodo 33:11.

[Oración ofrecida por Elena G. de White en el congreso de la Asociación General de 1903.]

Nuestro Padre celestial, venimos a ti esta mañana tal como somos, necesitados y totalmente dependientes de ti. Ayúdanos a tener un conocimiento claro de lo que debemos ser, y del carácter que debemos formar para poder estar preparados para unirnos con la familia celestial en la ciudad de nuestro Dios...
Oh, mi Padre, ¿cómo podemos proclamar tu bondad y tu misericordia y tu amor, a menos que los atesoremos en nuestros propios corazones y los revelemos en nuestra propia experiencia? Tú sabes cómo has presentado este asunto a tu sierva...
Aquí están tus ministros, cuya labor es la de proclamar la verdad de la Biblia, le pido que ellos puedan tener una clara comprensión de las responsabilidades que reposan sobre ellos como guardianes y pastores de tu rebaño... Permíteles entender su propia debilidad, y que la santificación del Espíritu llegue a ellos...
Aquí se encuentran los que llevan responsabilidades en nuestras instituciones. .. No han dado un buen ejemplo al mundo en sus negocios. No advirtieron que otros estaban analizándolos, para ver si estaban santificados por la verdad.
¡Oh, perdona nuestras transgresiones y perdona nuestros pecados! Muéstranos en qué hemos fallado. Permite que tu Espíritu Santo descienda sobre nosotros. El mundo está pereciendo en el pecado, y te pedimos que nos hagas conscientes de nuestra responsabilidad en esta reunión...
Tú has abierto ante mí estas cosas, y solo tú puedes preparar las mentes y los corazones para escuchar el mensaje de que, a menos que los que han dejado su primer amor vuelvan a reconocer la obra que debe efectuarse en sus corazones individuales, tú vendrás pronto y quitarás el candelera de este lugar...
Debemos ser reconvertidos, santificados y hechos idóneos para llevar el mensaje del Señor...
Mi Padre, rompe las barreras; que se hagan confesiones, de corazón a corazón, de hermano a hermano. Que el Espíritu de Dios entre; y tu bendito nombre tendrá toda la gloria. Amén. — General Conference Bulletin, 2 de abril de 1903.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White