viernes, 12 de abril de 2013

TESORO INESTIMABLE

Lugar: Suiza
Palabra de Dios: Mateo 13:45,46

Jesús relató la parábola de una perla preciosa de inestimable valor.  El dijo: "También se parece el reino de los cielos a un comerciante que andaba buscando perlas finas. Cuando encontró una de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró". No sabemos qué tipo de perla encontró el comerciante, pero debió haber sido muy rara.
En noviembre de 1999, un comprador europeo anónimo compró un collar de perlas en Ginebra, Suiza. El collar consistía en una sola vuelta de 41 perlas grandes, con un broche compuesto por un grupo de diamantes. Supuestamente, María Antonieta, reina de Francia a fines del siglo XVIII, usó esta exquisita pieza de joyería.
Hoy, el valor de las perlas depende de varios factores, incluyendo forma, el tamaño y el color. Aparentemente, este collar de perlas era muy valioso, porque el comprador pagó el precio más alto que alguna vez se haya pagado por pieza de este tipo. ¿Cuánto pagó? ¿Cientos de dólares? ¿Miles de dólares? ¿Cientos de miles de dólares?
El precio fue de 1.476.345 dólares. Casi un millón y medio de dólares, por un collar con 41 perlas. Eso es mucho dinero; pero, muestra cuan valiosas pueden ser las perlas. Quizás esa fue la razón por la cual Jesús eligió comparar el Reino de Dios con un comerciante que encuentra una perla de gran precio y entrega todo lo que tiene para poder comprarla.
Pero, la parábola es solo una comparación. El Reino celestial vale mucho más que la perla más preciosa de este mundo; es algo que todo el dinero del mundo no puede comprar. Y, sin embargo, Dios nos ha dado, a ti y a mí, el privilegio de formar parte de su Reino.
Esas son noticias emocionantes. Y, cuando nos damos cuenta de cuán valioso es formar parte del Reino de Dios, otras cosas se vuelven menos importantes, y así Jesús será siempre el número uno en nuestras vidas.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

DEVOLVER BIEN POR MAL

La salvación de los justos viene del Señor; él es su fortaleza en tiempos de angustia. El Señor los ayuda y los libra; los libra de los malvados y los salva, porque en él ponen su confianza. Salmo 37:39-40.

Mucha gente vive bajo la consigna de «el que me la hace, me la paga», o bajo esta otra tan popular: «Ojo por ojo, diente por diente». Devolver mal por mal a alguien que te ha hecho daño es una tendencia natural en los seres humanos. Pensamos que el orgullo herido exige venganza, un rechazo merece desprecio, un daño necesita ser compensado. Pero aunque sea una tendencia natural humana, ¿es posible pensar y vivir de manera diferente? ¡Por supuesto que sí! No solo es posible, sino que la Biblia nos llama a hacerlo y nos da también las claves para que aprendamos a confiar en el Señor y a dejar en sus manos la tarea de hacer justicia.
Es natural que cuando alguien nos daña vengan a nosotros pensamientos malos y emociones negativas, y que nuestro orgullo herido pida una restitución inmediata. Por otro lado, generar pensamientos y emociones positivas es un derecho y un privilegio que adquirimos cuando Dios nos dio el libre albedrío. Nadie ni nada puede hacernos pensar mal si no se lo permitimos.
La mejor salvaguarda para nuestra mente es sujetar nuestra voluntad a la voluntad de Dios y ejercer dominio propio sobre nuestras tendencias al mal. El salmista dice: «Mientras esté ante gente malvada vigilaré mi conducta, me abstendré de pecar con la lengua, me pondré mordaza en la boca» (Sal. 39:1).
El simple hecho de desear la venganza, aun sin llevarla a cabo, causa un daño tremendo a nuestra sensibilidad. Cuando pensamos que nos han tratado injustamente se endurece nuestro corazón y nos envuelve en una mortaja de amargura y resentimiento que enferma el cuerpo y el espíritu.
Jesús, que estuvo expuesto a la vileza de la traición, nunca abrió su boca para proferir una amenaza. Enfrentó los peores maltratos con una palabra de bendición. Su último suspiro antes de morir estuvo acompañado de perdón: «Padre —dijo Jesús—, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Luc. 23:34).
Este día pon frente a Dios la lista de las personas que te han hecho daño, y pide que los bendiga. Ten por seguro que, al hacerlo, tú serás la principal beneficiada.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

¿QUÉ ESPERA DIOS DE TI?

Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios (Miqueas 6:8).

¿Te has preguntado qué es lo que Dios pide de ti? Es posible que a veces te sientas abrumado al escuchar todo lo que supuestamente espera Dios de ti. En la iglesia nos dicen que debemos ser buenos, atentos, respetuosos y buenos hijos; además, hay que leer la Biblia, orar, testificar, dar ofrendas y obedecer a nuestros padres; por si fuera poco, hay que cumplir las tareas escolares, ser aseados, no meternos en problemas y tener una conducta ejemplar ante nuestros amigos. Es verdad, no parece sencillo para todos.
Una de las grandes verdades del evangelio es que Dios nos acepta como somos. Él sabe que nos resulta más fácil portarnos mal que portarnos bien, y entiende nuestras inclinaciones. Aun así, está dispuesto a cooperar con nosotros e integrarnos a su misión. Dios está dispuesto a hacerse cargo de nuestras debilidades e irlas transformando paulatinamente.
Las palabras del profeta Miqueas, del versículo de esta mañana, representan toda una filosofía de vida. Dios espera que practiques la justicia, que seas misericordioso y que tengas una actitud respetuosa hacia él. ¡Así de sencillo! Todo esto hay que aplicarlo en los diversos ámbitos de tu vida, como por ejemplo, en la práctica de tu deporte favorito. A la hora de jugar al fútbol, practica la justicia, no hagas trampa; también sé misericordioso con tu compañero que se equivocó y falló el tiro de penalti, o con el portero cuyo error costó la derrota; y claro, nunca olvides que Dios está atento a tu conducta dentro del terreno de juego, por eso hay que ser respetuoso con su presencia y no caer en vulgaridades.
Es muy importante que aprendamos a integrar a Dios en cada una de nuestras actividades. Su presencia es sumamente agradable y nada complicada. Pero eso es algo que tú debes aprender por ti mismo.
Mucha gente carece de una ideología de vida para dar un rumbo a su existencia. Pero tú posees el beneficio de una filosofía de vida que no tienes que inventar, sino aceptar. En sus enseñanzas y en su ejemplo, Cristo nos dio una filosofía que garantiza la paz, el gozo, la prosperidad y la felicidad. Acepta esa filosofía hoy. Como dice nuestro texto de hoy, Dios ya ha declarado qué es lo bueno: ser justo, humilde y misericordioso.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

UN MAESTRO DE JUSTICIA

Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Juan 8:31,32.

Jesús dice: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mat. 11:29). Jesús fue el Maestro más singular que el mundo jamás conociera. Presentaba la verdad mediante declaraciones claras y convincentes, y las ilustraciones que utilizaba eran de un carácter puro y elevado...
En su Sermón del Monte, Cristo dio la interpretación verdadera de las Escrituras del Antiguo Testamento, explicando la verdad que había sido pervertida por los gobernantes, los escribas y los fariseos. ¡Qué significado tan amplio le confiere a la ley de Dios! El mismo había proclamado la ley cuando las estrellas de la mañana cantaban juntas y todos los hijos de Dios clamaban de gozo. Cristo mismo era el fundamento de todo el sistema judío, el fin de los tipos, los símbolos y los sacrificios. Envuelto en el pilar de nubes, él mismo había dado indicaciones específicas a Moisés para la nación judía, y él era el único que podía dispersar la multitud de errores que se habían acumulado acerca de la verdad por medio de máximas y tradiciones humanas...
Él elevó la verdad, para que como una luz iluminara la oscuridad moral del mundo. Rescató cada gema de la verdad de la basura de las tradiciones y máximas humanas, y exaltó la verdad hasta el trono de Dios de donde había provenido... La orientación de su vida se encontraba en un contraste tan marcado con la de los escribas y fariseos y los maestros religiosos de aquel día, que estos quedaron manifiestos como sepulcros blanqueados, fingidores hipócritas a la religión, que buscaban exaltarse a sí mismos por una profesión de santidad, mientras que por dentro estaban llenos de pasiones y toda inmundicia. No podían tolerar la verdadera santidad, el celo genuino por Dios, que era el rasgo distintivo del carácter de Cristo; porque la verdadera religión proyectaba un reflejo sobre su espíritu y prácticas... En el corazón de Jesús no había odio por nada excepto el pecado. Podrían haberlo recibido como el Mesías si hubiera manifestado simplemente su poder para hacer milagros y se hubiera abstenido de denunciar el pecado, de condenar sus pasiones corruptas y de pronunciar la maldición de Dios sobre su idolatría; pero debido a que él no permitía el mal, aunque sanara a los enfermos, abriría los ojos de los ciegos y resucitara a los muertos, no tenían otra cosa sino crueles abusos, celo, envidia, maquinaciones y odio para el divino Maestro.- Review and Herald, 6 de agosto 1895; parcialmente en Exaltad a Jesús, p. 175.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White