viernes, 20 de julio de 2012

HOJAS VIVAS


«Todos nosotros somos como un hombre impuro; todas nuestras buenas obras son como un trapo sucio; todos hemos caído como hojas marchitas, y nuestros crímenes nos arrastran como el viento» (Isaías 64:6).

Mientras estás leyendo nuestra aventura de hoy, algunos estarán en la mitad del verano. Y otros estarán en la mitad del invierno. Depende del lado de la tierra en el que vivan. Hoy, sin embargo, quiero hablar del otoño. El otoño es mi época del año favorita.
El versículo de hoy habla de lo que les ocurre a las hojas en otoño. Se marchitan. Lo malo del versículo de hoy es que dice que todos somos como hojas marchitas. Dice que el pecado tiene control sobre nosotros. ¿Qué podemos hacer?
Lo único que podemos hacer es entregarnos a Jesús. Él es el gran doctor de los árboles. Él puede «reverdecen» nuestro corazón y convertir nuestra vida marchita en una vida que sea de bendición para los demás. Él puede evitar que seamos arrastrados por el pecado. Pídele a Jesús que entre una vez más en tu corazón o quizá que entre por primera vez. Él te convertirá en un árbol verde y hermoso que lo honre durante todo el año.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

MANANTIAL DE VIDA


El temor de Jehová es manantial de vida que aparta de los lazos de la muerte (Proverbios 14:27).

Cómo se podrá escapar de aquello que puede tener un final de muerte? ¿Cómo podremos reconocer que la senda por la que transitamos no es la correcta?
La protagonista de nuestro relato aprendió desde muy pequeña a hacer siempre la voluntad del Señor. Las heridas que en un momento parecieron desviar su rumbo han sido cicatrizadas por ese mismo Dios al que entregó su vida a temprana edad. El Maestro le enseñó a curar heridas, a olvidar y a perdonarse a sí misma y a los demás.
De pequeña fue testigo del dolor y del sufrimiento de su madre, quien recibía el continuo rechazo y los insultos de un hombre al que se había unido, pero que la maltrataba mediante palabras y acciones. Al cabo de los años su mamá decidió terminar aquella relación. Él se marchó lejos, sin embargo cada cierto tiempo regresaba a casa buscando aceptación. Ellas lo recibían por pocos días, manteniendo con él una relación distante. La entonces niña me dijo: «A partir de aquella separación mi mamá tuvo algo de sosiego. Ya no tenía motivos para llorar a diario. Sus noches eran tranquilas y tanto su vida como la mía estaban inmersas en las cosas de Dios, porque las dos compartíamos la fe de adventista».
Hoy aquella jovencita es una mujer casada, con hijos y entregada a la predicación del evangelio. Olvidó todo el dolor y la amargura del pasado, e incluso tuvo el privilegio de ministrar al esposo de su madre en sus últimos días. Este ya no era el hombre cruel, burlón y ebrio de antaño, sino un individuo transformado por el amor de Dios. A ella le tocó, en unión a su madre, participar en el sepelio de aquel hombre que con el paso de los años se había convertido en un individuo solitario. Alguien que a pesar de no tener familia propia contó en sus últimos días con la compañía de su esposa y de su hijastra. Dos mujeres que, aunque sufrieron mucho por las acciones de él, pudieron ser ejemplos del amor verdadero y perdonador de Dios ¡No importa cuán lejos de Dios alguien haya llegado, lo importante es que regrese! 

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Ana Lucia de Borthomier

LA VIDA ES…


Me mostrarás el camino de la vida. Hay gran alegría en tu presencia; hay dicha eterna junto a ti. Salmo 16:11.

No importa qué edad tenga, todo ser humano sueña alguna vez con convertirse en un héroe, una heroína. Niños, jóvenes, adultos: todos acariciamos el ideal de ser héroes algún día. ¿Por qué es así?
Un escritor llamado William Kilpatrick opina que detrás del deseo de cada ser humano de convertirse en héroe hay un deseo mayor: el de ver su vida como una historia, un relato, en pleno desarrollo (Why Johnny can´t tell right from wrong [Por qué Juancito no puede distinguir el bien del mal], p. 191). Una historia con un inicio, una trama y un desenlace. Algo así como un viaje, una aventura, en la que nos vemos a nosotros mismos avanzando hacia un final feliz.
Lo que este escritor dice tiene sentido. ¿Quién imagina su vida en términos matemáticos? Nadie. La imaginamos como una historia de la que somos dueños y que es muy especial por al menos dos razones. Usemos como ejemplo tu historia.
En primer lugar, tu historia es especial porque eres, a la vez, el autor y también el protagonista. Como autor, te corresponde a ti escribir en cada capítulo lo que otros leerán de ti. Y también te corresponde decidir el papel que desempeñarás como personaje central del relato: ¿Serás héroe o villano?
En segundo lugar, la historia de tu vida es especial porque, por muy disparatada y a veces enredada que parezca, tiene sentido. No es una colección de episodios producto del azar. No. Allí nada sucede por casualidad. Hay leyes, hay orden, hay propósito. Siembras bondad, cosechas bondad. Siembras maldad, cosechas maldad. Causa y efecto. Nada es casual. Todo es causal.
¿Qué se escribirá en esta nueva página de tu historia que se abre hoy? Dentro del gran plan de Dios para tu vida, él ha puesto a tu disposición todo lo que necesitas para que el capítulo de hoy sea mejor que el de ayer. Aún más, ha hecho los arreglos para que la historia de tu vida termine como él la planificó para ti: con un final feliz.
Para ello, tengo una sugerencia. Siendo que en tu historia ya eres el autor y también el protagonista, ¿qué tal si permites que Dios sea el director?
Padre celestial, sé tú el director de la historia de mi vida.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

CONFIAR Y OBEDECER


«Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud» (Salmo 143:10).

Actualmente, la palabra «obediencia» no pasa por sus mejores momentos. Casi se ha convertido en un concepto anticuado. Evidentemente, la palabra hace que la gente piense en la esclavitud y la opresión, en la violencia y el castigo. La gente del siglo XXI es tan autosuficiente que no tolera la idea de que nada ni nadie pueda ser dominado.
Cuando, hace cincuenta años, mi esposa y yo nos casamos, prometimos amarnos, queremos y obedecernos mutuamente el resto de nuestras vidas. Los votos tradicionales han cedido el paso a expresiones más poéticas. De modo que la palabra «obedecer» ya casi no se usa. Nadie quiere que lo obliguen a obedecer a nada ni a nadie; ni a la ley, ni al maestro, ni al predicador y aún menos al padre o a la madre. No obstante, si queremos ser capaces de dar nuestro mejor potencial, la obediencia es necesaria.
Un caza F-16 es un avión extraordinario con capacidades increíbles. No obstante, hay algo que el piloto exige por encima de las demás: que el aparato responda de manera total a su control. Si tuviera «voluntad propia», por destacable que ello pudiera parecer, no volaría mejor que el tope de una puerta. Del mismo modo, por más que estemos dotados de todos los dones posibles, la única manera de que Dios pueda hacer cosas extraordinarias e inauditas como «piloto» de nuestra vida es poniéndonos totalmente bajo su control. Si, vez tras vez, insistimos en tomar el control de nuestra vida en nuestras manos, descubriremos que no lo lograremos en absoluto; de manera que aquellos que estén dotados de menos talentos serán los elegidos para ocupar nuestro lugar. La obediencia os la llave de oro para una vida de alegría y de excelencia.
La obediencia es una actitud. Puede ser forzada o salir del corazón. Una persona puede mostrar una apariencia de obediencia y, en cambio, ser rebelde y traidora. Es posible que, a la vez que hacemos lo que se nos dice que tenemos que hacer, lo odiemos a cada minuto. Jesús no quiere esa clase de obediencia. Nuestra obediencia hacia él tiene que estar basada en el amor. Cuando nuestro amor proceda del corazón nos deleitaremos en hacer su voluntad. «Si me amáis, guardad mis mandamientos» (Juan 14:15). Obedezca al Señor con todo su corazón. Basado en Lucas 6:46

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill