viernes, 15 de abril de 2011

¿QUÉ TE DARÉ, MAESTRO?

Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. (Marcos 10:28).

Estas palabras fueron pronunciadas por Pedro después de que Jesús se encontrara con un hombre rico. El Maestro explico a sus discípulos que el amor a las riquezas terrenales impide divisar las espirituales y por lo tanto obtener la vida eterna. En respuesta a la declaración de Pedro, Jesús respondió: « Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredara la vida eterna» (Mat. 19: 29).
La historia recoge experiencias dramáticas en cuanto a la fidelidad de algunas personas que han tenido que sufrir y abandonar lo que más querían. Personas que han sido despreciadas, desheredadas y maltratadas por aquellos a quienes amaban. Quizás tú seas una de ellas, pero tal vez también tengas que admitir que no has dejado mucho para seguir a tu Maestro. El himno que a continuación comparto contigo te puede ayudar a decidir que le vas a entregar: ¿Que te daré, Maestro? Te diste tú por mí. /¿Menos daré de lo que tendré, o todo daré a ti? / ¿Que te daré, Maestro? Me redimiste tú. / Pequeño soy, más todo mi ser, lo entrego a ti, Señor. / ¿Qué te daré, Maestro? Divino donador. / Tiempo y vigor, talento y fervor; serán tuyos, oh Señor. / Cristo, mi Salvador. / Te diste tú por mí. / Tu hogar dejaste alii, / para morir por mí. / ¿Que te daré, Maestro? Te diste tú por mí. / No la mitad, mas todo mi ser. / Yo te daré a ti».
¿Has descubierto ya lo que Dios desea de ti? ,-¿Estas dispuesta a darlo sin reserva? El Maestro no reclama grandes cosas que estén lejos de tu alcance. No quiere sacrificios como otros dioses inventados por el ser humano. Tu Dios de amor solo quiere tu corazón. No porque él lo necesite, sino porque tu necesitas desesperadamente su presencia en él.
No tardes en rendirte a Cristo. Tu tiempo, tus talentos, tu servicio, tu fe, tu amor... Eso quiere Dios de ti. ¿Se lo darás? No comiences este día sin tomar esa importante decisión. Escucha hoy su voz: «Dame, hijo mío, tu corazón y miren tus ojos por mis caminos» (Prov. 23: 26).


Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

COMPARTIR CON LOS QUE TIENEN HAMBRE

Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber. Mateo 25:34, 35.

Una de las primeras actividades que realice cuando me iniciaba como capellán en un colegio, fue acompañar a una docente, alumnos y colaboradores, al hogar de niños "Puerta del cielo". Esta maestra había logrado juntar con su grupo de alumnos alimentos no perecederos, leche en polvo, frazadas, sabanas, algo de ropa y otros elementos necesarios para llevar a este orfanatorio.
Al llegar a ese lugar nos atendió una mujer de unos cincuenta años, con una amabilidad y simpatía extraordinarias, y nos agradeció enormemente el regalo que les llevábamos. Nos contó como con sacrificio y esfuerzo habían construido piezas, baños y camas para los más de treinta niños que Vivian allí. Ella y su familia no tenían ningún tipo de apoyo del gobierno de la ciudad por declararse religiosos "evangélicos". Por no pertenecer a la religión oficialista, no se los apoyaba con ninguna clase de ayuda.
Esta mujer, madre de varios niños, que tenía en su corazón el deseo de ayudar a los más necesitados, nos relató verdaderos milagros de como Dios había movido corazones misericordiosos en momentos de crisis. "Una noche terminamos la comida que teníamos, y al no saber qué comer al día siguiente porque tampoco teníamos dinero, oramos pidiéndole a Dios que nos consiguiera alimentos para esos niños, que no eran nuestros, pero que estaban bajo nuestro cuidado. Al otro día, un hombre se acercó con varias bolsas de arroz y algunas verduras para cocinarle a nuestros chicos".
Jesús desea que la religión que se vive no sea teórica sino práctica, y una de las maneras de hacer practico el amor al prójimo es compartiendo los alimentos que tenemos con los más pobres. Toda acción desinteresada por el bien de los demás no pasa desapercibida ante Dios, ya que aún el vaso de agua que damos solidariamente es una manifestación del amor divino.
El Rey del cielo tiene hermanos "más pequeños" que esperan de ti y de cada hijo de Dios para suplir sus necesidades. Por eso no cierres tu mano, ábrela en la medida de tus posibilidades, y ese mismo Rey te dirá: "Ven, bendito de mi Padre, hereda el reino preparado para ti desde la fundación del mundo".

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

POR SU MUERTE

Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Romanos 5:6.

El sonido de la explosión fue espantoso. Después vinieron gritos, horror y sangre. El sargento Salzman miro a su alrededor... El peligro había pasado. La explosión dejo cuatro soldados muertos; él estaba vivo pero, para su desesperación, noto que su brazo derecho había desaparecido, y la sangre brotaba como un chorro.
Semanas después, delante del espejo de pared del Centre Medico de la Armada Americana Walter Reed, empezó a entender su realidad. Tendría que aprender a vestirse, a lavarse los dientes y el rostro, con el brazo profético que le acababan de colocar.
Tuvo ganas de llorar. No por causa de la prótesis; estaba vivo, y aquel brazo lo había perdido luchando por su país, en la guerra de Irak. La vida, en la forma que fuese, era motive para agradecer a Dios.
¡Vale la pena vivir! Sin brazos o sin piernas. La vida continúa siendo vida cuando la esperanza palpita en el corazón. Y la esperanza no es una actitud mental. Conozco gente que, por más ejercicios de actitud mental que realice, acaba en la locura, la desesperación y la muerte. No puede convivir con su nueva realidad después de un accidente.
La auténtica fuente de esperanza es Jesús. Él te muestra una dimensión desconocida de la vida. El texto de hoy manifiesta que cuando aún éramos débiles, Jesús murió por nosotros. ¿Quiénes éramos nosotros? ¿Que habíamos hecho para merecer el sacrificio supremo de Jesús? Nada; éramos impíos, dice Pablo. Habíamos escogido nuestros propios caminos. Pero, Dios nos amó al punto de entregar la vida preciosa de su Hijo, por salvarnos.
La salvación involucra una actitud mental vencedora, aun en medio de las dificultades y las adversidades. Puede no haber sol, pero la esperanza cristiana te brinda la convicción de que el sol brilla por encima de las nubes.
Cristo asumió tu culpa. Pago su precio en la cruz, y te confirió el derecho de mirar los horizontes infinitos de una nueva vida, a pesar de la situación en que te encuentres.
Comienza hoy un nuevo día sabiendo que lo que te resta de vida es la oportunidad de escribir una nueva historia. Quita de tu cabeza la idea pesimista de que "ya nada volverá a ser como antes"; no necesita serlo: lo que paso, paso. Atrévete a escribir una nueva historia, recordando siempre que "Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón