lunes, 5 de septiembre de 2011

SUPERANDO EL MAL CARÁCTER – 2ª PARTE

Pero tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna (Santiago 1:4).

A veces pedimos a Dios que nos conceda esa noble virtud de la paciencia, pero lo hacemos como quien espera que el Señor nos toque con su varita mágica y, abracadabra, seamos pacientes: lo hacemos como quien echa un frijol a la olla y espera un manjar. ¿Te parece que es así como actúa Dios? Tal vez nos gustaría que así fuera, pero lo cierto es que no funciona de este modo y, aunque todos reconocemos nuestras necesidad de adquirir paciencia, no hacemos los esfuerzos pertinentes ni damos los pasos necesarios para alcanzar ese objetivo.
Retornemos la historia de ayer. Juan continuaba cumpliendo el trato que había hecho con su padre. Aunque lo hacía a regañadientes, a medida que pasaba el tiempo la cerca iba mostrando un progreso considerable en el carácter de Juan. Eran cada vez menos los clavos que introducía cada día, hasta que por fin, llegó el momento de la victoria. Rebosando alegría el pequeño fue junto a su padre y le mostró la cajita casi vacía. «i Qué bueno, hijo! Veo que has mejorado considerablemente. Pero tengo otra encomienda para ti». El muchacho se quedó inmóvil mientras escuchaba: «Ahora quiero que cada vez que logres controlar tu enfado, saques uno de los clavos de la cerca».
Parecía una petición absurda, pero Juan aceptó de nuevo el reto y, después de algún tiempo, le mostró a su padre una cerca completamente libre de clavos. «¿Ves, hijo? —le dijo el padre mientras lo rodeaba con sus brazos -, has vencido tu mal genio, pero debes aprender que las cosas que haces tienen consecuencias que van mucho más allá de lo que crees. Ya no hay clavos, pero sus marcas han quedado en la cerca».
La paciencia no solo produce beneficios físicos, sino que nos libera de una vida de remordimientos y de las posibles consecuencias de nuestra falta de dominio propio. En su gran misericordia, Dios saca cada clavo cuando vences el mal genio, pero desgraciadamente tú tienes que lidiar con las consecuencias de tus acciones.
«Todo lo que el hombre siembre, eso también segará» (Gal. 6: 7).

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

RESPUESTA DE DIOS: "ESPERA"

Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa. Génesis 15:3.

Otra de las respuestas posibles de Dios a nuestras oraciones es: "Espera". Quizá no te guste esperar, y lo que pides en oración lo quieras en este momento, pero existen algunas ocasiones en que la respuesta tarda en venir y es necesario esperar.
Ese fue el caso que le tocó vivir a Abram. Antes que Dios le cambiara su nombre, Abraham recibió el mandato de dejar su parentela y su tierra, y como promesa se le dijo que de él Dios haría "una nación grande" y por él serían benditas "todas las familias de la tierra" (Gen. 12:2, 3).
Abraham esperó con paciencia el cumplimiento de esa promesa, y aunque tenía 75 años cuando abandonó su ciudad natal, confiaba plenamente en aquel que había prometido. Habían pasado unos diez años cuando Abram escuchó la voz de Dios que le dijo: "No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande" (Gen. 15:1). Entonces, el anciano patriarca aprovechó el momento para recordarle a Dios que no tenía hijos y que los años transcurrían y nada cambiaba en su hogar. ¿Cómo haría el Señor para hacer de él "una nación grande", si ni siquiera podía engendrar un solo hijo? Por eso, creyendo Abraham que su heredero sería su mayordomo, le dijo a Dios en su oración: "Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa".
Pero Dios le respondió: "No te heredará este, sino un hijo tuyo será el que te heredará" (vers. 4). Lejos de desesperarse o desanimarse, Abraham "creyó a Jehová, y le fue contado por justicia" (vers. 6). El tiempo pasó y con cien años de edad el anciano patriarca vio cristalizado su sueño de ser padre. Después de 25 años, Dios cumplió la promesa de darle un hijo.
¿Esperarías tanto tiempo para recibir la respuesta a una oración? En los tiempos actuales todo anda velozmente, y cuando algo se demora parece que se nos encrespan los nervios, pero cuando se trata de la oración y sus respuestas, debemos recordar que los tiempos nuestros no son iguales a los de Dios.
Quizás estés orando por terminar una carrera, por conocer a alguien del sexo opuesto, por alcanzar alguna meta, por obtener el triunfo en algún deporte o por la resolución de alguna situación familiar; si la respuesta no llega, no te desanimes. La respuesta llegará cuando más feliz te haga.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

CUIDADO CON LOS OJOS

Descendió Sansón a Timnat, y vio en Timnat a una mujer de las hijas de los filisteos. Jueces 14:1.

Gonzalo pasó su mano por el cabello y, mientras apagaba la computadora, se dio cuenta de que la ventana de la casa de enfrente tenía luz. Interrumpió lo que estaba haciendo, y corrió a observar; siempre lo hacía, y después se arrepentía. Invadir la privacidad de la joven vecina no le hacía bien: la culpa lo castigaba a la hora de dormir. Gonzalo atribuía la culpa a sus ojos: "Si fuese ciego, no tendría este problema", se recriminaba a sí mismo, en sus horas de arrepentimiento. El problema de Sansón también fue sus ojos. Aparentemente; porque el nido de las actitudes pecaminosas nada tiene que ver con los ojos: está en la mente. Los ojos hacen lo que la mente ordena. El mensaje de hoy está relacionado con la tendencia carnal del ser humano: "Nací en pecado, y en pecado me concibió mi madre", declaró David después de ser víctima de la tendencia pecaminosa que cargaba en su mente. La tragedia del hombre pecador es que vive en función de los sentidos; pueden ser los ojos, o el olfato o el paladar. La mente natural corre detrás de lo errado: sabe que eso le hace mal, pero insiste; sufre, pero continúa. Los sentidos son solo instrumentos al servicio de la mente, que se deleita en andar lejos de Dios. A Sansón le fue mal; jamás le fue bien a nadie. La única salida radica en la transformación completa de la naturaleza, y ese milagro es llamado, en la Biblia, "conversión". En el momento de la conversión, Dios te entrega la mente de Cristo, y solo entonces estás en condiciones de colocar tus sentidos bajo el control del Espíritu. A Sansón le costó caro aceptar el hecho de que necesitaba ser convertido. Se casó, llevado por los sentidos; dejó que su naturaleza rebelde decidiese su futuro. El resultado fue trágico: la mujer buscada solamente con los ojos, lo llevó a perder los ojos en manos de los filisteos. Hoy puede ser un día de evaluación: ¿hasta qué punto soy dirigido por el Espíritu de Dios o por mi mente natural? Dios siempre está dispuesto a operar el milagro de la conversión cuando el ser humano cae, rendido, a sus pies. No te olvides: a Sansón le fue mal porque: "descendió Sansón a Timnat, y vio en Timnat a una mujer de las hijas de los filisteos".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón