viernes, 23 de agosto de 2013

UNA CÁPSULA DE TIEMPO

Lugar: Pennsylvania, EE.UU.
Palabra de Dios: Isaías 65:17

La ciudad de Wilkinsburg, Pennsylvania, pronto celebraría su centenario, así que nombró una comisión especial para que planificara el festejo. ¿Que podían hacer, para que este aniversario fuera una ocasión memorable?
Abramos la capsule del tiempo sugirió alguien.
A todos les gustó la idea, así que estuvieron de acuerdo en que ese fuera el evento especial del año: abrir la capsule del tiempo, un recipiente especial que la gente había escondido, en el pasado, para las generaciones futuras. Fijaron una fecha e hicieron planes. Los habitantes de la ciudad estaban entusiasmados.
Me pregunto que habrá adentró mencionó alguien.
Veremos cuánto han cambiado las cosas aquí comentó otro.
Pero, nadie podía responder la pregunta más importante: ¿Dónde estaba la capsule del tiempo? Aparentemente, la comisión de la capsule había guardado el secreto demasiado bien. Se habían negado a contar en qué lugar exacto estaba escondida la capsule, y a lo largo de los años todos los miembros de esa comisión habían muerto. A pesar de una minuciosa investigación, nadie pudo encontrar la capsule del tiempo. La celebración del centenario tuvo que seguir sin ella.
Yo me imagino una celebración, a lo largo de la eternidad, que tampoco le prestaré demasiada atención al pasado. Después de todo, nuestro sufrimiento, nuestros problemas, nuestros momentos de tristeza, parecerán muy lejanos. Quizás eso sea lo que Dios quiso enseñarnos cuando dijo: «Presten atención, que estoy por crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No volverán a mencionarse las cosas pasadas, ni se traerán a la memoria». En lugar de ello, nos alegraremos por el hecho de estar viviendo con Dios en un cielo nuevo y una tierra nueva.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

CUANDO EL SOL SE PONE

Ya no será el sol tu luz durante el día, ni con su resplandor te alumbrará la luna, porque el Señor será tu luz eterna; tu Dios será tu gloria. Isaías 60: 19

Nada tan hermoso como el amanecer, excepto un bello atardecer. Cuando llega  la aurora, el cielo se matiza de colores dorados y ocres que parecen salidos de la paleta del Artista divino. La frescura del aire matinal penetra los sentidos y, al ser transportadas en las alas de la imaginación, podremos en ocasiones captar una vislumbre de la patria celestial. El amanecer es sinónimo de vida. La naturaleza despierta, las aves elevan sus trinos y los humanos iniciamos las faenas inconclusas. El amanecer nos pone en acción, genera dinamismo y alegría.
Por otro lado, el atardecer es un espectáculo que arroba el alma y cautiva loa sentidos. La mano de Dios diseñó los colores del atardecer. Rojos intensos en la línea del horizonte con los que se despide el sol. El aire se hace fresco y se llena de fragancias húmedas, como cuando la tierra recibe la lluvia generosa. El atardecer que nos ofrece descanso y paz, es a la vez la promesa más segura de un nuevo amanecer. El espíritu entra en un recogimiento que nos acerca a Dios, ante quien nos inclinamos reverentes en muestra de gratitud. ¡El amanecer y el atardecer son dos alegorías de alabanza y gratitud al Creador!
Nosotras somos hechura de Dios. Algunas de ustedes quizá estén en el amanecer de la vida, otras ya hemos entrado al atardecer de la existencia. Sin embargo, todas somos poseedoras de una belleza singular y somos expresiones del amor de Dios. Las jóvenes que están en el amanecer de la vida son promesas por cumplir. Las mujeres adultas que están en el atardecer de la existencia, son como promesas cumplidas. Las jóvenes son el génesis de la existencia humana; mientras que las damas adultas son como el epílogo de los buenos libros: en ellas se encuentra la mejor lección.
Mujer joven, ¡despierta! Tienes mucho que hacer. Levántate con la naturaleza y alaba a Dios. Trabaja, aprende, prepárate. Tienes el tiempo y la lozanía de la juventud a tu favor. Si acaso estás en una etapa madura, piensa que eres la reina del atardecer. Podrás invitar al descanso e infundir paz a los que te rodean. Reposa en los brazos de tu amante Señor y retorna nuevas fuerzas para continuar con la misión de tu vida, de manera que cuando el sol se ponga en tu día, entres en la alegría del eterno amanecer.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

HABITANTE NÚMERO SIETE MIL MILLONES

Rescata a los que van rumbo a la muerte; detén a los que a tumbos avanzan al suplicio. Pues aunque digas, “Yo no lo sabía”, ¿no habrá de darse cuenta el que pesa los corazones? ¿No habrá de saberlo el que vigila tu vida? ¡Él le paga a cada uno según sus acciones! (Proverbios 24:11,12).

Oskar Schindler era un rico empresario alemán que salvó a miles de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Es posible que hayas visto la película sobre su vida y su obra dirigida por Steven Spielberg, La lista de Schindler. El clímax de la película surge un poco antes del final. Después de despedirse de los judíos a quienes había salvado la vida, justo antes de marcharse, le regalaron un anillo de oro como símbolo de su gratitud.
Habían obtenido el oro de la prótesis dental de uno de los trabajadores y lo fundieron para hacer un anillo que tenía grabada una frase del Talmud: “Quien salva una vida, salva al mundo entero”. Cuando se lo entregaron a Schindler este se sintió halagado, pero al mismo tiempo avergonzado. Dijo:
-Es de oro. ¡Pude haberlo vendido para salvar una vida más! Stern, pude haber hecho más, mucho más.
-Oskar -dijo Ithzak Stern-, hiciste mucho; ahora hay mil cien personas vivas, gracias a ti. Míralas.
-Yo malgasté mucho dinero, no te imaginas cuánto -se lamentó Schindler entre lágrimas-.
Mira este coche, ¿por qué lo conservé? Podría haber salvado diez personas más. Mira este botón, podría haber salvado dos personas más. Este oro, dos personas más.
Luego, llorando sin consuelo, dijo:
-Podría haber salvado una persona más. ¿Por qué no lo hice?
Esto sucederá en el fin. ¿Cuántos lamentarán haber vivido pensando solo en sí mismos?
Procura que no te pase a ti. ¿Qué tipo de persona era Oskar Schindler? Un nazi que vivía en la Alemania nazi. ¿De dónde sacó la inspiración y la fuerza para llevar a cabo una obra como aquella? Creo que del mismo depósito de donde podemos sacarlas nosotros, del corazón de amor de Dios.
¡Cuántas cosas se verán en su verdadera dimensión cuando todo termine! ¡Cuántas cosas desearemos haber vendido para predicar el evangelio y salvar una vida más! Algo que veremos cuando venga el reavivamiento que esperamos en el seno del pueblo de Dios será la piedad primitiva registrada en la Biblia: “Vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno” (Hech. 2:45). Hoy es el momento de colaborar con Dios.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

EL AGUA DE VIDA

Vino una mujer de Samaría a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. Juan 4:7.

Al tomar sobre sí nuestra naturaleza humana, el Redentor del mundo, el Hijo de Dios… hambriento y sediento, se quedó para descansar en el pozo de Jacob, cerca de la ciudad de Sicar, mientras sus discípulos iban a comprar alimentos en la ciudad…
Sentarse junto al pozo, con el agua fría y refrescante tan cerca y a la vez tan inaccesible para él, solo sirvió para aumentar su sed. No tenía soga ni balde para sacar agua, y esperó a que alguien llegara al pozo. Él podría haber hecho un milagro y sacado agua del pozo, si hubiera querido, pero este no era el plan de Dios…
“Vino una mujer de Samaría a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber”.
La mujer respondió: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí” (Juan 4:7, 9). Cristo se había acercado a la mujer de Samaría y ella no lo conoció.
Ella estaba sedienta de la verdad, pero no supo que él, la Verdad, se encontraba junto a ella y listo para iluminarla. Y hoy hay almas sedientas sentadas cerca de la Fuente viva. Pero miran lejos de la fuente que contiene el agua refrescante, y aunque se les dice que el agua está cerca, no lo creen.
Jesús le respondió a la mujer: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?” (vers. 10-12). Sí, Jesús
pudo haberle contestado “Aquel que habla contigo es el Hijo unigénito de Dios; soy mayor que tu padre Jacob, porque antes que Abraham fuese, yo soy”.
Pero su respuesta fue: “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (vers. 13, 14).
Cristo era tan ciertamente el agua de vida para Abel, Set, Enoc, Noé y todos los que recibieron sus instrucciones en aquel entonces, como lo es en el presente para los que le piden un sorbo refrescante -Signs of the Times, 22 de abril de 1897.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White