jueves, 30 de agosto de 2012

¡NECESITO AGUA, POR FAVOR!


«Cuando el sol salió, Dios dispuso que soplara un viento caliente del este, y como el sol le daba ojonas directamente en la cabeza, él sintió que se desmayaba, y quería morirse. "Más me vale morir que seguir viviendo", decía» (Jonás 4:8).

Cuando Dios envió ese viento caliente del este, más el sol que le daba directamente sobre la cabeza, Jonás sintió tanta sed que pensó que iba a morirse. Qué cosa tan simple pero tan maravillosa es el agua. Esta ha estado presente en casi todos los lugares que hemos visitado este año. Pero piensa un momento qué pasaría si no pudieras encontrarla.
Bueno, no podrías lavar tu ropa, no podrías bañarte, no podrías bebería. Espera, todos podríamos vivir sin lavar nuestra ropa, e incluso sin bañarnos (aunque nadie querría estar cerca de ti) pero si dejamos de tomar agua durante unos cuatro o cinco días con seguridad moriremos. Simplemente no podemos vivir sin ella.
Nosotros tampoco podemos vivir sin Dios. Él es nuestro Salvador, y eso significa que gracias a él podemos evitar la muerte eterna. Cuando él regrese a esta tierra yo quiero irme con él al cié o. ¿Y tú? Pero para poder lograrlo debemos estar de su lado. ¡Ponte hoy del lado de Dios y toma abundantemente de su «agua de vida»!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EL PODER DE UNA PALABRA


Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi criado sanará (Mateo 8:8).

Un sábado, tras una semana de muchos contratiempos, llegué a la iglesia y me senté en una clase de Escuela Sabática que no era la mía habitual, con el fin de pasar desapercibida. Sin embargo, me sorprendió que la maestra de aquella clase estuviera hablando precisamente sobre el efecto que pueden tener nuestras palabras. Luego invitó a los presentes a participar en la discusión. De repente, una hermana se levantó, me miró y dijo: «Yo tomé mi decisión de bautizarme al escucharte decir "brilla para Jesús"».
¡Qué impresión me causaron aquellas palabras, precisamente en el momento en que yo las necesitaba! Por un instante olvidé mis preocupaciones y tristezas. Puse a un lado el recuerdo de la «terrible semana» que había tenido, y sentí el bálsamo de la reconfortante voz de aquella hermana. Ella me hizo recordar que Jesús me había utilizado y que en ese momento Jesús estaba junto a mí iluminando mi vida. Sentí que no me encontraba sola con mis dificultades.
Una sencilla palabra puede tener una influencia positiva o una negativa para quien la escucha. Todo eso me lleva a pensar en la maravillosa oportunidad que tenemos de proferir palabras amables, de vida, de esperanza, de ánimo. ¡Qué sorpresa recibiremos al llegar a la eternidad y darnos cuenta de que unas sencillas palabras contribuyeron a la salvación de alguien!
«Ojalá nos comprometiéramos en nuestros corazones a no pronunciar una sola palabra contra un hermano o una hermana. Recordad que ellos también son tentados, y quizá con más fuerza que vosotros, y si refrenáis vuestra lengua como con un freno, entonces demostraréis que unáis a Dios. [...] Los que están verdaderamente más descarriados, tienen la más grande necesidad de vuestra ayuda. No murmuréis respecto a ellos ni señaléis sus defectos, sino acercaos a ellos en el amor de Jesús y en el señor de la verdad y procurad ayudarlos» (En los lugares celetiales, p. 291).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Anónimo

¿QUÉ VENDE REALMENTE LA PUBLICIDAD? – 2.


¡Bendito sea el Señor! ¡Cada día nos colma de beneficios el Dios de nuestra salvación! Salmo 68:19, RV95

La publicidad vende un estilo de vida, una manera de pensar y de actuar que, en muchas ocasiones, un verdadero cristiano no puede aceptar por lo menos por dos razones.
La primera razón se refiere a los promesas de los anuncios publicitarios. Con tal de vender, la publicidad promete satisfacer tus necesidades físicas (sed, hambre, descanso...) y psicológicas (aprobación, afecto, aceptación, superación personal...). Estas necesidades, debo decirte, no fueron inventadas por la publicidad. Fue Dios quien las creó. El nos diseñó de modo que tuviéramos necesidades físicas; y también para recibir afecto, para sentir el deseo de superarnos, etc. El problema con los anuncios publicitarios se presenta cuando prometen suplir esas necesidades básicas en tu vida si compras tal o cual producto, como muestran los siguientes ejemplos, citados por Michael Hanna y James Gibson (Public Speakingfor Personal Success [Cómo hablar en público para tener éxito personal], pp. 324-327):
— «Te sentirás seguro si compras... (la promesa de suplir tu necesidad de seguridad).
— «Muestra tu potencial como líder. Compra...» (el desarrollo personal). 
— «Para gente de éxito hemos creado...» (la superación).
Lo cierto del caso es que para suplir estas y otras necesidades psicológicas no tienes que comprar ese producto, ni ningún otro en particular. Porque el mismo Dios que puso en nuestro ser esas necesidades también proveyó la forma de satisfacerlas: por medio de relaciones significativas con él y con nuestros semejantes.
La segunda razón tiene que ver con los mensajes de los anuncios, pues algunos están claramente reñidos con los valores cristianos, como lo muestra Joe Wheleer en La tiranía del control remoto (pp. 79-81):
— Tu valor como persona depende del consumo de productos.
— Todos los problemas tienen solución rápida, con la ayuda de algún recurso técnico.
— Los alimentos de mala calidad son mejores que una dieta sana y nutritiva.
— El sexo casual es mucho más importante que el auténtico compromiso.
Por más que los anuncios publicitarios se empeñen en convencerte de que ofrecen cuanto necesitas, la realidad es que solo Dios, tu Creador, puede suplir tus necesidades más profundas, cumplir tus sueños y darte vida abundante. Todo lo demás es... ¡puro cuento!
Querido Padre celestial, hoy quiero apoyarme en ti para satisfacer mis necesidades personales más profundas.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

EL AMOR DE DIOS POR LOS PECADORES


«Cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y fue movido a misericordia, y corrió y se echó sobre su cuello y lo besó» (Lucas 15:20).

Según un médico, un estudio descubrió que el absentismo laboral por enfermedad en los que cada mañana besan a su esposa es menor que en los que no la besan. También sufren menos accidentes de automóvil cuando van de camino al trabajo. Su sueldo es entre un 20 y un 30% superior y viven alrededor de cinco años más que aquellas parejas que ni siquiera se acarician la mejilla.
La razón, dice el doctor, es que los besucones empiezan el día con una actitud positiva. Un beso significa una especie de sello de aprobación; por lo que se cree que los que, por las razones que sean, no lo reciben cruzan la puerta con una cierta sensación de malestar consigo mismos. Tanto si usted da crédito a este estudio, como si no, un beso de despedida cada mañana no le hará daño.
Uno de los más tiernos y conmovedores besos que registra la Biblia es el beso que el padre dio a su hijo pródigo cuando este regresó a casa. La parábola se registra en Lucas 15. En el versículo 20 leemos: «Entonces se levantó y fue a su padre.  Cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y fue movido a misericordia, y corrió y se echó sobre su cuello y lo besó». Ese beso era el sello de la aprobación del padre, la evidencia de que lo amaba. 
¿Acaso duda de que Dios lo ama tanto como el padre de la parábola amaba a su hijo? ¿Acaso no lo despertó esta mañana? ¿Acaso no escuchó el canto de un pájaro y vio un árbol cargado de hojas verdes? ¿Acaso de noche no ve las estrellas y de día no siente los cálidos rayos del sol? ¿Todavía necesita más pruebas? Si es así, contemple las últimas escenas de la vida de Cristo en la tierra.
Cierto monje medieval anunció que iba a predicar sobre «El amor de Dios».  Cuando cayeron las sombras y la luz dejó de entrar por los ventanales de la catedral la congregación se reunió. En la oscuridad del presbiterio, el monje encendió un cirio y lo llevó al crucifijo. Primero iluminó la corona de espinas, luego las dos manos heridas y finalmente la herida en el costado causada por la lanza. En medio del profundo silencio de la congregación, apagó el cirio y abandonó el lugar. No había nada más que decir. Basado en Lucas 15:11-32

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill