jueves, 26 de noviembre de 2009

ATENTAS A LA NECESIDAD

Pon la mirada en lo que tienes delante; fija la vista en lo que está frente a ti (Proverbios 4:25).

Sin generosidad no hay vida. Pero hay obstáculos que entorpecen el flujo. Se dice que la verdadera generosidad o espera nada a cambio. Pero si el dar no te reporta algún beneficio personal pareciera como restar o perder. Si dedicamos tiempo y atención a otra persona, quizá se desaproveche la oportunidad de realizar cosas importantes para uno mismo. Pero el autentico beneficio de la generosidad para quien la ofrece no es una ganancia material. El mayor beneficio es el cambio que se produce en el interior.
Resulta paradójico: cuantos más bienes tenemos, más miedo nos da perderlos. El sentido de propiedad nos vuelve quisquillosas y egoístas, nos aferramos a lo material.
Otra barrera que impide que circule la generosidad es que estamos identificadas con nuestras necesidades individuales. Necesitamos una visión más amplia e identificarnos con el sufrimiento de los demás. La actitud generosa ayuda a enfrentar temores y redefinir nuestros límites.
No es lo mismo dar algo muy apreciado que una cosa que carece de valor para nosotras. Se puede ser generosa con intereses materiales y con actitudes. Por ejemplo, prestar atención, dar tiempo y compartir son importantes formas de bondad. A veces lo único que la gente necesita es ser escuchada con interés. Hay gran compasión en mirar a los ojos y mostrarnos interesadas en sus palabras.
Hay que recordar que toda la generosidad es provechosa. En ocasiones, aunque la intención es buena, se da algo inadecuado o fuera de lugar. Por eso la generosidad debe basarse en el conocimiento atento y profundamente respetuoso de los demás. Es importante dar valor a lo que aportamos ya lo que recibimos con humildad, sin buscar interés secundario no otorgarse excesiva importancia.

Blanca Dalila R. de Góngora
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.

VICTIMAS

¿No debías tu también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti? Mateo 18:33.

Una noche, durante la guerra de secesión, Robert Ellicombe, capitán del Ejercito de la Unión, escuchó los lamentos de un hombre que yacía en la tierra de nadie que separaba el ejercito confederado del de la Unión. Como no podía dormir, el capitán decidió ir a rescatar al herido y prestarle atención medica.
Temiendo que los soldados enemigos empezaran a dispara, Ellicombe se arrastró en silencio por el suelo hasta que llegó junto al soldado moribundo. Cuando estuvo a su lado, Ellicombe agarró al hombre por la camisa y empezó a tirar de le hacia las líneas unionistas. Pero antes de llegar a un lugar seguro, el hombre murió.
Sin embargo, el capitán continuó con su misión.
Tan pronto como estuvo fuera del alcance del enemigo, cargó el cuerpo hasta una tienda para identificar al muerto e incluirlo en las listas de bajas. Cuando encendió una linterna, El corazón de Ellicombe casi se detuvo del sobresalto. El hombre a quien había intentado salvar era su propio hijo. El joven había estudiado músico en uno de los Estados del sur y, sin que su padre lo supiera, se había alistado en el ejército confederado.
A veces pensamos que las otras personas son nuestros enemigos. Quizá hayas crecido teniéndote que afrontar a un acosador. O quizá alguien en la escuela te ponga las cosas difíciles.
Es bueno tener presente que aunque parezca que están contra ti, no son tus enemigos. El verdadero enemigo es Satanás. Él quiere arruinar la vida de todos los seres humanos. Y por eso le gusta usar a la gente para hacer el trabajo sucio. Cuando te des cuenta de que las personas con las que no te llevas bien son víctimas de Santanas, te será más fácil sentir compasión por ellas.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

¡REGOCÍJENSE SIEMPRE!

Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez os digo: ¡Regocijaos! Filipenses 4:4

En la carta a los Filipenses, el apóstol Pablo presenta un imperativo al pueblo de Dios: «Regocijaos siempre». Pablo había sido arrestado y enviado a Roma para esperar su juicio. Había pasado días y noches en una prisión oscura y fría, con hambre. Luego había sido encadenado a un soldado romano, circunstancia que garantizaba que Pablo no se escaparía. Sin embargo en esa circunstancia, en la que no aparecía quedar mas esperanza que una pronta decapitación, el apóstol todavía se mostraba capaz de reflejar una sonrisa en su rostro y exclamar « ¡Regocijaos en el Señor siempre!»
Cuando entendemos el regalo del perdón a través del sacrificio de Jesús, cuando entendemos y aceptamos el concepto de la eternidad, cuando entendemos lo que Dios ya hizo por cada uno de nosotros, tenemos razones más que suficientes para experimentar ese sentir absoluto que dominaba la vida del apóstol Pablo, sin importar la circunstancia presente en la cual podamos encontrarnos. Si somos incapaces de regocijarnos en el Señor es porque hemos permitido que nuestros ojos se estanquen en el presente. Nuestra atención ha sido puesta en los deseos, en las metas o en las ambiciones terrenales, y hemos perdido las bendiciones que hemos recibido de una vida en Cristo Jesús. Solo hay dos opciones: estamos muy centrados en las cosas terrenales, o simplemente no creemos en Jesús.
Lo más hermosos de regocijarse siempre en el Señor es que produce reacciones positivas en la vida de todo hijo de Dios. Pablo describe las siguientes reacciones que ocurren cuando nos regocijamos en el Señor: nuestra gentileza será evidente ante todos, no estaremos ansiosos por nada, y en nuestras oraciones estaremos llenos de agradecimiento por la guía de Dios en nuestra vida. Cuando mostramos nuestro regocijo a Dios no por lo que él hace o hará, sino por lo que ya hizo por nosotros en la cruz, el interviene en nuestros problemas de trabajo, de salud, de finanzas, y en nuestro trato con nuestros hijos y con las personas con las que nos relacionamos.
Cuando vivimos una vida llena de regocijo en Jesús, nos centramos no en los problemas que estamos enfrentando, sino en la solución que Dios nos puede dar. Las palabras de Pablo aparecen no reflejar en situación de abandono en prisión, esperando una muerte segura. Esas palabras reflejan y representan una promesa que hoy podemos experimentar y hacer una realidad en nuestra vida. ¡Regocíjense siempre!

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.