jueves, 15 de diciembre de 2011

DOS OBRAS

Les refirió otra parábola, diciendo: «El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo». (Mateo 13:24).

Las parábolas de Jesús son tesoros al alcance de todos nosotros. En una sociedad corno la suya, conocedora de la agricultura, Cristo comparó la obra de Dios con la de un hombre que no solo siembra, sino que escoge las mejores semillas para su campo.
Me agrada saber que Dios considera que yo soy «una buena semilla», y que me hace partícipe de la cosecha celestial. Sin embargo, no estamos exentos de que el enemigo haga crecer maleza junto a nuestra planta, para intentar ahogarla. Por lo cual, debemos estar en guardia para no dejar que las zarzas toquen nuestra raíz y la contaminen o la ahoguen. De una cosa sí podemos estar seguras, y es de que Dios constantemente hace su obra. Él siempre siembra buena semilla, pero espera que tú y yo podamos mantener esa semilla pura.
Quiero compartir contigo este maravilloso poema anónimo:
«Tú no fuerzas una flor a que abra, / la flor la abre Dios; / tú la plantas, la riegas, la resguardas, / lo demás lo hace Dios. / Tú no obligas a un amigo a que te ame. / el amor lo da Dios; / tú lo sirves, lo ayudas, en ti la amistad arde, / lo demás lo hace Dios. / Tú no obligas a un alma a que crea, / la fe la da Dios; / tú obras, trabajas, confías y esperas, / lo demás lo hace Dios. /Así que no trates de adelantarte a su plan de amor. / Trabaja, ayuda, vive para amarlo, / lo demás lo hará Dios».
No le preocupes por la obra que Dios debe realizar en ti, sino por la obra que debes hacer con tu vida. Cuida la semilla que Dios ha sembrado en el campo de tu corazón. Riégala, cultívala, y con seguridad tu cosecha será de acuerdo al plan divino.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

ESTAMOS SIENDO JUZGADOS

Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. Apocalipsis 14:7.

El mensaje de predicación que debemos dar es un mensaje de preparación y de advertencia para un mundo que no conoce a Dios. En nuestros días la gente obra como si cada persona fuera el juez de su propia vida. Pero las Escrituras advierten que hay un solo juez, Dios, que juzgará a toda la tierra y pagará a los hombres conforme a sus obras.
En esta era posmoderna las religiones hacen un énfasis desmedido en el amor de Dios en desmedro de su justicia. Hombres y mujeres viven de manera pecaminosa, y al llegar al fin de sus días, creen con seguridad que Dios los llevará "al cielo" porque es un Dios de amor. La Palabra de Dios pone el equilibrio exacto, y nos muestra un Dios de amor, pero también de justicia, que no dará por inocente al pecador empedernido.
Hoy se bombardea a niños, jóvenes y adultos con escenas eróticas y sensuales, lo que produce como nunca antes una generación lasciva, esclava de sus deseos. También alaba a quienes viven en la opulencia y la ostentación, mientras miles de personas fallecen porque no tienen qué comer. La cultura actual fomenta el juego, el vicio y los malos hábitos para ganarse la vida, y muchos piensan que quien trabaja honradamente es un "tonto". Los robos, asesinatos, violaciones, secuestros, peleas familiares, envidias, borracheras, y un sinfín de actividades pecaminosas demuestran que nuestra sociedad no está preparada para enfrentar al Juez de toda la tierra.
Nuestra misión es doble. En primer lugar, cada cristiano sincero debe rogar por su salvación y prepararse para ser hallado "sin mancha delante del trono de Dios" (Apoc. 14:5).
En segundo lugar, es nuestra responsabilidad advertir que Jesús volverá al mundo después que todos hayan sido juzgados. Ahora estamos viviendo en el tiempo del juicio previo a la segunda venida, y cuando ese juicio termine vendrá el fin.
Más allá de lo que piense la gente, comparte el evangelio de arnor y de juicio que Cristo proclamó cuando vino al mundo. Así te estarás ayudando a ti mismo a edificar tu carácter, y te hallarás listo cuando tu nombre sea examinado por el Gran Juez.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

MIEDO

No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Números 13:31.

El miedo paraliza; acaba con los sueños, con los planes y con las ganas de vivir. El miedo es larva insidiosa, que come por dentro sin que tengas conciencia de tu drama. Cuando despiertas a tu triste realidad, ya es demasiado tarde. Dicen que, de cada siete personas, una vive presa de algún miedo; es un dato alarmante. Las personas se encierran en sus temores y crean monstruos que solo ellas ven.
Existen muchos tipos de miedos: miedo de la gente, miedo de perder el empleo, miedo de salir a la calle, de trabajar, de tomar el ómnibus, y hasta de ir a la iglesia, etc. De todos esos miedos, creo que el más terrible es el miedo a ser feliz.
El versículo de hoy habla de ese miedo, y muestra que la causa del miedo, en las personas, es la falta de fe en Dios y en sus promesas: cuando dejo de creer en Dios, todo a mi alrededor se vuelve amenazador; y si Dios no habita en mi corazón, con toda seguridad el miedo se apoderará de mi corazón.
Israel había llegado a la frontera de la Tierra Prometida. Un paso más, y se apoderaría de la herencia ofrecida a sus padres. Las promesas de Dios eran seguras: nadie sería capaz de resistir en pie delante de ellos. Pero, en la hora primordial, permitieron que el miedo se apoderase del corazón, y no quisieron avanzar.
"No podremos subir contra aquel pueblo porque es más fuerte que nosotros". ¡Mentira! La razón de su temor no era la fortaleza del enemigo, sino la falta de confianza en las promesas de Dios.
Todos encontramos enemigos en el camino; es la lucha diaria: obstáculos, dificultades, preconceptos, desafíos aparentemente difíciles de ser vencidos. Si piensas que fracasaste, no intentes más luchar: ya estás fracasado. Pero, a la hora de enfrentar los problemas, que tus ojos no se fijen en el adversario, sino en el Dios que te prometió que te llevará a Canaán y te entregará la tierra.
¿Cuáles son tus adversarios hoy? ¿Qué es lo que tanto te asusta? Piensa en Dios: jamás un hijo de Dios, escondido en las manos del Todopoderoso, perdió una batalla. Este puede ser el grande día de victoria que esperas. Solo que no repitas el error de Israel, que pensó: "No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón