viernes, 30 de diciembre de 2011

UN LIBRO A PUNTO DE CERRARSE

He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha endurecido su oído para oír. (Isaías 59:1).

Otro libro se cierra para abrir paso a las páginas de uno nuevo. Quizás no hayas logrado todo lo que te habías propuesto al comenzar este año. Puede ser que recuerdos dolorosos traten de oscurecer tu presente con remordimientos y reproches, o que la alegría embargue tu corazón por los momentos de felicidad vividos en estos doce meses. Tal vez la enfermedad ha hecho aparición en tu vida o en la de tus familiares- No se qué experiencias habrás tenido, peto viviendo ambas en este mundo, tus días pueden haber sido similares a los míos.
¿Puedes contar tus alegrías y tus tristezas? ¿Te sientes desdichada por lo que dejas atrás, o crees poder mirar al futuro con optimismo? No importa cuáles hayan sido las circunstancias, nuestro gozo en Cristo y la seguridad de su compañía no están sujetos a ningún acontecimiento favorable o desfavorable que podamos afrontar en nuestra travesía por este mundo.
La certeza de que su mano no se ha acortado puede garantizarnos un presente y un futuro gloriosos, y la confirmación de que su oído no se ha endurecido para oír nos certifica la convicción de que nuestras oraciones siempre serán atendidas por ese Dios que está ansioso por caminar a nuestro lado. Quiero dejar contigo las hermosas palabras de este inspirador himno, deseando que puedas hacerlas tuyas cada mañana al levantarte, al dirigirte a tu trabajo o al realizar las tareas domésticas, al enfrentar las vicisitudes que te depara el futuro y al compartirlas con los que te rodean.
«De la mano, Señor, guíame cual pastor / pues cansado me siento del mal. / Y en la noche sin luz, ven a mí, buen Jesús, / guíame al hogar celestial. / Cuando vengas, Señor, en tu luz y esplendor, / a llevar tu rebaño de amor, / haz que pueda en tu luz, mi bendito Jesús, / ascender al hogar celestial. / Cuando vague sin paz, sé, Jesús, mi solaz, / aunque débil me sienta (laquear. / Haz que pueda encontrar, mi benigno Señor, / tu glorioso hogar celestial».

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

LA ETERNIDAD

Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán. Apocalipsis 22:3.

Al conversar con jóvenes y adolescentes sobre la eternidad que nos espera, muchos de ellos me han expresado que no alcanzan a entender lo que el Apocalipsis revela. ¿Cómo podríamos vivir la eternidad sin aburrirnos? ¿Cómo podríamos vivir en un mundo en el que no haya más competencias ni peleas? ¿Qué actividades realizaremos durante tanto tiempo?
Estamos acostumbrados a medir el trabajo, los pasatiempos y la recreación de acuerdo a los parámetros de vida actuales. Pero lo que Dios nos está preparando supera las expectativas humanas más fecundas. Mira lo que nos describe la palabra profética:
"Allí intelectos inmortales contemplarán con eterno deleite las maravillas del poder creador, los misterios del amor redentor... Toda facultad será desarrollada, toda capacidad aumentada. La adquisición de conocimientos no cansará la inteligencia ni agotará las energías. Las mayores empresas podrán llevarse a cabo, satisfacerse las aspiraciones más sublimes, realizarse las más encumbradas ambiciones; y sin embargo surgirán nuevas alturas que superar, nuevas maravillas que admirar, nuevas verdades que comprender...
"Todos los tesoros del universo se ofrecerán al estudio de los redimidos de Dios. Libres de las cadenas de la mortalidad, se lanzan en incansable vuelo hacia los lejanos mundos —mundos a los cuales el espectáculo de las miserias humanas causaba estremecimientos de dolor, y que entonaban cantos de alegría al tener noticia de un alma redimida. Con indescriptible dicha los hijos de la tierra participan del gozo y de la sabiduría de los seres que no cayeron. Comparten los tesoros de conocimientos e inteligencia adquiridos durante siglos y siglos en la contemplación de las obras de Dios. Con visión clara consideran la magnificencia de la creación —soles y estrellas y sistemas planetarios que en el orden a ellos asignado circuyen el trono de la Divinidad. El nombre del Creador se encuentra escrito en todas las cosas, desde las más pequeñas hasta las más grandes, y en todas ellas se ostenta la riqueza de su poder.
"Y a medida que los años de la eternidad transcurran, traerán consigo revelaciones más ricas y aún más gloriosas respecto de Dios y de Cristo. Así como el conocimiento es progresivo, así también el amor, la reverencia y la dicha irán en aumento. Cuanto más sepan los hombres acerca de Dios, tanto más admirarán su carácter" (Elena G. de White, El gran conflicto, pp. 736, 737).
Después de leer esta profecía, ¿crees que podremos aburrirnos en la eternidad?

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

EL SEÑOR ES TU SOCORRO

Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Salmo 121:1.

Cuando el salmista escribió este salmo, vivía uno de los momentos más tristes de su experiencia: su gran amigo y consejero, el profeta Samuel, acababa de fallecer; él se encontraba atravesando el desierto de Paran, perseguido por su propio hijo Absalón. ¿Cómo te sentirías tú, si las personas en quienes más confías te abandonan, te traicionan y se disponen a luchar contra ti? ¿Adónde acudirías, en busca de consejos y de ánimo, si tu gran consejero hubiese muerto?
David se sentía solo; no sabía dónde ir ni qué hacer. En esos momentos de tristeza y de soledad, alzó los ojos hacia las alturas de los montes de Palestina. En aquellos lugares escarpados, los paganos ofrecían sacrificios a sus dioses, creyendo que ese era el camino para la solución de sus problemas. Observando aquellas montañas, David escribió: "Alzaré mis ojos a los montes". En otras palabras: "Ya que todo el mundo sube esas montañas en busca de respuestas, yo también iré allá". Pero, enseguida recapacita y se pregunta: "¿De dónde vendrá mi socorro?" Aquellos que no conocían al Dios eterno de Israel subían aquellos montes en búsqueda de soluciones; pero el salmista se pregunta: "¿Subiré también yo?" En aquellas alturas sofisticadas de la sabiduría humana, del materialismo, del consumismo, del racionalismo, del relativismo, ¿es allí donde encontraré salida para mis problemas? Entonces reacciona, y se responde a sí mismo: No; "mi socorro viene de Jehová".
¿Por qué proviene de Jehová? Por una simple razón: el poder de Dios: "Él hizo los cielos y la tierra".
No existía nada. Nada había: solo el vacío, la oscuridad, el desorden; el caos. Pero, "por la Palabra del Señor, fueron creados los cielos y la tierra. Porque él dijo y fue hecho. Él mandó y existió".
¡Ah, querido! Si Dios fue capaz de hacerlo todo, desde la nada, solo por el poder de su Palabra, ¿por qué no podría hacer maravillas en tu vida, si ya existe alguna cosa, aunque esa "alguna cosa" sea apenas una vida hecha pedazos?
Por eso, ¡levántate, en el nombre de Jesús! Tu Dios no conoce de derrotas. ¡Es Jehová de los ejércitos! vencedor del universo. El año que pasó pudo haber traído páginas tristes a tu vida. Pero, no todo está perdido, ¡levanta tus ojos a ese Dios eterno y todopoderoso! "Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro?".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón