sábado, 19 de diciembre de 2009

UN CORAZÓN LLENO DE GRATITUD

¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios! (Salmo 42: 5).

Un corazón agradecido no es aquel que solamente reconoce a Dios en tiempos de bonanza y prosperidad. La verdadera gratitud se ve cuando te sobrevienen situaciones adversas que no esperabas, y en medio de ellas ves el amor de tu Padre celestial. ¡Qué fácil es dar gracias al cielo mientras la vida te sonríe! ¡Y qué difícil encontrar a Dios cuando las tormentas de la vida arrecian contra ti!
¡Alabado sea Dios! Él está allí para protegernos y escuchar su dulce voz; para hacernos entender que, entre lo malo, escogió lo menos dañino para desarrollar nuestra confianza en su amor y sabiduría, para comprender que en su sapiencia misteriosa, entre gritos de dolor, permite situaciones inexplicables para evitar males mayores. ¡Alabo, Señor, tu grande amor! Te alabo Señor porque aunque las fuerzas ya no den más, aunque el cansancio invada el cuerpo, muestras tu gloria al acomodarte en cada corazón sufriente. Provees la fortaleza para vivir cada día y el gozo de ver un mañana glorioso. Gracias por tu Espíritu Consolador, ¡cómo ha trabajado conmigo y con todos los que sufren! Si hay que esperar más en este mundo, lo haremos confiando en ti, no importa el tiempo que pase. Permite que permanezcamos fieles.
¿Acaso no agradeceremos tan inefable amor por todo este mundo que apenas se acuerda de ti? Gracias porque tienes un tiempo para todo y renuevas cada día el corazón de tus hijos. Mi buen Dios, gracias porque cada día puedo ver tus misericordias y todavía soy hija tuya, poseedora de tu amor y heredera de tu reino.

Lorena P. de Fernández
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.

RECIBES LO QUE DAS

Pero deseamos que cada uno de ustedes siga mostrando hasta el fin ese mismo entusiasmo, para que se realice completamente su esperanza. No queremos que se vuelvan perezosos. Hebreros 6:11,12.

En tiempos de los predicadores itinerantes, las iglesias estaban muy alejadas unas de otras, y los pastores escasos. Cada semana un pastor tenía que visitar distintas congregaciones. Por eso, para el culto, las iglesias solían tener que confiar en los miembros o en las visitas.
Una mañana de domingo, un orador invitado y su hijo llegaron a la pequeña iglesia. Después de atar el caballo a un árbol, se dirigió a la iglesia donde iba a dar el sermón. Después de la oración final, el predicador salió a despedir a la gente mientras esta se iba a casa.
Cuando hubo terminado, el predicador recordó que no se había recogido ninguna ofrenda. Buscando en el bolsillo, sacó una moneda de diez centavos y lo depositó en el cepillo junto a la puerta de entrada.
Fuera, puso a su hijo sobre el lomo del caballo. Ya estaba a punto de montar cuando el tesorero de la iglesia lo detuvo.
—Pastor, queremos agradecerle que hoy haya venido a darnos un mensaje. Es costumbre de nuestra iglesia que entreguemos al orador todas las ofrendas que se hayan recogido en el cepillo después del culto.
Y con esto, el tesorero le entregó una moneda de diez centavos.
El hijo del hombre miró a su papá y le dijo:
—Papá, si hubieses dado más, te habrían dado más, ¿verdad?
Lo que ponemos en la vida es mucho más de lo que recibimos de ella. Si somos amables, tendremos amigos. Si estudiamos tendremos mejores notas. Si participamos en actividades de la iglesia y de la escuela, sentiremos más que somos parte del grupo. Si buscamos a Dios, lo encontraremos. Durante nuestro viaje increíble, las personas que reciben más de la vida son aquellas que pusieron más.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

LA GRAN EVASIÓN

Dijo luego Jehová a Noé: «Entra tú y toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo delante de mí en esta generación». Génesis 7: 1.

Imagínate que eres la única persona fiel que queda en la tierra, el único ser humano que agrada a Dios. Esa es la situación en que se encontraba Noé. Debido a la fidelidad de aquel patriarca, Dios le preparó una manera de huir de una destrucción segura por el diluvio que él enviaría sobre toda la tierra.
La huida de la destrucción fue un plan muy elaborado. Noé construyó un barco bastante largo y ancho, y tan alto como un edificio de cinco plantas. Era una construcción majestuosa, calculada para soportar turbulencias marinas considerables y vientos huracanados. Es posible que aquel barco imponente, construido sin ninguna herramienta moderna, pudiera caber solo en los estadios olímpicos de nuestros días. El arca era de medidas grandes precisamente porque había sido diseñada para que entraran en ella muchas personas, aparte de animales. Sin embargo, en el arca únicamente entraron ocho personas, todas de la familia de Noé, por ser él el único hombre bueno y justo delante de Dios, según lo describe la Biblia.
Ahora imagínate todo lo contrario. Imagínate que eres el único pecador que hay en la tierra. No el pecador más malo, sino el único pecador; nadie más es pecador en este mundo, solo tú. Pues, aun en ese caso, igual que hizo con Noé, Dios también te ofrecería a ti una vía de escape de la destrucción. Y no se trata de ninguna hipótesis. Es algo absolutamente cierto, un hecho histórico. Cuando Dios obró ese portento, no lo hizo con un arca de madera calafateada, sino con su Hijo amado clavado en una cruz.
Nuestro Dios sabía que no somos buenos y que nunca podríamos merecer la salvación. Sin embargo, el Padre eterno se despojó de su único Hijo para dar una solución no solo a los justos como a Noé, sino a pecadores como nosotros. Era tan profundo el amor de Dios que aun si tú hubieses sido el único pecador que había en el mundo, de igual manera él habría mandado a su Hijo para que efectuara, tan solo por ti, un rescate que le costase la vida.
Ser rescatados de nuestros pecados no depende de nuestros propios méritos. La salvación es un regalo del cielo. Por eso, reconociendo que fuimos salvos en algo mucho más precioso que un gran barco, debemos procurar que nuestras buenas obras sean un complemento de la fe que tenemos en la salvación que Jesús logró para nosotros.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.