viernes, 4 de mayo de 2012

LO QUE DAS, VUELVE A TI.


«Y así como el mar desaparece el agua, y los ríos se agotan y se secan» (Job 14:11 NVI)

El versículo de hoy nos dice que el agua desaparece del mar. ¡Cómo puede el agua desaparecer del mar?  Pues sí puede, y a este fenómeno se lo conoce como  «evaporación».  Aunque no podemos verlo, el agua se va a alguna parte. ¿Sabes dónde se va?
Cuando el sol calienta el agua, esta se concierte en pequeñas partículas y sube al cielo. Cuando estas partículas se unen, forman las nubes.  Cuando las nubes  se llenan de mucha agua, llueve, y el agua regresa al océano.  Este es un ciclo en el que el agua sube al cielo para volver a caer en el océano.
La vida cristiana también es así.  Cuanto más damos, más recibimos.  Dios nos dice que él ama al dador alegre y quiere bendecirnos con todo lo que necesitamos.  No debes tener miedo de dar lo que Dios te pida, ya sea tu tiempo, tu dinero o cualquier otra cosa.  
Lee Malaquías 3:10 y descubrirás que, cuando das como el océano, Dios te dará más de lo que puedes imaginar.  Si das, Dios te dará a ti.  Ese es el ciclo del amor.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

PROTECCIÓN DIVINA


Porque vendrá el enemigo como un río, más el espíritu de Jehová levantará bandera contra él.  (Isaías 59:19 RV60).

Cuando gozamos de juventud, fuerzas y energías no siempre aprovechamos la oportunidad para aprender las lecciones que la vida nos presenta.  Por lo general, cuando la experiencia llega, ya no contamos con el vigor para realizar tareas importantes.
Alabo al Señor porque, para el tiempo en que mi esposo apenas comenzaba su ministerio, me permitió comprender las grandes bendiciones que aguardan a aquellos que se dedican a su servicio.  En aquel entonces vivíamos en una ciudad costera del estado de Tabasco, en México.  Se había organizado una vigilia en la playa un sábado por la noche.  Prácticamente todos los miembros del distrito estuvimos allá.  Al día siguiente, viajábamos de regreso a la ciudad en la lancha de un hermano de la iglesia con mis hijas y un grupo de niños.  De pronto el cielo se nubló y comenzó a soplar un fuerte viento, la lluvia caía y las olas se agitaban peligrosamente.  En unión a los niños comenzamos a cantar coros.
Al poco rato, notamos que una lancha se dirigía hacia nosotros a gran velocidad.  Les dije a los niños que se inclinarán y abracé a mis dos niñas esperando lo peor.  Cuando aquella embarcación llego hasta donde estábamos, milagrosamente se elevó por los aires y pasó por encima de nosotros sin causarnos daño alguno.  Pensamos que había sido un accidente, pero con asombro vimos cómo aquella lancha daba la vuelta y se dirigía de nuevo a nuestro encuentro.  Cuando estuviéramos cerca oímos a uno de los tripulantes gritar: «¡Prepárense que los vamos a matar!».  Sin embargo, Dios realizo otro milagro, y el motor de aquella embarcación se apagó.  Por más que trataron no pudieron hacer que arrancara de nuevo. ¡Con el corazón lleno de gratitud llegamos al templo para dar gracias a Dios por habernos salvado la vida!
Quizá pensemos que la responsabilidad de predicar el evangelio es únicamente de los pastores y dirigentes de la iglesia, pero recuerda que, si te integras a la obra del Señor, probablemente el enemigo tratará de impedir también tu labor.
Hermana, aférrate a la promesa que encontramos en el texto de esta mañana y saldrás victoriosa, porque «vendrá el enemigo como río, más el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él».

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por María Cristina Ruíz Monje.

UNA VERDADERA DESGRACIA


Por eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y lo dos llegan a ser como una sola persona.  Génesis 2:24.

¿Tú que piensas? ¿Aumentan o disminuyen las posibilidades de divorcio cuando la pareja ya ha tenido relaciones sexuales antes del matrimonio? 
La respuesta es: aumentan los divorcios.  Esta es la conclusión a la que llega el psicólogo David Myers en su libro The Pursuit of Happpiness (La búsqueda de la felicidad, pp. 162,163.), después de analizar los resultados de siete estudios.  Tres de esas investigaciones tuvieron carácter nacional: en los Estados Unidos, Canadá y Suecia.  En todos los casos los resultados fueron similares: el porcentaje de divorcios aumenta significativamente entre las parejas que ha cohabitado antes de casarse.
¿Qué factores se combinan para que se produzcan estos resultados?  El mismo Myers menciona que las parejas que viven juntos sin casarse son más propensas a tener relaciones fuera del matrimonio; es decir, tiende a ser infieles a sus cónyuges después de casarse.
Otros investigadores señalan que muchas de estas parejas que tienen sexo sin casarse por lo regular tienen pocas cosas en común.  Por ejemplo, no comparten los mismos valores ni las mismas metas.  Casi se podría decir que el vínculo que los mantiene unidos es el sexo.  Pero ya sabemos que «no solo de sexo vivirá el hombre»
Hay todavía otro factor.  Los jóvenes que experimentan con el sexo muchas veces terminan casándose con otra persona.  Y después que se casan, no pueden evitar las odiosas comparaciones: «Mi esposa es una buena mujer, pero no supera a Patricia en la intimidad»; «Ricardo no sabe besar tan bien como lo hacía Carlos», etc.
En conclusión, si algo prueba los «matrimonios a prueba» es que son una desgracia, tanto para los que se aventuran en esta causa perdida como para la sociedad. Por lo tanto, vale la pena esperar hasta el matrimonio.  Solo así disfrutarás sin sentimientos de culpa de las delicias de ese precioso regalo que Dios nos dejó: el sexo como parte de una relación de amor que se establece para toda la vida.
Padre celestial, ayúdame a esperar hasta el día de mi boda para disfrutar de la intimidad sexual como tú mandas.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

SOMOS SEMBRADORES


«Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla, pero al volver vendrá con regocijo trayendo sus gavillas» (Salmo 126:6).

¿Cómo se gana usted la vida? ¿Trabaja en una oficina? ¿Trabaja al aire libre? ¿Es maestro? ¿Se dedica a la carpintería o a la enfermería? Tal vez usted sea estudiante o ama de casa. Tengo una noticia para usted: Si ama al Señor y quiere que su reino crezca, también es agricultor.
Jesús dijo que aquellos que difunden el evangelio son como un sembrador que esparce semillas en un campo. El campo no es suyo, sino de su amo. El sembrador tampoco esparce su semilla, sino la de su Señor. Cuando acudimos a Jesús  y le pedimos que nos enseñe su evangelio, él llena nuestro cesto con la buena semilla del reino. Luego podemos ir en nombre de nuestro Señor y esparcir la preciosa verdad.
El buen sembrador esparce mucha semilla en todas las direcciones. Si apuntamos bajo, tendremos  la certeza de dar en el blanco. Sin embargo, nuestro deber es apuntar alto y sembrar con generosidad, sin desanimarnos. No podemos seguir desaprovechando las oportunidades de sembrar que se nos presenten. Estamos rodeados de campos. No espere que Dios lo guíe, porque él ya lo hizo. No diga que está buscando una puerta abierta; la puerta está abierta de par en par; y estará así hasta el día no muy lejano en que Dios la cierre y entonces ya no será posible sembrar más. 
¿Cómo tenemos que sembrar? Con generosidad  «Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará» (2 Cor. 9:6).
Siembre apasionadamente. Aquí aparecen las lágrimas. «Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla, pero al volver vendrá con regocijo trayendo sus gavillas» (Sal. 126:6). Si no las regamos con nuestras lágrimas, las semillas no germinan.
Siembre con paciencia. «No nos cansemos, pues, de hacer bien, porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos» (Gal. 6: 9). ¡No se rinda! El sembrador no siembra el lunes para segar el martes, ni aun la semana o el mes siguiente. Sencillamente, deposite la semilla y confíe los resultados a Dios. Basado en Mateo 13:1-9.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill