domingo, 29 de julio de 2012

JESÚS EN PRIMER LUGAR


«Debajo de todo árbol frondoso y de toda encina tupida, es decir, en los lugares donde ofrecieron incienso de olor agradable a sus ídolos malolientes» (Ezequiel 6: 13, NVI).

Acerquémonos a ese árbol que está allá y descansemos un rato. Ah, qué maravilloso es poder descansar, y qué sombra tan agradable, ¿no es así? ¿Qué es esa piedra rota? Te voy a contar una y triste historia.
Cuando el pueblo del antiguo Israel vivía aquí, desobedecieron a Dios y comenzaron a adorar a los ídolos de las naciones vecinas. Aunque te parezca increíble, llegaron a construir dioses de piedra y se inclinaron ante ellos. ¿A ti te parece posible que algo hecho de piedra pueda hacer algo por ti? ¿Crees que es posible amar a algo que está hecho de piedra y que ese algo te ame? Por supuesto que no, pero eso es exactamente lo que gran parte del pueblo de Dios comenzó a creer. Qué triste.
Nosotros podemos actuar de una manera diferente y asegurarnos de que no estemos adorando a otros dioses. Yo no me estoy refiriendo a inclinarnos frente a dioses de piedra, sino a dejar que otras cosas ocupen el lugar de Dios en nuestra vida. La televisión, los deportes, e incluso ir a la iglesia pueden sustituir el hecho de llegar a conocer plenamente a Jesús. Decide conocer a Jesús con todo tu corazón, y nunca permitas que otra cosa ocupe el lugar que solo le corresponde a él en tu corazón.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

ABRAZANDO A NUESTROS SUEGROS


El hijo sabio alegra al padre; el hombre necio menosprecia a su madre. (Proverbios 15:20).

Esos señores mayores a quienes llamamos suegros, realmente deberíamos considerarlos como a unos segundos padres. Con ellos debemos compartir nuestros sueños, nuestros hijos y también el amor que sentimos por nuestra pareja. Los suegros forman parte de la familia del hombre que nos ama; por tanto, no los consideremos como si fueran meros extraños. Reconozcamos que más bien son nuestros consejeros y amigos. Respetarlos y amarlos contribuirá asimismo a la felicidad de nuestro esposo y a la de la pareja. Podríamos llamarlos papá y mamá, si es que eso los hace sentir que están más integrados en nuestro círculo del hogar. Para ellos podemos y debemos ser como una hija natural, con todo lo que eso implica.
Quizá nos pueda llegar a parecer imposible relacionarnos íntimamente con ellos. Demos gracias a Dios si acaso hemos logrado este objetivo, recordando que también ellos son los abuelos de nuestros hijos. Permitámosles que disfruten de sus nietos, de forma que los chicos sientan que el nexo que nos une está arraigado en el amor, de forma que el día que ellos no estén con nosotros permanezca el dulce recuerdo de su amor y compañía.
«El despreciar la autoridad de los padres lleva pronto a despreciar la autoridad de Dios. Así se explican los esfuerzos de Satanás por menoscabar la autoridad del quinto mandamiento. Entre los paganos se prestaba poca atención al principio ordenado en este precepto. En muchas naciones se solía abandonar a los padres o darles muerte cuando la vejez los incapacitaba para cuidarse así mismos. En la familia, se trataba a la madre con poco respeto» (Patriarcas y profetas, cap 29, p. 307).
Honremos a nuestros suegros y padres. Ojalá que cuando nos toque sentamos a mirar un álbum de recuerdos familiares podamos tener un grato recuerdo de lo que ellos representaron en nuestras vidas y en las de nuestros hijos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Lidia de Pastor

EL APLAUSO DE DIOS


Todo te saldrá bien, si procuras cumplir las leyes y disposiciones que el Señor ordenó. 1 Crónicas 22:13.

Deseas tener éxito en la vida? Tu respuesta, por supuesto, es un rotundo sí.
¿Quién no quiere triunfar? Muy bien, lee con sumo cuidado estas palabras: si quieres alcanzar el éxito, no lo persigas. Cuanto más lo persigas, tanto más te esquivará.
¿Recuerdas a Viktor Frankl, el psiquiatra austríaco que sobrevivió a los horrores de Auschwitz, el temible campo de concentración nazi? Él cuenta que cuando escribió el libro que en español se conoce como El hombre en busca de sentido, no quiso que su nombre apareciera en el libro. Frankl no quería fama. Solo quería transmitir al lector el mensaje de que «la vida tiene significado bajo cualquier circunstancia, aún las más adversas» (p. 16).
Finalmente, ante la insistencia de sus amigos, accedió colocar su nombre en la portada del manuscrito. El resto de la historia es conocido. El libro se convirtió en un éxito de librería. Para el momento de la muerte de Frankl, en 1997, se habían vendido más de diez millones de ejemplares y había sido traducido a 24 idiomas. Por supuesto, con el éxito vino la fama. Sin embargo, mientras vivió, nunca dejó de advertir: «El éxito, al igual que la felicidad, no se persigue, [simplemente] llega. [...]. Te llegará cuando no te preocupes por él» (Ibíd., pp. 16, 17).
Hay sabiduría en estas palabras. Alguien expresó la misma idea de otra manera: «El éxito es un viaje, no un destino. Y la felicidad se encuentra en el transcurso del viaje». Para comprobar la veracidad de estas palabras, basta pensar en los héroes juveniles de la Biblia: José, Daniel, Ananías, Misael, Azarías, Ester, Timoteo... ¿Cuántos de ellos vivieron obsesionados por el aplauso del mundo? ¡Ninguno! ¿Por qué, entonces, llegaron a ser grandes? Elena G. de White nos da la respuesta:
«EL SECRETO DEL ÉXITO ESTRIBA
EN LA UNIÓN DEL PODER DIVINO
CON EL ESFUERZO HUMANO».
(Patriarcas y profetas, p. 485]
No busques el aplauso humano. No esperes una felicitación por cada trabajo bien hecho. Haz cada día lo mejor que puedas, con la ayuda de Dios y para su gloria. Entonces el aplauso se oirá en el cielo.
Capacítame, Señor, para hacer de hoy lo mejor que pueda para la honra de tu nombre.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

¿HA HABLADO DE SU FE?


«Vuélvete a tu casa y cuenta cuan grandes cosas ha hecho Dios contigo» (Lucas 8:39).

¿Cuántas veces hemos oído decir que debemos hablar de nuestra fe? Pero ¿qué significa hablar de nuestra fe? Por favor, no malinterprete lo que le diré. No digo que no debamos dar estudios bíblicos o dirigir reuniones de evangelización, más bien añado una dimensión que tal vez usted no había considerado antes.
Cuando pensamos en hablar de nuestra fe, es probable que pensemos en dar una serie de estudios bíblicos. Nos imaginamos que tenemos que ser expertos en la doctrina de la Biblia y haber memorizado docenas de textos. No todo el mundo se siente cómodo con ese método.
Jesús y sus discípulos tuvieron una experiencia que pone de manifiesto que hablar de nuestra fe incluye algo más que dar estudios bíblicos o la celebración de reuniones de evangelización. Cierto día, un hombre poseído por los demonios salió corriendo de entre las tumbas para atacar a Jesús y sus discípulos. Por favor, dedique unos minutos a leer la historia completa. Se encuentra en Lucas 8:27-39. Me gustaría que centrara su atención en el versículo 39.  Después de ser curado, el hombre quería ir con Jesús y dar testimonio en su favor; en otras palabras, quería hablar de su fe. Entonces Jesús le indicó cómo. Le dijo: «Vuélvete a tu casa y cuenta cuan grandes cosas ha hecho Dios contigo». Jesús no dijo: «Vete a tu casa y cuéntales que los cerdos se arrojaron al lago o que sus dueños estaban asustados». Al contrario, le dijo al hombre que fuera a su gente y que les explicara lo que Dios había hecho por él.
Lo ve, ¿verdad? Hablar de nuestra fe incluye algo más que la celebración de reuniones de evangelización o dar estudios bíblicos. Incluye decir a otros lo que Jesús ha hecho por nosotros. Es importante conocer la verdad y hablar de ella a los demás, pero es igualmente necesario que digamos no solo lo que Jesús ha hecho, sino lo que está haciendo ahora en nuestras vidas.
Si alguien le preguntara hoy lo que Jesús ha hecho por usted, ¿qué le diría?  Piense en ello y, siempre que pueda, hable de su fe. Diga a otros qué hace Jesús por usted. Basado en Lucas 8:27-39

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill