domingo, 12 de junio de 2011

¡PERDONADA!

Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús. (Romanos 8:1)
Un inglés muy rico había prestado grandes cantidades de dinero a varias personas. Como era un hombre muy considerado, trataba con cariño a sus deudores y cuando se daba cuenta de que les era imposible devolver lo que les había prestado, ponía debajo de la deuda su firma junto a la palabra «perdonado». Iras la muerte de este buen hombre, sus familiares se dieron cuenta de que las cantidades de dinero que aparecían en aquellas cuentas «perdonadas» eran demasiado elevadas y decidieron dedicarse a la tarca de recuperarlas.
Como no pudieron lograrlo por sí mismos, llevaron el asunto ante un juez quien, al examinar uno de los casos, preguntó: «¿Es esta la firma del señor Fox?». «Si, -contestaron los demandantes-, de eso no nos cabe ninguna duda». Entonces, el juez sentenció: «Si esta es la firma legítima del señor Fox, no hay nada que obligue a estas personas a pagar lo que ha sido perdonado».
Vivimos en un mundo donde el mal impone su devastadora tiranía. Un mundo gobernado por un usurpador que cuenta con lacayos que lo sirven. Estos agentes del mal son portavoces del desaliento y de la condena, que procurarán persistentemente destruirnos, recordándonos los errores que hemos cometido en el pasado. Los dardos venenosos que disparan llegan a veces a herir nuestra alma con un sentimiento de condenación, pero si Cristo ha perdonado nuestros pecados, en vano se afana el diablo por hundirnos. Somos la niña de los ojos de Dios, porque su sangre preciosa nos rescató del lazo del cazador (ver Sal. 91: 3).
Cuando esos agentes lleguen hasta ti para hacerte sentir culpable, condenada y sentenciada a la muerte eterna, responde como lo hizo Martin Lutero: «Es cierto que soy pecadora, pero la sangre de Cristo me limpia de todo pecado».
Que tu corazón no deje nunca de cantar: «No existen cadenas atándome. Soy libre por gracia de Dios. La cruz me redimió. Su muerte me dio salvación. La sangre de Cristo Jesús limpia mi vida, me muestra su luz. Cristo murió y me perdonó. Ahora, libre yo soy».
No somos condenadas, sino perdonadas por la gracia de Cristo.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

SIEMBRA PARA EL FUTURO

Sembrad para vosotros en justicia, segad para vosotros en misericordia. Oseas 10:12.

Pablo declara enfáticamente: "Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará" (Gal. 6:7), y esta ley de la agricultura también gobierna todas las áreas de la vida. Ayer reflexionamos acerca de mirar lejos, para visualizar el futuro profesional que deseas, pero ¿estás dispuesto a trabajar para lograrlo? Con algo de preocupación, escuché el diálogo entre dos alumnos que sin querer mostraban la siembra que uno de ellos planeaba hacer:
—¿Qué piensas hacer el año que viene al terminar el colegio?
—Pues no estoy seguro, quizá me ponga a repartir pizzas con la moto en el negocio de mi tío.
—¿Y no vas a seguir estudiando en la universidad?
—No, todas las carreras que valen la pena requieren cinco o seis años de estudio, y eso es mucho tiempo. Prefiero trabajar ahora en algo que me dé dinero, y después veré.
Sin querer, este alumno no estaba prestando atención a los frutos que obtendría en años futuros, porque mientras él fuera joven y sus padres lo sostuvieran, el escaso salario de "repartidor de pizzas" alcanzaría para darse ciertos gustos, pero, ¿qué ocurriría en años posteriores si este muchacho deseaba formar una familia? ¿Le alcanzaría para vivir dignamente a él y a los suyos con el salario de repartidor?
Por esta razón, conviene que analices con cuidado dónde deseas estar en los próximos diez años: ¿En un consultorio? ¿Repartiendo pizzas? ¿En un bufete jurídico? ¿Limpiando las ventanas de un negocio? ¿Te gustaría ser empleado o tener tu propia empresa? ¿Te ves toda tu vida vendiendo revistas en un puesto, o prefieres diseñar programas de computadoras?
Estos empleos son dignos y honrados, pero para desempeñar algunos se requiere tiempo y esfuerzo, mientras que otros pueden llegar a arrojar ciertos beneficios al principio, pero no son duraderos. Muchos hombres y mujeres maduros que hoy se sienten desdichados con su trabajo, podrían encontrarse en una situación diferente si se hubieran preparado y capacitado en las primeras décadas de su vida.
Dios anhela colmarte de bendiciones, pero algunas de ellas solo llegarán como la cosecha de una buena siembra. ¡Estos años de juventud son los años de siembra! Procura sembrar lo mejor, para que la cosecha sea abundante.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

¡OH, BENDITA ESCLAVITUD!

Porque el que en el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del Señor; asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo. 1 Corintios 7:22.

Jesús es el divisor de aguas. El lindero entre el pasado y el futuro; entre lo que nunca debió haber sido y lo que será. Si no conoces a Jesús, tienes todo por conocer. Jesús es todo. En él, convergen las victorias y las derrotas. Las victorias, como el punto de partida de una nueva experiencia, y las derrotas, como el fin de una vida sin sentido. En Jesús, el ciego descubre la luz; el paralítico percibe que puede andar; los leprosos renacen y los muertos se encuentran de nuevo con la vida.
Jesús trasciende el tiempo. En él, las horas se detienen; se vuelven un permanente presente, no pasan. Él es la propia eternidad. Cuando Jesús llama, el esclavo ve el milagro de sus cadenas rotas. No más grilletes atados a sus pies: no más humillación; no más hábitos perniciosos que dominan ni vicios que se apoderan de los momentos más bellos. La culpa no te martiriza más. Puedes contemplar el nacimiento del sol desde las alturas de la libertad, y observar el abrir de una flor sin que el látigo del capataz hiera tus espaldas.
Cuando él llama, el libre se convierte en esclavo; esclavo del amor. Sirve, porque es su deleite servir; porque entiende que una eternidad de servicio no será suficiente para pagar el sacrificio de amor que se pintó de rojo en un madero en forma de cruz.
Ignora la belleza del evangelio el que vive atormentado por las reglas. Tú solo percibes que existe ley de tránsito cuando cruzas el semáforo en rojo; mientras lo respetes, conducir es un placer.
Mal entiende el amor de Jesucristo quien piensa que, por causa de la gracia, puede vivir sin límites. Existen los límites del amor. Son horizontes sin fin de una existencia abundante para quien respeta las leyes de la vida en este partido entre el bien y el mal.
Por eso, hoy, enfrenta los desafíos de un nuevo día reconociéndote esclavo del amor. Sirve a tu Dios. Ayuda a tus semejantes; haz felices a las personas que viven a tu lado y que, a veces, perecen por falta de un gesto de cariño.
Nunca es tarde para comenzar de nuevo. Siempre está abierta la posibilidad de cambiar el rumbo de la vida, porque: "El que en el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del Señor; asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón