lunes, 7 de mayo de 2012

PALABRAS VENENOSAS


«Chupará veneno de serpientes; la lengua de un áspid lo matará» (Job 20:16, NVI).

Este versículo me da un poco de miedo. Quizás alguna vez hayas visto una serpiente venenosa en un zoológico o en algún programa de televisión. Espero que nunca te hayas encontrado con una al aire libre. Aunque la mayoría de las serpientes venenosas no muerden si no las molestas, pueden llegar a ser muy peligrosas. Nunca te acerques a una.
La mayoría de las serpientes venenosas tienen dos grandes dientes o colmillos que salen de su mandíbula superior Estos colmillos son dos conductos huecos por los que sale el veneno. Cuando la serpiente venenosa muerde a un animal que se va a comer; le inyecta su veneno a la víctima y la mata. Qué triste, ¿verdad?
Desafortunadamente, esa es la manera en que la naturaleza funciona en un mundo de pecado. A veces las personas también pueden comportarse como una serpiente venenosa. No estoy hablando de que claven colmillos, sino de que sus palabras pueden ser como veneno. Las palabras pueden causar un gran daño en los sentimientos de los demás. En cierto modo, pueden llegar a serían dolorosas como la mordedura de una serpiente.
Permite que Jesús tome el control de las palabras que salen de tu boca. Deja que él haga que tus palabras sean dulces como la miel. Usa tus palabras para que la gente se sienta bien y para que puedan acercarse a su Padre celestial.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UNA SATISFACCIÓN INIGUALABLE



Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará. (Salmo 37:4-5).

Una de las decisiones más importantes de la vida es elegir al compañero ideal. Cuando yo decidí seguir a Jesús, Satanás comenzó a hostigarme fuertemente y mi vida se complicó hasta tal punto que abandoné los principios divinos. Con el paso del tiempo mis padres decidieron enviarme a la Universidad de Montemorelos y allí me enamoré. Encontré en aquel lugar a un Dios maravilloso que me libró en muchas ocasiones de la aflicción e incluso de una muerte segura.
Dios utilizó a un pastor para decirme lo que me sucedería si seguía fielmente al Señor. Recuerdo que me decía  que encontraría un hombre que me amaría mucho, y así fue. Dios me ha concedido la felicidad total. Me permitió conocer a mi esposo y compartir con él mis satisfacciones y mis tristezas, así como dos preciosos hijos. En todo aquello aprendí a conocer más del amor de Jesús y de su cuidado y misericordia. Asimismo, a reconocer que cada día el Señor iba moldeando mi vida para que me convirtiera en una nueva criatura. Hoy puedo decir que «ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí» (Gal. 2:20).
Tal vez tú hayas pasado, o estés pasando, por circunstancias similares a las que me ha tocado vivir a mí. Quizá pienses que la adversidad te ha golpeado hasta tal punto que has olvidado por momentos a tu amigo Jesús. Pero recuerda que la solución está en él, quien te ama y te comprende mejor que nadie. Dedica tiempo a buscarlo, pues no está lejos. Arrodíllate y ora; entrégate a él y empezarás a sentir el toque de Dios en tu vida.
Dios me ha concedido innumerables bendiciones, y también desea dártelas a ti. Ábrele tu corazón y permítele obrar en tu vida. Cuando menos lo imagines reconocerás que el Señor te está guiando y que todo será diferente.
Amante Dios, permite que decidamos encomendar nuestra vida y nuestros deseos a ti. Queremos actuar en todo momento bajo tu santa dirección y permanecer en tu dulce compañía. Por favor cuida de nosotras ahora y siempre. 

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Silvia Muñoz vive en México

¡LO QUE HACE DIOS!


El hombre mira lo que está ante sus ojos, pero el Señor mira el corazón. 1 Samuel 16:7 NRV2000

¿Te ha pasado alguna vez que, sobre la base de las apariencias, juzgaste mal a una persona, para luego comprobar que te habías equivocado? El relato bíblico de la prostituta que creía en Dios nos recuerda que nosotros solo vemos lo que está ante nuestros ojos, «pero el Señor mira el corazón», razón por la cual tenernos que ser cuidadosos a la hora de juzgar a la gente.
Recordemos la historia. Moisés ha muerto y Josué, el nuevo líder, envía a dos espías para que reconozcan la tierra de Jericó y le traigan un informe.  Durante el cumplimiento de su misión, los dos espías se hospedan en el hogar de una prostituta llamada Rahab, que les dice: «Sabemos que cuando ustedes salieron de Egipto, Dios secó el agua del Mar Rojo para que ustedes lo pasaran.  También sabemos que ustedes aniquilaron por completo a Sehón y a Og, los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del río Jordán» (Jos. 2:10).
¿Imaginas la sorpresa de los espías al escuchar estas palabras? Y, sobre todo, cuando Rahab les dice: «Es tanto el miedo que nos ha dado al saberlo que nadie se atreve a enfrentarse con ustedes. Porque el Señor, el Dios de ustedes, es Dios lo mismo arriba en el cielo que abajo en la tierra» (vers. 11).
¡Qué cosa tan asombrosa! ¡Una prostituta pagana expresándose así del Dios verdadero! Si los israelitas pensaban que Dios era «su propiedad», estaban muy equivocados. Nuestro Padre celestial tiene hijos en todas partes; a veces entre quienes menos lo imaginamos.
Ya conoces el resto de la historia. Rahab se casó con Salmón. De esa unión nació Booz, quien se casó con Ruth, la moabita. De su unión nació Obed, el padre de Isaí, quien fue el padre del rey David... y de la descendencia de David nació Jesús, nuestro Salvador. ¡Sencillamente increíble!
Definitivamente, el amor de Dios no conoce límites. Después de leer esta historia, no me atrevo a considerar a ninguna persona como indigna. Donde yo veo fracaso, Dios ve posibilidades. Donde veo perdición, él ve oportunidades de salvación.  ¿Tú qué piensas? ¿No te parece que Dios es...maravilloso?
Señor, capacítame para ver en cada ser humano a un hijo tuyo, no importa lo que digan las apariencias.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

SIEMBRE, NADA MÁS


«Y les dijo: "La mies a la verdad es mucha, pero los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies» (Lucas 10:2).

Soy un hortelano impaciente. Una vez he terminado de sembrar, me quedo un rato de pie, mirando mi pequeño huerto. Luego, cada día, voy al huerto y vuelvo a mirar. Estoy ansioso por ver cómo salen de la tierra los primeros brotes.
Jesús relató la parábola de un agricultor que sembraba un campo de trigo. Primero preparó el suelo, pero después sembró y ya no pudo hacer nada más para que crecieran las semillas. Aquella noche se fue a dormir y, a la mañana siguiente, cuando se levantó, probablemente ya se había olvidado de las semillas que había esparcido o, si llegó a echar un vistazo al campo, se dedicó a otros asuntos. No obstante, las semillas germinaron y el trigo creció.
Jesús preparaba a sus discípulos para que predicaran el evangelio y no quería que se desanimaran en caso de no ver resultados inmediatos. Por eso se sirvió de esta parábola para ilustrar que ellos tenían que plantar la semilla, pero que quien la hacía crecer era Dios.
Esta parábola también se nos aplica a nosotros. Somos como el agricultor. Podemos escoger el lugar donde sembraremos, reunir todos los materiales necesarios, preparar el suelo, abonar, sembrar y desbrozar. Pero no podemos hacer nada más que eso.  No podemos hacer que las semillas crezcan.
Si se siembra la semilla, o la Palabra de Dios, con fe y se recibe con fe, Dios hace el resto. El Espíritu de Dios obra después de que nosotros nos hayamos marchado (ver Job 33:15,16). Los profetas no viven para siempre, pero la Palabra que predicaron está haciendo su obra, aun cuando ellos estén en la tumba (ver Zac. 1:5,6).
El suelo es el corazón del que oye. Quizá sea duro, rocoso y poco profundo; quizá esté lleno de maleza; o quizá sea suelo bueno (Mat. 13: 4-8). Hacemos lo que podemos para preparar el suelo, pero después de eso, ya no está en nuestras manos hacer nada más.
Cristo quiso inculcar esta idea en sus discípulos. No se trataba de ellos, sino del poder milagroso de Dios, que da eficacia a su propia Palabra. Sencillamente, siga sembrando. Basado en Mateo 13:1-9

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill