miércoles, 26 de enero de 2011

UN CHAT CON RAQUEL

«Lea tenía los ojos apagados, mientras que Raquel era una mujer muy hermosa», Génesis 29: 17.

Tú: Oye Raquel, ¿podrías platicar tantito conmigo?
Raquel: ¡Claro! ¿En qué te puedo ayudar?
Tú: Mira, estoy haciendo un trabajo y mi tema es la belleza. Dime: ¿Qué se siente ser una mujer tan bella como te describe la Biblia?
Raquel: Bueno, aunque no lo creas, ese tema no es muy agradable para mí. Pensé que querías preguntarme algo más importante.
Tú: No, es que estamos estudiando la autoestima en la escuela, y quiero saber qué tan importante es ser una persona bonita.
Raquel: Supongo que leíste en Génesis la historia de cómo llegó Jacob a la casa de mi padre buscando esposa, ¿verdad? Tú: Sí.
Raquel: Yo tenía una hermana mayor, Lea, pero Jacob se enamoró de mí. Tú: ¡Qué romántico!
Raquel: Pues te diré, eso de la belleza no es gran cosa. Realmente yo no hice nada para ser guapa. Así nací.
Tú: Sí, ¿verdad? Los rasgos son hereditarios.
Raquel: Pero tu vida la puedes embellecer construyendo un lindo carácter amable y bondadoso. Eso es mucho mejor que ser la más bella, pero que nadie te aguante.

Tú: Gracias, Raquel. Eso voy a decir mañana. Me parece que tus comentarios son muy buenos.
Raquel: ¡Que tengas suerte! Saludos a tus compañeros.
Tú: Sí, y también les hablaré de la verdadera belleza que debemos tener, la del carácter.

Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez

CADA MAÑANA TE BUSCO

Yo, Señor, te mego que me ayudes; par la mañana busco tu presencia en oración (Salmos 88:13).

Cuando tecleé la frase «de mañana» para buscarla en la Biblioteca Electrónica, me percaté de que muchos personajes, con disímiles propósitos, se levantaron de mañana para lograr sus objetivos. Por ejemplo: Abimelec se levantó de mañana y reprendió a Abraham por su conducía equivocada. También fue de mañana cuando el patriarca, años más tarde, lomó un odre de agua y lo colocó en las manos de Agar, a quien despidió junto a su hijo. Labán besó a sus hijos y se despidió de ellos de mañana. De mañana, Moisés se presentó con un mensaje solemne ante el faraón.
Aunque hay personas a las que por naturaleza les gusta dormir toda la mañana, no es menos cierto que también por naturaleza el ser humano ha sido creado para realizar su actividad durante las horas de luz. Por lo que levantarse temprano por la mañana, con la frescura de la brisa, cuando todavía el sol no se ha convertido en ese verdugo implacable que hace brotar gruesas gotas de sudor, cuando nuestra mente está más descansada y nuestras fuerzas renovadas, resulta una gran bendición.
Si estás leyendo estas páginas durante las primeras horas del día, antes de dirigirte a tu trabajo o a tu escuela, o antes de comenzar las tareas diarias, tómate un par de minutos para sentir la presencia de Dios junto a ti y recrearte en ella. Si comienzas el día entregándote incondicionalmente en las manos de tu Salvador, obtendrás grandes victorias a lo largo de la jornada, pues tu mente estará bien enfocada en todo momento. Si aún es de noche cuando abras este libro, proponte tener una experiencia nueva mañana por la mañana y prepara tu despertador para ello. Estoy segura de que Dios te estará esperando, porque él quiere tener un encuentro personal contigo cada mañana, antes de que comiences tus actividades.
El sol que despierta el día te anuncia un nuevo encuentro con tu Dios. No faltes a la cita, pues saldrás de tu hogar fortalecida y te esperarán grandes bendiciones a lo largo de, la jornada.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

AMORES EQUIVOCADOS

Él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda. Mateo 20:21.

De las familias mencionadas en los Evangelios, una de las más notables fue la familia de Zebedeo. Santiago y Juan eran los hijos de este noble pescador, y trabajaron con él en la pesca hasta que el Señor los llamó (Mat. 4:21, 22). Zebedeo no se opuso al llamamiento, sino que le permitió al Maestro de Galilea que adoctrinara a sus hijos.
Estos dos hermanos formaron parte del círculo íntimo de Jesús, presenciaron sus impresionantes milagros, escucharon sus grandes enseñanzas y anhelaban estar cerca de su amado Maestro cuando Jesús formara su gobierno. El tema de quién era el mayor y más destacado entre los doce discípulos había ocasionado constantes disputas entre ellos, pero nunca habían llegado a ponerse de acuerdo. Cada discípulo creía merecer el segundo lugar después de Jesús. Por eso, la familia de Zebedeo ideó un plan: al ver que Jesús atendía a las madres y las valoraba grandemente, sería la madre de los discípulos la encargada de pedirle al Mesías que les diera los lugares de honor al lado de su trono.
Cuando la ocasión así lo propició, esta piadosa madre se acercó al Maestro junto con sus dos hijos, Santiago y Juan. Entonces Jesús le preguntó: "¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda". Los otros diez discípulos apenas creían lo que estaban oyendo. Se sintieron indignados y enojados. Entonces el Señor, con toda paciencia, les explicó las bases de su gobierno.
Aunque la madre de Juan y Santiago anhelaba lo mejor para sus hijos, su pedido reflejaba un entendimiento equivocado de la misión de Jesús y un deseo egoísta y estrecho. El reino de los cielos no responde a las ambiciones políticas de los hombres, ni tampoco establece estructuras de poder para beneficiar a sus ocupantes. Lo que esa madre debió haber deseado era que sus hijos permanecieran con Jesús y participaran de su ministerio. Con el tiempo, ambos hombres cumplieron funciones extraordinarias en la formación del gran movimiento cristiano, pero solo cuando comprendieron la naturaleza espiritual del reino de Dios.
Ahora bien, más allá de si estaba bien o no el pedido de esta madre, podemos ver detrás de esta historia una enseñanza que repercute hasta el presente: la unidad familiar. Estos padres se unieron para que sus hijos permanecieran al lado de Jesús, y esta unidad debería estar presente en cada hogar de esta tierra.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

EL CLAMOR DE MI PUEBLO

Dijo Dios Jehová: bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores, pues he conocido sus angustias. Éxodo 3:7.

Felipe llega temprano al trabajo, todos los días. Realiza más de lo que su responsabilidad demanda. Es siempre el último en salir. Cualquier empresa disputaría los servicios de Felipe. ¿Quién no desea un empleado inteligente, comedido y listo a ir más allá de sus obligaciones?
Sin embargo, el jefe de Felipe le dificulta la vida. Lo provoca y trata de irritarlo, para ver si pierde la paciencia. Últimamente, Felipe anda desanima¬do. Cree que, de cierta manera, Dios está siendo injusto con él. -Parece que Dios se olvidó de mí -se queja.
Regresa a casa cansado, frustrado y a punto de explotar. Pero, el texto de hoy afirma que "Dios ve la aflicción de su pueblo". Siempre. Aunque parezca que no. Siglos atrás, Israel, como Felipe, sufría por causa de sus exactores. ¿Sabes a qué se dedica un exactor? A exacerbar, a irritar y a causar enfado, sin motivo. Tú puedes hacer lo mejor, con la mejor buena voluntad pero, para el exactor, nada de lo que haces está bien. A él no le importa tu trabajo: lo que desea es sacarte de tus casillas; y, si tú reaccionas, él se vale de tu reacción para decir que no vales.
Encuentras a los exactores en todos los lugares y en cualquier circunstancia. En el lugar donde trabajas, en tu hogar, en la escuela y hasta en la iglesia. Están siempre a tu alrededor, perturbando tu paz.
Frente a esas injusticias, haz lo que Israel hacía: clama a tu Dios. No te quejes ni te lamentes; los lamentos satisfacen el hambre del exactor.
Dios dijo a Moisés: "Bien he visto la aflicción de mi pueblo y he conocido su clamor y he conocido sus angustias". Nada está oculto a los ojos de Dios. A veces, te puede dar la impresión de que cerró sus ojos, tapó sus oídos y cruzó los brazos; no es verdad: Dios está siempre atento, esperando el mejor momento para entrar en acción.
¿Cuál es el mejor momento? Cuando hayas crecido, madurado y aprendido. Nada triste ocurre en tu vida sin un propósito didáctico. Tu exactor quiere destruirte, pero Dios toma las circunstancias difíciles y las transforma en instrumentos de edificación y crecimiento.
Solo necesitas esperar y aprender. Entonces, Dios declarará: "He visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto y he oído su clamor a causa de sus exactores, pues he conocido sus angustias".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón