miércoles, 23 de septiembre de 2009

PIDE PERDÓN

De modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto (Colosenses 3: 13, 14).

Alguna vez tuviste que pedir perdón? Qué difícil es hacerlo, ¿no es cierto? Requiere armarse de valor para enfrentar una situación que, una misma provocó, porque la boca habló demasiado rápido y la mente se tardó en razonar bien las cosas. Por lo general procuro ser más prudente, pero aquella mañana no fue así. En realidad, pensé que mi comentario era inocente, por lo menos así lo creí. Sin embargo, al otro lado de la línea telefónica mis palabras habían ofendido a mi querida amiga.
¡Cuántas veces hemos escuchado acerca del daño que nuestras palabras pueden hacer! A veces nos damos cuenta en seguida, otras veces no. Esa mañana me di cuenta porque después de colgar el teléfono, mi amiga me volvió a llamar para decirme que no merecía mis palabras y que se sentía muy lastimada. Al oírla me di cuenta que estaba muy afligida y resentida, a tal punto que el llanto le impidió seguir hablando, así que tuvo que colgar el teléfono.
Quise ir a verla, pero decidí no hacerlo para no agrandar el problema. Opté por pensar que se le pasaría el resentimiento, pero sus palabras resonaban en mi mente. Yo la había lastimado. En seguida me puse de rodillas y le pedí perdón a Dios. No había querido hacerle daño. Rogué al Señor que pusiera en mi boca las palabras que subsanaran esa herida y salvaran nuestra amistad. Fui a buscarla para aclarar todo y pedirle perdón. Cuando nos encontramos le pedí que me perdonara. Nos abrazamos y lloramos. Entre lágrimas, palabras y mucho cariño, le volví a pedir perdón.
¡Qué regalo tan hermoso es la amistad y el cariño que entre mujeres disfrutamos! ¿Te has dado cuenta cuan fácil es pedirle perdón a una amiga pero qué difícil resulta a veces practicar ese don con nuestro cónyuge o con un hijo? Te invito a meditar en la oración modelo de nuestro Señor Jesucristo y a no olvidar que si perdonamos, también nosotras somos perdonadas. ¡Qué maravilloso es saber que nuestro Padre celestial se ocupó de darnos el regalo de la amistad y el don de perdonar! Es mi deseo que sepamos siempre perdonar y olvidar. Pero mejor aún, que aprendamos a pedir perdón cuando ofendamos a alguien.

Lucy S. Benítez
Tomado de Manifestaciones de su amor

EN UN MOMENTO

El que aprende y pone en práctica lo aprendido, se estima a sí mismo y prospera. Proverbios 19:8 

La Orquesta Sinfónica de Detroit acabó el concierto. El solista levantó el arco de su violoncelo y el público irrumpió en un aplauso. Después de las acostumbradas reverencias y los agradecimientos de rigor de la orquesta, el violoncelista salló del escenario y volvió a salir reclamado por el público enfervorizado. Cuando la ovación terminó, el director indicó que seguiría un intermedio de media hora para permitir que los músicos de la orquesta pudieran disfrutar de una pausa. Los patronos, elegantemente vestidos, se abrieron paso hacia el área especial de recepción. Uno de los primeros violines vio a unos amigos entre el público. Así que, dejó el instrumento en la caja y abandonó el escenario. Cuando el timbre indicó que el intermedio estaba a punto de concluir, la gente empezó a regresar al auditorio. El violinista se dirigió al área destinada a los intérpretes y fue a caer justo encima de su instrumento. Tuvo que acabar el concierto con la caja de resonancia del violín hundida. Al día siguiente, llevó el instrumento a un lutier. Le llevó horas recomponer la caja. El violinista pudo tocar de nuevo el violín, pero nunca sonó como lo había hecho antes del accidente. Antes de tomar decisiones importantes, piensa en los efectos que pueden tener a largo plazo. No puedes retirar unas palabras crueles después de haberlas dicho. No puedes pedir que te devuelvan un dinero después de haberlo gastado. No puedes reservarte para el esposo o la esposa si antes del matrimonio has experimentado con el sexo. Dios puede ayudarte a recomponer tu vida. Pero te evitarás mucho sufrimiento y muchas decepciones si, ante todo, haces lo correcto. 

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

PASAR EL EXAMEN

Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman Santiago 1:12

¡A qué se refiere Santiago cuando alude a «la tentación»? El término griego peirasmós se refiere a las "pruebas", lo que implica cualquier situación que ponga a prueba la fe o el carácter. Peirasmós incluye aflicciones como enfermedades, la pobreza u otras calamidades, y también la insinuación directa del pecado. «Este versículo pone énfasis en la bendición que acompaña a una firme resistencia que capacita a una persona a salir ilesa de sus pruebas» (Comentario bíblico adventista, t. 7, p. 525). ¿Ha sido probada tu fe últimamente? ¿Ha sido probado tu carácter cristiano? ¿Cómo has salido de la prueba? ¿Recibiste la bendición que acompaña a la firme resistencia que sale ilesa de las pruebas? Debemos ganar la victoria sobre nuestras pruebas, porque se pronuncia una bienaventuranza sobre los vencedores. Y también está la promesa de que el vencedor recibirá «la corona de la vida», que Dios ha prometido a los que lo aman. ¿Cómo podemos soportar la tentación y salir vencedores cada vez que el enemigo nos tiente? ¿Cómo podemos mantener nuestra fe y nuestra lealtad a Dios cuando una enfermedad larga y dolorosa nos ataca a nosotros o a alguno de nuestros seres queridos? Quizá la prueba que estés sufriendo sea la de la pobreza. Por más que te esfuerzas, no logras tener todo lo que necesitas para vivir en paz, tranquilo y feliz, con todas las necesidades de los tuyos satisfechas. Es ciertamente una gran prueba padecer necesidades cuando tenemos a un Padre que dijo: «Mía es la plata, mío es el oro» (Hag. 2: 8). Es una realidad que la pobreza es el estatus de la mayoría de los cristianos. Somos probados en la lucha para ganar el pan de cada día y el techo y el abrigo que necesitamos. ¿Y qué diremos de las calamidades naturales que han azotado al mundo y han herido a los cristianos en todo el mundo? ¿Quién envió los ciclones y los terremotos que nos han azotado? Es evidente que no es explicación lo que necesitamos, sino ayuda divina para tener la capacidad de resistir la tentación y soportar la prueba. Así le ocurrió a Job: «Su experiencia ha hecho que Job aprenda el significado de la fe. Su visión de Dios le ha inducido a rendirse a la voluntad divina. Su entrega a Dios ya no es afectada por las circunstancias. Ya no espera recibir bendiciones temporales como una señal del favor del cielo. Su relación con Dios descansa sobre una base más firme que antes» (Comentario bíblico adventista, t. 3,p. 618).


Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.