jueves, 23 de febrero de 2012

UNA FUERTE MEDICINA

«¡Cómo nos viene a la memoria el pescado que comíamos gratis en Egipto! Y también comíamos [...] ajos» (Números 11:5).

¿Alguna vez has comido pan con ajo? Es simplemente delicioso. Bueno, al menos a mí me lo parece. Yo creía que la única manera de comer pan con ajo era mezclando ajo en polvo con mantequilla y untándolo en el pan. Hasta que conocí a mi suegro, quien me enseñó cuál es el «verdadero» pan con ajo. Él toma pan crujiente europeo y lo fríe en aceite. Después, toma un pedazo de ajo fresco y lo frota en el pan. ¿Hablábamos de cosas fuertes?
Pero el ajo no solo se usa en el pan. Tengo un amigo que toma pastillas de ajo para permanecer sano. Los científicos han descubierto que el ajo puede prevenir el cáncer ¡Qué maravilloso es el ajo: sabe bien y puede ayudar a curar enfermedades! Dios es sin duda el mayor de los médicos, y los vegetales son sus medicinas.
Es importante que comas bien para permanecer saludable, pero no lo hagas solo para poder jugar y tener energía. Hazlo también para que puedas tener una mente sana que pueda pensar bien y escuchar mejor a Dios. Así que cómete tus vegetales y pídele a Dios que te muestre cómo vivir ¡Él te hablará si tú lo escuchas!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EN LAS COSAS PEQUEÑAS

Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí y oyó mi clamor. (Salmo 40:1)

Siempre he sido un poco despistada y hay ocasiones en que no recuerdo dónde dejó las cosas. Un sábado por la mañana llegué a la iglesia temprano, como de costumbre, ya que mi padre nos enseñó que debemos llegar a tiempo a la casa de Dios. Sin embargo, aquel sábado llegamos más temprano de lo habitual. Me bajé del auto sosteniendo en las manos mi Biblia, un himnario, unos papeles, unos discos compactos y mi celular. Esa fue una de las pocas ocasiones en que no llevaba cartera. Como aún no habían llegado muchos hermanos, dejé las cosas que llevaba en las manos en la última banca, mientras salía a colocar un anuncio.
Al regresar tomé mis pertenencias y me dirigí al frente para sentarme. De pronto me di cuenta de que no tenía conmigo el celular, así que comencé a buscarlo por todas partes. Fui a la banca de atrás con la esperanza de hallarlo, pero no estaba allí. Lo busqué en las demás bancas, pero nada. Los hermanos iban llegando y no aparecía mi teléfono. Yo comenzaba a desesperarme e intentaba recordar dónde lo había dejado. Varios jóvenes me ayudaron a buscarlo, pero no aparecía.
El primer anciano de la iglesia me vio muy preocupada y me preguntó si me sucedía algo. Le dije que mi teléfono había desaparecido de la última banca y que ya lo daba por perdido. Empezó la Escuela Sabática y yo seguía pensando en el celular, mientras que en mi corazón le rogaba a Dios que me ayudara a encontrarlo porque tenía cosas importantes grabadas en él. No lograba entender por qué alguien me había sustraído el celular en la iglesia.
Antes de que comenzara el culto divino, elevé una oración contándole al Señor mi problema. Luego me dirigí al cuarto pastoral y allí encontré a mi hermana. Después de saludarme me dijo que mi teléfono había aparecido. En cuanto escuché aquello me tranquilicé y le agradecí al Señor por haber respondido mi oración.
Quizá te parezca algo insignificante el extravío de un teléfono, pero entendí mediante aquel suceso que Dios nos ayuda aun en las cosas más pequeñas. Jesús está dispuesto a ayudarte hoy. Ora con fe y él responderá a tu necesidad.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Leslie Flores Garda

NO ME GUSTA ESPERAR

En este mundo todo tiene su hora. Eclesiastés 3:1.

Cuando Carlos Robertson, por entonces un joven de 19 años, salió de su casa esa mañana, no imaginó que antes de finalizar el día sería un reo de la justicia. Simplemente se dirigió a un banco con la intención de pedir un préstamo. Lo que ocurrió luego, ni él mismo lo podría haber imaginado.
Cuando llegó al banco, llenó una planilla de datos personales y se fue. Pero después de abandonar la entidad bancaria, cambió de parecer. ¿Por qué tenía que esperar?. Entonces decidió conseguir el dinero rápidamente. Buscó una pistola y regresó al banco. Le entregó al cajero una nota en la que le decía que entregara el dinero. En cuestión de minutos, Carlos salía del lugar con el dinero que necesitaba, y tal como lo quería: rápido.
No había llegado muy lejos cuando se acordó de que había olvidado el papel que usó para el robo. Ahí estaban sus huellas. Regresó al banco, lo arrebató de manos del cajero y salió disparado. ¡Pero entonces dejó las llaves del automóvil en el mostrador, frente al cajero! Sin tiempo para buscarlas, entró al baño de un restaurante. Removió una lámina del cielo raso y escondió el dinero y la pistola.
Cuando al fin llegó al apartamento, lo estaba esperando el amigo que le había prestado el automóvil. —Necesito el auto.
—Tu auto...—respondió Carlos, mientras pensaba qué decir—. ¡Me lo robaron! Entonces el amigo, que nada sabía del robo, llamó a la policía. Ya puedes imaginar el resto de la historia.
Entiendo que este es el relato ideal para ilustrar el colmo de la estupidez, pero también es apropiado para ilustrar un mal moderno: Nos cuesta mucho esperar. Hoy día todo es rápido: comida rápida, información rápida y noviazgos rápidos. De manera que no está de más recordar hoy la importancia que tiene en la vida saber esperar.
Piensa por un momento en las cosas más valiosas que tiene la vida y descubrirás que muchas de ellas necesitan de tiempo, de un proceso de maduración: el cultivo de buenos hábitos, el desarrollo del carácter, las amistades perdurables, la preparación profesional. Todas requieren de tiempo. Es el esfuerzo perseverante, día tras día, año tras año, junto con la bendición de Dios, lo que nos pone en posesión de esos tesoros. No nos adelantemos (¡pero tampoco nos atrasemos!).
Señor, ayúdame a saber esperar y también a perseverar.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

ANDAR UNA SEGUNDA MILLA

«A cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos» (Mateo 5:41).

¿Alguien lo obligo alguna vez a hacer algo que usted no quería? Si me hiciera esa pregunta a mí, mi respuesta tendría que ser: «Sí». Cuando tenía doce o trece años y mi padre o mi madre me pedían que hiciera algo, no era extraño que respondiera: «Espera un minuto». Entonces mi padre me decía con firmeza: «Hijo, te pido que lo hagas ahora».
Por tanto, dejaba de hacer lo que tenía entre manos y, a regañadientes, hacía lo que se me pedía tan deprisa como podía, por lo que no siempre ponía todo el cuidado necesario en ello. A veces papá me llamaba para que terminara de hacer un trabajo; a lo que yo protestaba quejándome de la «injusticia». Al mirar atrás, me arrepiento de mi actitud irrespetuosa.
¿Qué dice Jesús que tenemos que hacer cuando se nos pide que hagamos algo que nos desagrada? «A cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos» (Mat. 5: 41). Jesús se refería a una ley romana que autorizaba a los soldados de la legión a obligar a cualquiera para que llevara una carga durante una milla (o lo que es lo mismo: mil pasos). Así fue como Simón cireneo fue obligado a llevar la cruz de Jesús de camino a la crucifixión (Luc. 23:26).
Aunque esa ley romana de servicio forzoso ya no está en vigor, este versículo de la Biblia es aplicable directamente a la vida actual, en particular en el trabajo y en casa. ¿Con qué frecuencia nuestro jefe nos pide que hagamos algo que nos parece del todo irracional? ¿Cuál es el consejo de Jesús? «No te quejes y anda otra milla más».
¿Por qué nos dice que hagamos esto? ¡Porque quiere que seamos libres! Cuando únicamente hacemos lo que nos dicen que hagamos, somos esclavos. No tenemos otra opción. Pero cuando hacemos algo de más, es nuestra propia elección. Nadie nos pide que lo hagamos. Ya no somos esclavos, sino que tomamos la iniciativa. Hacer más de lo que estamos obligados a hacer nos libera. No tenemos motivos para estar resentidos, ni nuestro espíritu debe ser quebrantado. ¿Puede ver la lógica de este razonamiento?
Hoy, cuando alguien le pida que haga algo, hágalo. Pero no desprecie la oportunidad de hacer aún más; ande una segunda milla. (Basado en Mateo 5: 38-42)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill