jueves, 21 de febrero de 2013

EL GRUPO RAYOS DE SOL


Lugar: Singapur
Palabra de Dios:

¿Qué vas a hacer esta tarde? -me preguntó mi amigo a la salida de la iglesia.
Me encogí de hombros.
-No lo sé... Quizá dormir una siesta o algo así.
-¿Por qué no vienes con nosotros al hospital?
-¿Al hospital? ¿Para qué?
-Lo llamamos Grupo Rayos de Sol -me dijo-. Vamos por los pasillos y cantamos para los pacientes. Parece gustarles. Estás invitada.
Estuve de acuerdo en ir, y así fue como terminé yendo al hospital ese sábado de tarde. No estaba segura de cómo resultaría esa experiencia. Nunca me había sentido cómoda en un hospital, y cantar no era mi punto fuerte.
Entramos, y nos paramos a lo largo de un pasillo. Las puertas de las habitaciones de los pacientes estaban abiertas. Nuestro líder había traído una guitarra, y comenzó a tocar unos acordes. Pronto, estábamos cantando un canto tras otro. Las enfermeras nos sonreían, y a veces sacaban a los pacientes al pasillo en sillas de ruedas, para que nos vieran.
Después de cantar varias canciones, nos separamos y entramos en las habitaciones, para orar con los pacientes. Ellos estaban felices de vernos.
-Vuelvan pronto -nos pedían.
Y yo decidí ir con el Grupo Rayos de Sol todas las veces que pudiera.
Quizá te gustaría intentarlo algún día. Forma un grupo en tu iglesia; o quizá quieras hacerlo con tu familia. Visita un hogar geriátrico o un hospital. Esparce los rayos del Sol de justicia. Como dijo Jesús: "Necesité ropa, y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron".

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

EL AMOR ES VALIENTE


Teniendo un mismo parecer, un mismo amor, unidos en alma y pensamiento. No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás. Filipenses 2:2-4.

Hace un tiempo, cierto informativo exaltó la hazaña de una novia que estuvo dispuesta a bajar al fondo del mar para celebrar su boda religiosa, ya que su prometido era un científico explorador de las profundidades marinas. Otro hecho heroico fue el que protagonizó un padre al bajar por una estrecha cisterna maloliente para rescatar a su pequeño, que había caído en ella.
El amor verdadero es valiente. Es el tipo de amor que va más allá de la simple preocupación que pudiéramos sentir por otros, llega al sacrificio y está por encima de los sentimientos y las emociones. Es el tipo de amor expresado en el texto que dice: «Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16).
De tal manera nos ama Cristo que estuvo dispuesto a dar su vida para garantizar la nuestra. ¡Maravilloso ejemplo de amor valiente! La madre que ama a sus hijos con amor valiente no se amedrenta frente a la conducta obstinada del hijo adolescente, que en busca de independencia se rebela a la autoridad paterna. Por el contrario, movida por el amor ejerce su autoridad de madre sin que le tiemble el pulso.
La esposa que ama a su esposo con amor valiente es capaz de demostrarle su amor por medio de palabras y acciones amorosas, aunque en su pasado haya un historial de abuso y desamor.
El amor valiente nos coloca frente a otras mujeres como defensoras de los valores eternos, aunque las tendencias feministas actuales no siempre estén de acuerdo con ellos. El amor valiente proclama que en el centro de todas nuestras relaciones está Cristo Jesús, y él nos mueve a actuar en toda circunstancia.
¡Mujer, te exhorto a amar este día con amor valiente! Que de cada una de tus obras emane por extensión el maravilloso amor de Jesús, que te ama tanto que decidió renunciar a la gloria celestial por tu salvación. ¡Sal y comparte ese privilegio con quien te encuentres en el camino!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

FE, TÍTULOS DE PROPIEDAD Y VASIJAS DE BARRO


Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa (Hebreos 11:11).

Fe es dar por hecho lo prometido. Hace muchísimos años, en Egipto, dos personas disputaban entre sí una propiedad. Para demostrar sus derechos ante el juez, la dueña legítima reunió los documentos y los envió al tribunal por medio de un siervo de confianza. Para que el mensajero transportara los documentos con seguridad, la dueña los puso en una vasija de barro. El siervo se detuvo en una posada para pernoctar, pero aquella noche se incendió el lugar. No sabemos qué fue del siervo, ni qué pasó con el reclamo de la dueña, pero los documentos que llevaba permanecieron en la vasija, sepultados bajo las arenas del desierto.
Pasaron casi dos mil años hasta que la pala de un arqueólogo descubrió la vasija. En su interior se hallaba la carta que la dueña había escrito al juez, en la que reclamaba su propiedad. Y en ese mismo recipiente estaba el título de propiedad, el documento legal que establecía su derecho.
Este incidente resulta de gran interés al estudiar la enseñanza del apóstol Pablo sobre la fe en su Carta a los Hebreos. Conocemos bien la descripción: «La fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve» (11:1). Pero sucede a veces que estas palabras son más conocidas que comprendidas. ¿Qué quiso decir el apóstol al afirmar que la fe es la seguridad de las cosas que se esperan? Aquí nos ayuda el descubrimiento arqueológico que se hizo en Egipto. Al presentar su reclamo, la dueña dijo que presentaba su hupostasis. ¿Pero qué adjuntaba? Su título de propiedad, es decir, la base, el fundamento de su reclamación. En Hebreos 11:1 la palabra traducida como «certeza» es, precisamente, la palabra hupostasis. Es decir, podríamos traducir el pensamiento de Hebreos 11:1 de este modo: «La fe es el fundamento de lo que se espera, la convicción de lo que no se puede ver».
Todos conocemos el valor y la importancia de los títulos de propiedad. Sin el título de propiedad de una casa o de un automóvil, cualquier persona tendría graves dificultades para demostrar que es su dueño. Pero con el título de propiedad, si es genuino, cesa toda la discusión porque el fundamento de la reclamación es sólido. ¿Tienes el título de propiedad de lo que Dios ha prometido?

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

PARA SER UN HIJO DE DIOS


Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Juan 1:12.

Si pudiéramos apreciar esta gran bendición, ¡qué ventaja sería para nosotros! Se nos da el privilegio de ser colaboradores de Dios en la salvación de nuestras almas. Recibir y creer es nuestra parte del contrato. Hemos de recibir a Cristo como nuestro Salvador personal, y hemos de continuar creyendo en él. Esto significa morar en Cristo, y [estando] en él, mostrar en todo tiempo y circunstancia, una fe que es una representación de su carácter: una fe que obra por el amor y purifica el alma de toda mancha...
Cada uno debemos obtener una experiencia por nosotros mismos. Nadie puede depender de la experiencia o práctica de cualquier otro individuo para salvarse. Cada uno debemos familiarizarnos con Cristo para poder representarlo adecuadamente al mundo... Ninguno de nosotros necesita excusar nuestro temperamento apresurado, nuestro carácter deforme, nuestro egoísmo, envidia, celo o cualquier impureza del alma, cuerpo o espíritu. Dios nos ha llamado a la gloria y la virtud. Hemos de obedecer el llamado...
¿Cómo podemos escapar del poder de uno que fuera una vez un ángel exaltado en las cortes celestiales? Él era un ser lleno de belleza y encanto personal, bendecido con un intelecto poderoso. Debido a su exaltación se creyó igual a Dios... ¿Cómo podemos discernir sus falsas teorías y resistir sus tentaciones? Solo a través de la experiencia individual ganada al recibir un conocimiento de Jesucristo nuestro Señor. Sin ayuda divina no podremos de manera alguna escapar las tentaciones y trampas que Satanás ha preparado para engañar las mentes humanas...
Hemos de andar como él anduvo, siguiendo de cerca sus pisadas, manifestando su mansedumbre y humildad... El servicio de Cristo es puro y elevado. El camino que él transitó no es de agrado propio o gratificación propia. El les habla a sus hijos y les dice: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame" (Mat. 16:24). El precio del cielo es el sometimiento a Cristo. El camino al cielo es la obediencia al mandato, "niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame". Como Jesús transitó, debemos transitar nosotros. El camino que él siguió, nosotros debemos seguir; porque ese camino conduce a las mansiones que él está preparando para nosotros.— Review and Herald, 24 de abril de 1900.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White