jueves, 29 de agosto de 2013

SOLO UN BRAZO IZQUIERDO

Lugar: Austria
Palabra de Dios: Salmo 42:11

Al concluir la última obra, la multitud rompió en aplausos. «¡Bravo! ¡Bravo!», gritaban. Paul Wittgenstein, el joven pianista, se puso de pie e hizo una reverencia. Todos concordaban en que tenía por delante una brillante carrera musical. Pero, cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, Paul fue llamado a unirse al ejército. «Ojala esta guerra termine pronto», pensaba a menudo. «Ojala pudiera irme a casa, a tocar el piano».
Y entonces, un día, algo trágico sucedió. Una bala enemiga le destroza el brazo derecho a Paul. La herida era tan seria que el médico no tuvo otra opción que amputarle el brazo. El amor que Paul sentía por la música evitó que se desanimara. ‘No se cómo voy a hacerlo, pero igual voy a ser un gran pianista».
Al volver a su casa, Paul comenzó inmediatamente a trabajar en pro de su meta. Era muy difícil tratar de tocar una obra complicada con solamente una mano, pero persevere, practicando entre seis y siete horas por día. Pronto, su música comenzó a sonar como si estuviera tocando con las dos manos. Eventualmente, sus esfuerzos dieron frutos, y pudo tocar otro concierto.
Una vez más, la multitud lo escuchó embelesada. Los dedos de Paul volaban por las teclas negras y blancas. A pesar de haber perdido un brazo en la guerra, Paul Wittgenstein cumplía su sueño de llegar a ser un gran pianista, tocando tan bien como cualquier pianista con dos manos. Tocó el piano durante más de cuarenta años, hasta que murió en 1961.
La Biblia dice: «¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza, y todavía lo alabare. !El es mi Salvador y mi Dios!» ¿Te sientes desanimado, a veces? No permitas que las circunstancias te arrastren. Pon tú esperanza en Dios y sigue tus sueños.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

SIN DOLOR NO HAY CRECIMIENTO

Él los mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en el día de nuestro Señor Jesucristo. 1 Corintios 1: 8

Aunque no hemos sido creadas para sufrir, reconocemos que el dolor puede llegar a nuestras existencias como consecuencia del pecado. No obstante, es en la escuela del dolor donde aprendemos las mayores lecciones de la vida. Ocasionalmente, cuando las aflicciones llaman a la puerta, experimentamos sentimientos y emociones devastadores que incluso podrían hacernos dudar de la bondad de Dios, y de los buenos planes que tiene para cada uno de sus hijos y de sus hijas.
El Señor no es el autor del dolor. Muchas veces somos afligidas y pasamos por pruebas de fuego que a la larga harán de nosotras mejores personas y mejores cristianas. «Ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada» (Sant. 1: 3-4).
El gran consuelo consiste en saber que si Dios está con nosotras, cuando lleguen las pruebas, saldremos de ellas grandemente bendecidas y fortalecidas. La prueba de la fe en Dios es superada y nuestra vida enriquecida. ¿Acaso habrá mayor bendición que esa? Toda la gracia del cielo está a nuestra disposición y podemos exclamar como el apóstol: «Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren» (2 Cor. 1: 3-4).
La intención de Satanás es motivarnos a que neguemos la eficacia del poder de Dios y de sus promesas cuando la aflicción llega. En esos momentos, podemos llegar a sumergimos en un mar de dudas y correr el peligro de que esas dudas nos ahoguen. Somos víctimas de la conmiseración y buscamos inspirar lástima corno nuestro único y mejor consuelo.
Amiga, en caso de que te encuentres acorralada por un sinfín de problemas y aflicciones, y de que estés buscando una salida sin encontrarla, recuerda que Dios está a tu lado. Confía en él, suplica que te dé fortaleza con todo el poder de tus sentidos y de tu corazón y finalmente, espera en él. Él actuará a tu favor y serás una mujer no solamente delicada como el pétalo de una flor, sino también fuerte y de decisiones firmes en el nombre del Señor.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

NO PIERDAS LA FE

Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida (Hebreos 10:39).

Viktor Frankl cuenta la historia de un prisionero que perdió la fe y la esperanza: “El prisionero que perdía la fe en el futuro estaba condenado. Con la quiebra de la confianza en el futuro faltaban las fuerzas del asidero espiritual; el prisionero se abandonaba y decaía, se convertía en sujeto del aniquilamiento físico y mental. Normalmente esto se producía de repente, en forma de crisis, cuyos síntomas resultaban familiares para el prisionero experimentado.
“Una vez fui testigo de la pérdida de la fe en el futuro y el peligro de darse por vencido.
F., el jefe de mi barracón, compositor y libretista famoso, me confió un día:
“-Me gustaría contarle algo doctor. He tenido un extraño sueño. Una voz me invitaba a desear cualquier cosa, bastaba con preguntar lo que quería saber y mis preguntas serían respondidas de inmediato. ¿Sabe qué pregunté? Cuándo terminaría la guerra para mí. Ya sabe lo que quiero decir, doctor, ¡para mí! Conocer cuándo seríamos liberados de este campo y cuándo terminarían nuestros sufrimientos.
“-¿Y cuándo tuvo usted ese sueño? -le pregunté.
“-En febrero de 1945 -contestó.
Por entonces estábamos a principios de marzo.
“-¿Qué respondió la voz en su sueño?
“En voz baja, casi furtivamente, me susurró:
“-El treinta de marzo.
“Cuando F. me contó aquel sueño, todavía se encontraba rebosante de esperanza y convencido de la veracidad del oráculo de la voz. Sin embargo, a medida que se acercaba el día prometido, las noticias que recibíamos sobre la guerra menguaban las esperanzas de ser liberados en la fecha indicada. El 29 de marzo, de repente, F. cayó enfermo con una fiebre muy alta. El 30 de marzo, el día en que según su profecía terminaría la guerra y el sufrimiento para él, empezó a delirar y perdió la conciencia. El 31 de marzo falleció”.
Los cristianos han salido vencedores en situaciones que no ofrecían ninguna esperanza humana, porque la fe en Dios y sus promesas les daba valor para afrontar todos los dolores y sufrimientos. Cuán ciertas son las palabras del apóstol: “Nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida” (Heb. 10:39).
Si sufre por cualquier causa, cobra ánimo con estas palabras. El cristiano es más que vencedor porque su fe está firme en Dios. ¡No pierdas la confianza en Dios!

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

GETSEMANÍ

Vinieron, pues, a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que yo oro. Marcos 14:32.

Al dejar a los discípulos, y pedirles que oraran por ellos mismos y por él, seleccionó a tres, Pedro, Santiago y Juan, y se adentró más en la soledad del huerto. Estos tres discípulos habían estado con él en su transfiguración; habían visto a los visitantes celestiales, Moisés y Elías, que conversaban con Jesús, y este deseaba que estuvieran con él también en esta ocasión…
Cristo expresó su deseo de simpatía humana, y entonces se retiró de ellos a un tiro de piedra. Cayó sobre su rostro y oró: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa -pero entonces añade—; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mat. 26:38).
Al concluir la hora, Jesús, sintiendo la necesidad de simpatía humana, se levantó del suelo y fue tambaleándose hasta el lugar donde había dejado a sus tres discípulos… Anhelaba escuchar de estos palabras que le trajeran algún alivio en su sufrimiento. Pero quedó chasqueado. No le brindaron la ayuda que ansiaba.
En vez de esto, “los halló durmiendo” (vers. 40).
Justo antes de dirigir sus pasos al huerto, Jesús había dicho a sus discípulos:
“Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche”; y estos le habían asegurado con certeza que nunca abandonarían a su Señor; que irían a la cárcel con él, y si era necesario sufrirían y morirían con él. Y el pobre Pedro, en su autosuficiencia, había añadido: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré” (vers. 31, 33). Pero los discípulos confiaban en sus propias fuerzas; no miraban al poderoso Ayudador, como Cristo les había aconsejado que hicieran… Incluso el ferviente Pedro, que pocas horas antes había declarado que moriría con su Señor, estaba durmiendo…
Nuevamente el Hijo de Dios quedó presa de una agonía sobrehumana, y exhausto y casi desmayándose, fiie tambaleándose de vuelta al lugar de su primera lucha… Apenas momentos antes, Cristo había derramado su alma en cantos de alabanza en acentos firmes, como uno consciente de su calidad de Hijo de Dios… Ahora su voz les llegó en el tranquilo aire nocturno, no en tonos de triunfo, sino llena de angustia humana. Poco antes había estado sereno en su majestad; había sido como un poderoso cedro. Ahora, era una caña rota…
Aunque el pecado era la terrible cosa que había abierto las compuertas del dolor sobre el mundo, él se convertiría en la propiciación por una raza que había decidido pecar -Signs of the Times, 2 de diciembre de 1897; ver un texto similar en El Deseado de todas las gentes, pp. 637-641.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White