lunes, 14 de enero de 2013

LA BATALLA DE QADESH

Lugar: Egipto
Palabra de Dios: Apocalipsis 12:7-12.

La batalla de Qadesh había terminado. Era el año 1294 a.C, y el Faraón Ramsés II había retornado, con sus soldados. Al comenzar la celebración, el faraón ordenó a sus talladores de piedras que construyeran un monumento para conmemorar su victoria. Ese memorial ha estado allí durante generaciones, recordando a la gente lo que sucedió en la batalla de Qadesh. Muchos historiadores vieron el monumento y escribieron acerca de la gran victoria militar del faraón contra los hititas.
No fue sino hasta unos tres mil años más tarde que la verdad salió a la luz. Los arqueólogos descubrieron que, en realidad, los hititas habían salido victoriosos en la batalla de Qadesh: habían derrotado faraón Ramsés II y a su ejército. Sin embargo, el gobernante egipcio se negó a aceptar la derrota y, en su lugar, construyó un monumento para sí mismo.
Algo parecido ocurre con el engaño que Satanás quiere sacar adelante.  Él ha sido derrotado, pero no quiere admitirlo. En lugar de eso, dice ser el príncipe de este mundo y trata de que tanta gente como sea posible se una a su bando. Pero, el libro de Apocalipsis nos dice lo que realmente sucedió en la guerra entre Dios y Satanás:
"Se desató entones una guerra en el cielo; Miguel y sus ángeles combatieron al dragón; éste y sus ángeles, a su vez, les hicieron frente, pero no pudieron vencer, y ya no hubo lugar para ellos en el cielo. Así fue expulsado el gran dragón, aquella serpiente antigua que se llama Diablo y Satanás, y que engaña al mundo entero. Junto con sus ángeles, fue arrojado a la tierra... El Diablo, lleno de furor, ha descendido a ustedes, porque sabe que le queda poco tiempo".
Sí, Satanás sabe que tiene poco tiempo. Esa es la razón por la cual trabaja mucho para hacer que la gente se ponga de su lado. Pero, no importa lo que diga, la victoria final pertenece a Dios, y tú y yo podemos estar del lado ganador.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

PIEDAD PRÁCTICA

Dios no nos llamó a la impureza sino a la santidad; por tanto, el que rechaza estas instrucciones no rechaza a un hombre sino a Dios, quien les da a ustedes su Espíritu Santo. En cuanto al amor fraternal, no necesitan que les escribamos, porque Dios mismo les ha enseñado  a amarse unos a otros. 1 Tesalonicenses 4:7-9.

El día era tan frío que me quedé en la habitación del hotel donde me encontraba hospedada. Siendo que me gustan los días grises, con cielos nublados y el constante repiqueteo de pequeñas gotas de lluvia en los cristales, me acerqué a la ventana para disfrutar el panorama. Cuando mis ojos recorrían la escena invernal, de pronto reparé en una mujer que, envuelta en hojas de periódico, pedía algo de comer a las puertas de un restaurante de comida rápida.
Era una mujer joven, con el cabello largo recogido en la nuca, lo que la hacía ver desaliñada. Tenía la mirada triste, no sé si porque realmente lo estaba o solamente buscaba la compasión de los que por allí pasaban. Observé que muchas personas entraban y salían del lugar, y también pude ver que algunas ponían en su mano pequeños envoltorios que parecían comida. Sin embargo, nunca la vi comer lo que recibía, y allí, junto a su almohada improvisada, había muchos envoltorios que parecía no tocar.
Entonces me pregunté: «¿Por qué no come? ¿Acaso no tiene hambre?». Después de un rato de reflexión pensé que posiblemente su hambre no era de pan, sino que era el tipo de hambre que tenemos cuando buscamos que alguien se fije en nosotras y nos haga sentir tomadas en cuenta. Me pregunté: «¿Cuándo habrá sido la última vez que esta mujer recibió un abrazo y le dijeron: "Te amo"?».
El mundo muere de inanición emocional y espiritual, porque muchos estamos dispuestos a dar cosas, pero no atención. Estamos concentrados en nosotros mismos, buscando satisfacer necesidades personales. En el corazón egoísta de los seres humanos no hay ganas ni tiempo para atender a los demás. La única manera de hacerlo es aceptando el amor de Dios, de tal manera que nuestro corazón de piedra se transforme en un corazón de carne.
Yo sé que es imposible tener encuentros cercanos con todos los indigentes de la ciudad, pero sí es posible que el hambre emocional de los que están en casa sea satisfecha. La verdadera piedad es amor en acción, da atención, perdona, sustenta y edifica.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

¿COME, BEBE Y DUERME COMO LOS OTROS HOMBRES?

Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? (Salmo 8:3,4).

Cuando el salmista pensaba en la excelsa grandeza de Dios, manifestada en la obra de sus manos, y luego veía al hombre, no podía menos que preguntarse: «¿Qué es el hombre, para que en él pienses?».
Ni siquiera el mejor y más grande de los hombres es digno de que Dios piense en él. Por ejemplo, Isaac Newton fue uno de los científicos más grandes que jamás han existido en este mundo. Uno de sus biógrafos, Richard Westfall, escribió: «Cuanto más lo he estudiado, tanto más Newton se ha alejado de mí. He tenido el privilegio, en diversas ocasiones, de conocer a una serie de hombres brillantes, hombres a quienes reconozco sin vacilación como intelectualmente superiores a mí. Sin embargo, nunca he conocido a ninguno con el que no estuviese dispuesto a medirme, de modo que fuese razonable decir que mi capacidad era la mitad de la persona en cuestión, o la tercera o la cuarta parte, pero en todos los casos una fracción finita. El resultado final de mi estudio de Newton ha servido para convencerme de que con él no hay comparación posible. Se ha convertido para mí en otro ser totalmente diferente, en uno de un puñado de genios supremos que han modelado las categorías del intelecto humano, un hombre que, finalmente, no es reducible a los criterios con que comprendemos a nuestros semejantes».
Newton creó una base física para el universo copernicano, y la expresó en su obra maestra conocida comúnmente como los Principia [Principios]. Dicen, los que pueden entenderlo, que ese libro está hecho con tal perfección, que la humanidad lo consideró durante más de dos siglos como cercano a la palabra revelada de Dios.
Cuando el gran astrónomo Edmond Halley se refirió a los Principia, dijo: «Ningún mortal puede acercarse a los dioses». Se cuenta que el Marqués de l'Hópital, después de que un amigo le regalara un ejemplar de los Principia, preguntó con respecto a Sir Isaac: «¿Come, bebe y duerme como los otros hombres?».
A pesar de la grandeza de Newton, todavía podemos preguntar: «¿Qué es el hombre, para que en él pienses?». Entonces podemos valorar el supremo sacrificio que Jesucristo hizo. Aunque el hombre es un minúsculo átomo en este grandioso universo, Dios envió a su Hijo para mostrarnos su gran amor, inagotable, que contrasta con la naturaleza humana finita. ¿No crees que vale la pena aceptarlo como Señor y Salvador?

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

DIOS ESCUCHA LAS ORACIONES

Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos. Salmo 34:15.

Cuando Jesús estuvo sobre la tierra y caminaba como un hombre entre los hijos de la humanidad, él oraba, y ¡cuán fervientes eran sus oraciones! ¡Cuán a menudo pasaba toda la noche sobre la tierra húmeda y fría en súplica agonizante! Y sin embargo, él era el amado e inmaculado Hijo de Dios. Si Jesús sentía la necesidad de comunión con su Padre y manifestaba tal fervor en clamar a él, cuánto más nosotros, a quienes él ha llamado para ser herederos de salvación, quienes somos sujetos a las fieras tentaciones del astuto enemigo y dependemos de la gracia divina para obtener la fuerza para vencer, debiéramos agitar el alma entera para luchar con Dios...
Satanás siempre está listo para insinuar que la oración es únicamente una formalidad que nada nos resuelve. No soporta que se apele a su poderoso rival. Al sonido de la oración ferviente, tiemblan los ejércitos de las tinieblas. Por temor a que sus cautivos escapen, forman un muro alrededor de estos, para que la luz del cielo no pueda alcanzar sus almas. Pero si en sus angustias e impotencia miran a Jesús, apropiándose de los méritos de su sangre, su Redentor compasivo escucha la oración ferviente y perseverante de fe, y envía un refuerzo de ángeles poderosos para librarlos. Y cuando estos ángeles, todopoderosos, vestidos con la armadura del cielo, vienen a ayudar a las almas desmayadas y perseguidas, los ángeles de las tinieblas se repliegan, sabiendo bien que han perdido la batalla, y que otras almas están escapando al poder de su influencia...
Si usted espera la salvación, ha de orar. Tome tiempo. No sea apurado ni descuidado en sus oraciones. Interceda con Dios para que obre en usted una reforma concienzuda, que los frutos del Espíritu moren en usted, y que por su vida santa, usted pueda brillar como una luz en el mundo...
Tome tiempo para orar. Y al hacerlo, crea que Dios lo escucha; mezcle fe con sus oraciones. Que la fe se aferré a la bendición, y esta será suya...
Cada petición que se ofrece a Dios con fe y con un corazón genuino será contestada. Tal oración nunca se pierde; pero es presunción reclamar que siempre sea contestada de la misma manera y con el don particular que deseamos. Dios es demasiado sabio para errar y demasiado bueno para retener alguna cosa buena de los que andan en rectitud.— Signs ofvthe Times, 18 de noviembre de 1886.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White