sábado, 24 de marzo de 2012

TÚ LO PLANTASTE

«Rut, pues, fue al campo y se puso a recoger las espigas que dejaban los segadores» (Ruth 2:3).

¡Qué bueno que hoy tenemos nuestras botas puestas! Estamos en un sembradío y los israelitas están en plena cosecha. Estamos arrancando los granos de trigo de la parte de arriba de la planta. De estos granos molidos se obtiene la harina con la que se hacen los pasteles y el pan. De hecho, «grano» es el nombre que se le da a las semillas del trigo, el maíz, la cebada y otras plantas.
Los segadores israelitas sabían exactamente qué tipo de grano recogerían. ¿Por qué? Porque sabían lo que habían sembrado. Siempre vamos a cosechar lo que hemos sembrado. Si siembras maíz, obtendrás maíz. Si siembras trigo, obtendrás trigo. Si siembras cebada, obtendrás cebada. Si siembras justicia, obtendrás amor incondicional. Tal como lo oyes. Esto lo dice Oseas 10:12, y cuando Dios siembra, se cosecha la verdad.
Dios quiere que coseches amor en tu vida, y la única manera de hacerlo es sembrando justicia y rectitud. Nada de lo que tienes es tuyo, así que tienes que esperar en Dios todo el tiempo. Habla con él en oración, obedece su Palabra, confía en él para tu salvación, y obtendrás exactamente lo que necesitas: su amor incondicional. ¡Esa sí que es una buena cosecha!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UNA RESPUESTA INMEDIATA

Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. (Mateo 7:8).

Si clamamos a Dios por algún motivo especial y a las pocas semanas no hemos recibido respuesta, lo más probable es que nos desanimemos. Su tardanza nos desconcierta. A igual que tú, deseo que el Señor me conteste de inmediato cuando oro a él.
Quizá alguien pudiera decir: «Como él no me escucha, quizá no debo seguir orando». Amiga, no existe tardanza de parte de Dios. Quizá nosotras lo consideremos así, pero aquello que interpretamos como una demora podría ser su respuesta. Cuando le pedimos algo a Dios, él nos lo concede de una manera perfecta y en el momento apropiado. Recordemos que «toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto» (Sant. 1:17). Dios contesta esa misma preocupación nuestra al decir, mediante el profeta: «Antes que clamen, yo responderé; mientras aún estén hablando, yo habré oído» (Isa. 65:24).
«Debe haber esfuerzos fervientes para obtener las bendiciones del Señor, no porque Dios no esté dispuesto a conferirnos sus bendiciones, sino porque no estamos preparados para recibirlas» (Recibiréis poder, p. 85).
Me gusta la forma en que el escritor Stephen N. Haskell lo explica en La historia de Daniel, el profeta. Haskell afirma que en el cielo no hay pérdida de tiempo, que el primer débil susurro de necesidad expresado por un hijo de Dios es presentado ante su trono, y la orden para contestarlo será dada con rapidez.
El solo hecho de mover los labios, o de elevar una oración silenciosa, será tomado en cuenta. En la Biblia tenemos el ejemplo de Ana, cuando clamó a Dios en el templo, pidiendo ser librada de su afrenta. Cuando Eli la encontró, ella movía sus labios calladamente. Tenemos asimismo el ejemplo de Nehemías, quien en una breve oración secreta pidió sabiduría para dar una respuesta apropiada al rey. Estos dos personajes bíblicos recibieron una respuesta a sus peticiones.
Dios no está tan lejos que no pueda escucharnos, pero debemos creer. Él nos dice: «Porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo buscan» (Heb. 11:6).
Amante Padre, aumenta nuestra fe. Ayúdanos a esperar la respuesta a nuestras oraciones con fe y con paciencia.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Jenny Avaylon

¿LÓGICA HUMANA O DIVINA?

El Señor no salva con espada ni con lanza. 1 Samuel 17:47.

Trata de imaginar la experiencia que vivió este pobre hombre. Durante cuarenta días un guapetón de barrio lo desafió a pelear. ¡Durante cuarenta días tuvo que escuchar las burlas de ese miserable! ¿Puedes creer? ¡Cuarenta días de vergüenza! ¿Por qué no enfrentó a ese bravucón?
Esto es más fácil decirlo que hacerlo. El «pobre hombre» de nuestra historia es Saúl, el primer rey de Israel. Y el guapetón es un gigante llamado Goliat. Lleva puesta una coraza que pesa unos 55 kilos, y porta una jabalina que es casi tan grande como él. Para colmo, cada mañana se levanta buscando pelea. Nadie se atreve a enfrentarlo, pero se espera que Saúl dé la cara. A fin de cuentas, es el rey; y el más alto en Israel (ver 1 Sam. 9:2).
¿Qué hizo Saúl para salir de ese paquete? A decir verdad, no mucho. Pensó y pensó... pero siempre llegó a la misma conclusión: «No tengo ninguna posibilidad». ¿Tenía razón Saúl? Sí, según la lógica humana. Pero entonces aparece en el escenario un jovencito de nombre David que maneja una lógica diferente. Va al campo de batalla para llevar comida a sus hermanos. Apenas escucha al gigantón proferir sus insultos, siente que algo se le revuelve dentro del estómago: «¿Quién es este filisteo pagano para desafiar así al ejército del Dios viviente?» (1 Sam. 17:26).
Sin pérdida de tiempo, David se ofrece como voluntario para silenciar al bocón. Quieren ponerle una armadura, pero no la acepta. Entonces toma cinco piedras, su honda y su arma secreta (su fe en Dios): «Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo voy contra ti en nombre del Señor todopoderoso» (vers. 45).
En verdad, una lógica diferente. En términos humanos, imposible, pero con Dios de su parte, todo es posible. Saúl vio lo grande que era el gigante, y el temor lo paralizó; David vio lo grande que es Dios, y por fe prevaleció.
¿Hay en tu vida algún «Goliat» que te esté quitando el sueño ahora mismo? ¿Alguna tentación poderosa? La lógica de Saúl indica que, humanamente, nada puedes hacer; la lógica de David dice que en el nombre del Señor todopoderoso no hay Goliat que pueda resistirte.
Señor todopoderoso, me apoyo en ti para enfrentar las tentaciones y los desafíos de este día.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

FUNDADA SOBRE UNA ROCA

«Nadie puede poner otro fundamento que, el que está puesto, el cual es Jesucristo» (1 Corintios 3:11)

Jesús concluyó el Sermón del Monte con una parábola que es la historia de dos constructores. Uno edificó su casa sobre una roca. «Descendió la lluvia, vinieron ríos, soplaron vientos y golpearon contra aquella casa; pero no cayó, porque estaba cimentada sobre la roca» (Mat. 7: 25).
Si una casa no se construye sobre unos cimientos firmes, es inestable y una fuerte tormenta puede causarle graves daños o provocar que se derrumbe. Lo mismo puede decirse de nuestras vidas. Todo lo que hacemos y decimos se basa en el cimiento de nuestras creencias. Jesús nos insta a ser prudentes con ese cimiento y examinar nuestras creencias, comparándolas con la verdad de su Palabra. La roca, Jesucristo, tiene que estar en la base de nuestro cimiento, mientras que la Biblia deberá ayudarnos a construirlo.
«La religión consiste en cumplir las palabras de Cristo; no en obrar para merecer el favor de Dios, sino porque, sin merecerlo, hemos recibido la dádiva de su amor. Cristo no basa la salvación de los hombres sobre lo que profesan solamente, sino sobre la fe que se manifiesta en las obras de justicia. Se espera acción, no meramente palabras, de los seguidores de Cristo. Por medio de la acción es como se edifica el carácter. "Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios" (Rom. 8:14). Los hijos de Dios no son aquellos cuyos corazones conmueve el Espíritu, ni los que de vez en cuando se entregan a su poder, sino los que son guiados por el Espíritu» (Así dijo Jesús [APIA, 2007], cap. 6, p. 228).
Cuando una familia busca una casa donde vivir, lo primero que ve es su exterior. Sin embargo, le prestará mucha atención a su interior. Se fija en cuántas habitaciones tiene. Luego echan un vistazo a la cocina y al baño. No obstante, no es frecuente que alguien pregunte por los cimientos. A pesar de todo, una casa jamás será más fuerte que sus cimientos.
Por eso nuestra vida tiene que estar cimentada en Jesús. En él encontraremos la fortaleza necesaria para resistir las tormentas de los últimos días. Basado en Mateo 7:25

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill