sábado, 27 de junio de 2009

NO PIERDAS LA ESPERANZA

Por lo tanto, manténganse despiertos, porque no saben qué día vendrá su Señor (S. Mateo 24: 42).

Tuve la dicha de nacer en un hogar adventista. Mis padres nos llevaban a la iglesia no solamente los sábados, sino domingos, miércoles y viernes a los servicios vespertinos. Por supuesto, el sábado muy temprano estábamos en la iglesia. Cada uno de nosotros, éramos ocho hijos, se dirigía a su respectivo departamento de niños. Recuerdo perfectamente cómo latía mi pequeño corazón cuando escuchaba el mensaje de la segunda venida de Cristo. Quería estar lista para ese momento. Decidí bautizarme, pero no fue hasta que tomé el curso La fe de Jesús completo cuando se aceptó mi nom­bre para ser bautizada. Tenía escasos diez años, sin embargo, para mí Jesús estaba cerca y quería estar lista. Los años han pasado y he tenido la dicha de ver a muchas personas aceptar la verdad de la segunda venida de Cristo Jesús. La Biblia dice que los discípulos se apartaron y le preguntaron a Jesús por la señal de su venida a este mundo (Mat. 24: 3). Ellos entendieron que el Señor no establecería su reino en ese momento, ¿pero cuándo volvería por segunda vez? Jesús narró varios acontecimientos previos a su venida. El capítulo 24 de S. Mateo los describe con claridad y finaliza con una descripción del siervo fiel a quien su Señor lo encontrará ocupado al atender a su familia, dándole su alimento a su tiempo. Mientras tanto, el siervo infiel dice «mi Señor se tarda en venir», así que hiere a sus consiervos y se pone a comer y a beber. Mi pregunta esta mañana es: ¿Será que los que hemos pasado muchos años en la iglesia de pronto nos abruma la tardanza? ¿Cuál es nuestra actitud ante la venida del Señor? ¿La vemos tan lejana que las actividades de cada día nos envuelven de manera tal que si el Señor viniera no estaríamos listas? Elena G. de White dice: «Los acontecimientos finales serán acortados por amor a sus elegidos [...]. El fin vendrá más pronto de lo que los hombres esperan» (E! conflicto de los siglos, p. 575). No sabemos el día ni la hora pero estemos preparadas porque el momento de la venida de Jesús está muy cerca.

Leticia Aguirre de De los Santos
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor

¿QUIERES SER MI VECINO?

Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mi; permanezcan, pues, en el amor que les tengo. Juan 15:9

Una vez pregunté en clase si les gustaría tener a Jesús de vecino. —A mí no me gustaría —admitió Dan—. ¿Cómo podría divertirme si me observara todo el tiempo? —Yo me sentiría culpable cada vez que encendiera la televisión o me pe léase con mi hermana —dijo Jenny. La mayoría de los demás alumnos estuvieron de acuerdo con los dos que habían hablado. Por alguna razón pensaban que una persona tendría que ser casi perfecta para sentirse cómoda en presencia de Jesús. Pero, ¿es esa la manera en que la gente se sentía cuando Jesús vivía en la tierra? Muchos de los seguidores más cercanos de Jesús pertenecían a la clase de personas que no gustan a tus papas. Eran lo que se llamaría mala gente. Pero les encantaba estar con él. Un hombre estaba tan controlado por Satanás que tenía asustado a todo su pueblo Pero después de que Jesús lo liberara del control de Satanás el hombre no quiso separarse de Jesús. En lugar de sentirse culpable en presencia de Jesús, el hombre se sentía satisfecho y seguro. ¿Y qué decir de María Magdalena? En los tiempos bíblicos, las mujeres tenían muy poco valor en la sociedad. Pero las mujeres como María, bueno, eran lo peor de lo peor. Si alguien hubiese querido vivir lejos de Jesús, esa debería haber sido María. Aunque le costaba horrores separarse de él. ¿Recuerdas cuando Marta se quejaba a Jesús de que María descuidaba sus obligaciones en la cocina? Jesús lo sabía todo de María pero, a diferencia de todo el mundo, no la miraba con desprecio. Ella nunca vio que la mirase con espíritu de crítica. De él solo recibía amor, aceptación y esperanza. ¿No es eso lo que andamos buscando? En lugar de huir de Jesús cuando hacemos algo que está mal, deberíamos correr hacia él. Ya murió por nuestros pecados. Espera para perdonarnos y liberarnos del control de Satanás. Creo que me gustaría un vecino corro Jesús.

Tomado de la Matutina El viaje Increíble

SALVADOS DE LA TEMPESTAD

Él les dijo: «¿Por qué teméis, hombres de poca fe?» Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. Y los hombres se maravillaron, diciendo: «¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen?» Mateo 8:26,27

Las olas estaban a punto de volcar la embarcación. La tempestad azotaba sin misericordia aquella barca y aquellos hombres. Bajo un firmamento negro, cruzado de rayos amenazadores, sentían que en cualquier momento perecerían, en medio de la vorágine del mar embravecido.

En la misma barca estaba Jesús, quien, agotado por las intensas actividades de la jornada, dormía profundamente. Al principio, los discípulos, ocupados como estaban en la lucha por mantener a flote la barca ante los embates del mar, no se acordaron de que con ellos viajaba el Hijo de Dios. Sin embargo, cuando todo parecía perdido, cuando la barca ya no podía resistir más, cuando parecía que el mar profundo se los tragaría en cualquier momento, los discípulos se acordaron de Jesús. Con el terror de la muerte reflejado en el rostro y en el tono de la voz, despertaron al Maestro y le dijeron: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» El Hijo de Dios despertó, reprendió brevemente a sus discípulos por su falta de fe, y ordenó callar y enmudecer a la terrible tempestad. De inmediato, las aguas turbulentas se tranquilizaron. Una suave brisa rizó las serenas aguas del lago. Las estrellas festejaron el milagro de Dios. Los discípulos respiraron aliviados y dijeron asombrados: «¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen?»
Cuando el médico nos da el diagnóstico que nos confirma una terrible enfermedad de un ser querido, cuando el banco nos urge a pagar y nos amenaza con el embargo de la casa, sentimos como si nos atacara una terrible tempestad. El temor atenaza nuestro espíritu y {laqueamos. Con frecuencia, cegados por el temor, perdemos la perspectiva y olvidamos que junto a nosotros está Dios.
La angustia que nos invade es consecuencia de nuestra poca confianza en Jesús. Está junto a nosotros el que es capaz de dominar vientos y mares y calmar cualquier tipo de tempestad que ataque nuestra vida. Ahí está nuestro Salvador, esperando nuestras oraciones para cumplir las promesas que nos ha hecho.
Recuerda que no hay mar embravecido que Jesús no pueda serenar. No existe problema, por difícil que sea, que Jesús no pueda resolver, ni montaña que no pueda hacer desaparecer, ni tinieblas que no pueda disipar. Cuando sientas que las dificultades de la vida te ahogan, ten confianza en Jesús. No te dejará perecer.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos