martes, 22 de febrero de 2011

DEMUESTRA TU CORTESÍA

«No obstante, Samuel tomó a Saúl y a su criado, los llevó al salón y les dio un lugar especial entre los invitados, que eran unos treinta», 1 Samuel 9:22.

Existen reglas de cortesía que lamentablemente muchas veces no respetamos; es más, a veces ni las conocemos. A continuación te menciono algunas reglas de cortesía que bien puedes practicar cada día:

  1. Saludar a las personas. Saluda siempre con una sonrisa.
  2. Pedir permiso para pasar.
  3. Ayudar a quien lo necesite. Puedes llevarle la bolsa de mandado a tu mamá, y abrirle la puerta del auto o de la casa.
  4. Dar el asiento a una persona mayor, discapacitada, f a una madre con su bebé.
  5. Abrir la puerta para que entre primero una persona mayor que tú.
  6. Esperar el turno en una fila. No trates de meterte a un lugar que no te pertenece.
  7. Decir «gracias» a tus padres y a quien hace algo por ti. Recuerda sonreír.
  8. Puntualidad. El tiempo de todas las personas es valioso. Haz lo posible por llegar temprano a la escuela, la iglesia y a cualquier otro lugar.
  9. Responder con tono amable y sereno. Hay que controlarse y nunca responder con gritos o insultos.
  10. Servirse porciones adecuadas. Si te toca servirte tu propio plato, no abuses; recuerda que no nada más tú tienes hambre.

Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez

LA MAYOR COSECHA

Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor (1 Corintios 13:13).

En la Biblia se presentan estas tres virtudes: fe, esperanza y amor, como las más esenciales en la vida del cristiano. Todo el capítulo 13 de 1 Corintios, dedicado al amor genuino, descorre una vez más el propósito de Dios para tu vida: que tengas fe. Una fe sólida, capaz de confiar aun en lo imposible. Una fe gigante, que toma la estatura del Calvario.

Dios también desea que tu esperanza sea firme, sin fluctuaciones, temor ni dudas. Una esperanza que te aferré a sus promesas y que te haga vislumbrar los destellos del reino de gloria. Y sobre todo. Dios desea para ti el amor que no tiene fronteras, el amor puro capaz de obrar sin egoísmo. He aqui en tres palabras el propósito, el deseo y la ambición de Dios para tu vida, para tu felicidad. Pero, lamentablemente, existe la contraparte: los propósitos, deseos y ambiciones del enemigo, que lucha constantemente para que no se cumplan los nobles propósitos de Dios en ti. Ahora entra en escena un elemento clave: tu voluntad, tu libre albedrío, tu capacidad para elegir a quién servir.
La declaración final del versículo de hoy asegura que la mayor de estas virtudes es el amor. ¿Por qué el amor? Porque por amor vas a elegir hoy a quién servir. Por amor vas a decidir en quién depositar tu fe. Por amor, tu esperanza se centrará en la certeza de la salvación. Por amor podrás mirar a tu alrededor y luchar porque otros también gocen de ese amor. Por amor vas a moldear tu conducta en obediencia a tu Salvador. Por amor vas a caminar con paso firme a la Canaán celestial y a contemplar las manos heridas por ese Amor que lo dejó todo para pensar en ti y convertirse en tu amor. ¿Lo amarás?

No comiences este día sin decidir amar a quien te amó primero entregando su vida para amarte por la eternidad.

El amor sigue siendo la única fuerza capaz de sembrar y cosechar buenos frutos.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

AMIGOS QUE PERDONAN

El amor es sufrido, es benigno... no guarda rencor. 1 Corintios 13:4, 5.

A medida que se ingresa en el mundo adulto se hace más difícil la reconciliación. Mis alumnos de los primeros grados escolares pueden pelearse, tirarse el pelo, gritarse y llorar en el transcurso de un recreo, pero en el siguiente recreo ya están nuevamente jugando juntos. Para los adultos no resulta tan natural perdonar y volver a empezar.

Por ese motivo, Pablo le enseñó a la iglesia de Corinto que el amor y el perdón van "tomados de la mano". Cuatro amigas que asistían como alumnas al colegio adventista, desde pequeñas compartían una hermosa amistad. Salían juntas, se quedaban a dormir unas en las casas de otras, se ayudaban en el estudio y se contaban intimidades y secretos. Ellas me habían permitido, hasta cierto punto, compartir esa amistad, así que a menudo estaban en mi oficina conversando y contándome sus planes y proyectos.

Al llegar a los últimos años de la enseñanza media, dos de ellas cometieron un error y el grupo se dividió. Me llamó la atención que vinieran solo dos a verme y cuando las otras dos quisieron entrar a la oficina, al ver a sus compañeras, dieron marcha atrás y se retiraron. Me dolió que una amistad de años se rompiera de esa manera y las animé a perdonarse y comenzar otra vez. Una de ellas prometió nunca más volver a tener a las otras como amigas, pero la fuerza del cariño y el perdón pudo más y después de algunos días, otra vez las cuatro fueron las amigas inseparables de siempre.

Tus amigos te pueden fallar y tú también les puedes fallar a ellos. Esto es común, ya que somos seres humanos con errores y defectos, pero Dios desea que, de habernos ofendido, hablemos y nos reconciliemos con aquellos que queremos. No tiene sentido alejarnos eternamente de una persona si pretendemos vivir con Cristo en el cielo. Es verdad, allí no habrá errores, tampoco habrá pleitos ni iras, pero el espíritu de perdón y reconciliación tiene que reinar en los corazones de los que aspiran a ser ciudadanos de la nueva Jerusalén. ¿Te imaginas a dos personas redimidas que en el cielo se ignoren por problemas que tuvieron acá en la tierra? Es imposible. Entonces comienza a practicar el perdón y la reconciliación con los que erraron, y continuarás preparándote como ciudadano celestial.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

DIOS NO FALLA

En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron. Salmo 9:10.

La voz de Douglas sonaba a tragedia cuando me llamó. El reloj indicaba exactamente 9:50, hora del este. Para él, sin embargo, ya era de noche. El "final de los tiempos" ya había llegado. Los ahorros de toda su vida estaban aplicados en la bolsa de valores, y de repente todo se desmoronaba delante de sus ojos, sin que pudiese hacer nada para salvar su patrimonio.

Por eso llamó. Se acordó de Dios, y quería que yo lo ayudase a orar, para ver si podía salvar algo en medio de todo aquel terremoto financiero.
En Nueva York, las bolsas parecían enloquecidas, como un automóvil sin dirección, precipicio abajo; en Europa, el caos no era menor. Rusia y Brasil tuvieron que cerrar la puja de la bolsa, después de una caída brutal del quince por ciento, para intentar calmar los ánimos.
En Portland, donde yo estaba, el tránsito, en medio del día sombrío, se me antojaba el desfile fúnebre de muchas carrozas, al ritmo insistente de una llovizna gris y sin vida.
Estados Unidos vivía uno de los peores momentos de su historia. Se perdía la confianza en el sistema financiero; el país del sueño americano parecía un gigante herido, tambaleante, que trataba de descubrir qué era lo que sucedía. El fantasma de la recesión avanzaba, implacable. Familias de clase media devolvían sus casas, porque no estaban en condiciones de pagarlas. Todos, de una forma u otra, se veían amenazados por un futuro sombrío e incierto, a corto plazo.
En medio de toda la turbulencia, qué bueno es escuchar la voz de Dios, que promete: "En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron".
Confiar en el Señor es el secreto para salir victorioso en todos los embates de la vida. Tal vez, el consejo te parezca muy simple. ¿De qué sirve confiar en Dios, cuando todos los ahorros de tu vida se están haciendo humo? La caída de la bolsa ¿va a detenerse solo porque confías en Dios? No. Tal vez no; seguramente no.
Pero, los que confían en el Señor no desesperan; no enloquecen ni piensan que la única salida es la muerte. Quienes conocen a Dios saben que el Señor puede levantar a sus hijos de las cenizas, como lo hizo con Job.
Deposita toda tu confianza en Dios. Conócelo. Cree en él. Dios jamás desampara a aquellos que lo buscan. Y recuerda: "En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón