domingo, 30 de septiembre de 2012

MANTENTE ATENTO


«Pero Jesús les contestó: "Por la tarde dicen ustedes: 'Va a hacer buen tiempo, porque el cielo está rojo'; y por la mañana dicen: 'Hoy va a hacer mal tiempo, porque el cielo está rojo y nublado'. Pues si ustedes saben interpretar tan bien el aspecto del cielo, ¿cómo es que no saben interpretar las señales de estos tiempos?"» (Mateo 16:2,3).

¿Sabías que puedes predecir cómo estará el clima solo con mirar el cielo? Bueno, cuando el cielo está nublado y gris, es obvio que va a llover.  Pero, ¿sabías que si el cielo está rojo en la tarde, lo más probable es que esté despejado a la mañana siguiente? ¿Crees que Jesús estaba tratando de ser un pronosticador del tiempo en el versículo de hoy? Yo no lo creo. Él estaba dirigiéndose a algunos de los dirigentes de la iglesia. Les estaba diciendo que a pesar de que ellos podían predecir el clima viendo el cielo, no podían ver que él era el Salvador del mundo. Simplemente no podían ver las señales que así lo indicaban.
Hoy tenemos muchas más señales de los tiempos en que vivimos. La Biblia dice que cuando veamos guerras y rumores de guerras, terremotos y muchas catástrofes ocurriendo en el mundo, es porque Jesús está a punto de regresar. Mantente atento. Algún día, al ver el cielo, verás mucho más que simples nubes.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

PROMESAS PARA EL ENLUTADO


Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí?¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo? (Salmo 42:9).

Según el diccionario de la Real Academia, la palabra «enlutar» significa cubrirse de negro por la muerte de alguien como signo exterior de pena y duelo. Estar de luto implica oscurecerse, privarse de luz y claridad, entristecerse y afligirse. Al perder a un ser querido nos sumimos en un duelo y experimentamos el pesar por la pérdida de ese ser amado. Nuestra alma entonces se encierra en una mortaja de dolor y pareciera que la luz de la vida se apaga.
Perder a una persona que amamos nos llena de aflicción. Sin embargo, Dios desea librarnos del dolor y consolarnos. Él mismo conoció la pérdida y la muerte de su hijo, por eso tiene la capacidad para entendernos y restaurarnos, al mismo tiempo que borra nuestro dolor. Ese consuelo que nuestra alma necesita proviene de alguien que desea que nos gocemos en él, no durante un día, sino por siempre: «Alegraos con Jerusalén, gozaos con ella todos los que la amáis; llenaos de gozo con ella todos los que os enlutáis por ella» (Isa. 66:10).
Jerusalén representa simbólicamente la ciudad eterna de donde fueron tomados los judíos y llevados al destierro. Ellos se consolaban pensando en el día en que Dios habría de llevarlos de vuelta a su patria, a la amada Jerusalén. Dios era y es el único que puede disipar la tristeza del luto una vez que permitimos que nuestros pensamientos se espacien en su Palabra y se aferren a sus promesas. Podremos entonces decir, como el salmista: «En la multitud de mis pensamientos íntimos, tus consolaciones alegraban mi alma» (Sal. 94: 19).
Cuando estemos caminando en la sequedad del desierto del luto, no temamos, sino más bien aferrémonos a aquella preciosa promesa: «Jehová te pastoreará siempre, en las sequías saciará tu alma y dará vigor a tus huesos. Serás como un huerto de riego, como un manantial de aguas, cuyas aguas nunca se agotan» (Isa. 58:11).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Lidia de Pastor

PERSEGUÍA SU PROPIA COLA


Los ricos se vuelven pobres, y sufren hambre, pero a los que buscan al Señor nunca les faltará ningún bien. Salmo 34:10

Cuenta una fábula que cierto día, un cachorrito se puso a perseguir afanosamente su propia cola sin éxito alguno, cuando en ese momento, un perro viejo lo vio.
—¿Por qué estás persiguiendo tu propia cola?
—He escuchado que la felicidad está en mi cola —respondió el perrito—. Así que la seguiré persiguiendo hasta alcanzarla.
—Hubo un tiempo en que yo también perseguía mi cola —contestó el perro viejo—, porque había escuchado eso de que la felicidad de un perro está en la cola.
 —¿Y lograste alcanzarla? —preguntó interesado el cachorrito. —Después de mucho perseguir mi cola —replicó el perro anciano—, descubrí que cuanto más intentaba alcanzarla, tanto más se alejaba de mí; pero cuando dejaba de perseguirla y me dedicaba a mis asuntos diarios, entonces ella me seguía a todas partes.
El autor del relato, Neal Becker, concluye diciendo que algo muy parecido sucede con nosotros los seres humanos: Mientras más nos afanamos por perseguir la felicidad, más nos esquiva. En cambio, cuando nos dedicamos a cumplir fielmente nuestros deberes diarios, la felicidad nos sigue a todas partes (Sigas of the Times [Señales de los tiempos], agosto de 2009, p. 64).
Mucha gente piensa que la felicidad tocará a su puerta cuando alguno de sus grandes sueños se haga realidad: «Ser el mejor jugador del equipo de fútbol», «Culminar mi carrera con honores», «Comprar un auto deportivo último modelo», «Vivir en una mansión frente al mar».
El problema de esos sueños es que la felicidad no es el producto de lo que hacemos o tenemos, sino de cómo vivimos; del fiel cumplimiento de nuestros deberes diarios. Elena G. de White resume muy bien este punto cuando escribe que la verdadera felicidad solo se encuentra en ser buenos, hacer lo bueno y el cumplir fielmente nuestros deberes (ver Mensajes para los jóvenes, p. 147).
¿Quieres ser feliz? Comparte lo que tienes. Sirve al prójimo. Ayuda a tus padres en las tareas de la casa. Sé buen amigo. Diles a tus seres queridos lo mucho que los amas. Sé agradecido. Esfuérzate en ser un buen estudiante. Coloca tu vida, tus planes, tus temores, en las manos de Dios, y todo lo demás vendrá por añadidura.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

«VANAS REPETICIONES»


«Y al orar no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis» (Mateo 6:7,8).

Cuando leo las oraciones de David, dos cosas me impresionan: (1) que expresa los sentimientos de su corazón, fueran los que fueran en aquel momento, y (2), aunque a veces sentía amargura y estaba enfadado con sus enemigos, no veía a Dios como parte de su problema, sino como parte de su solución. Sabía quién era su enemigo y que este no era Dios.
En ocasiones expresaba su frustración y su impaciencia: «¿Por qué estás lejos, Jehová, y te escondes en el tiempo de la tribulación?» (Sal. 10:1). A veces expresa la desesperación: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor?» (Sal. 22:1). O esta: «¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo tendré conflictos en mi alma, con angustias en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí? Mira, respóndeme, Jehová, Dios mío; alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte» (Sal. 13: 1-3).
Cuando hablamos a Dios desde el corazón, no es necesario que la oración sea algo organizado, claramente expresado ni coherente. Podemos expresarle libremente nuestros deseos y necesidades más íntimos. Podemos compartir nuestros pensamientos más profundos, incluso si son intolerables o inadmisibles.
Sería bueno que empezáramos las oraciones con agradecimiento y alabanza a Dios. En la vida puede llegar un momento en que el dolor y el pesar son tan grandes que se pierdan las ganas de orar. Es posible que el corazón esté tan quebrantado que las oraciones, al menos a corto plazo, no parezcan traer consuelo. Empezar a orar recordando y enumerando las maneras en que en el pasado Dios estuvo con nosotros a menudo puede aliviar esa sensación. El apóstol Pedro nos dice que debemos echar toda nuestra ansiedad sobre él (ver 1 Ped. 5:7). El versículo 22 del Salmo 55 nos exhorta a depositar nuestra carga en el Señor y promete que, al hacerlo, él nos sostendrá.
A Dios podemos decirle cómo nos sentimos exactamente. A diferencia de nosotros, él no se enoja, no se amarga ni se desalienta. Es el mismo ayer, hoy y siempre (ver Heb. 13:8).  Basado en Lucas 18:1-8

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

LIBÉRATE DE LO QUE TE DETIENE PARA AMAR


Levántate amada mía, hermosa mía, y ven conmigo. Paloma mía, en las grietas de la peña, en lo secreto de senda escarpada, déjame ver tu semblante, déjame oír tu voz; porque tu voz es dulce, y precioso tu semblante (Cantar de los Cantares 2:13-14).

Una vez más, puedes elegir lo que atesoras. Tus preferencias no vienen programadas de nacimiento ni estás destinado a actuar de acuerdo con ellas. Si eres irritable, es porque decides serlo. Si no puedes funcionar sin una casa limpia, es porque has decidido que no puedes hacerlo de ninguna otra manera. Si fastidias a tu pareja más de lo que la elogias, es porque has permitido que tu corazón sea egoísta. Te has dejado llevar por la crítica.
Así que ya es hora de sacar tu corazón de allí. Es hora de aprender a deleitarte en tu cónyuge una vez más, y podrás observar cómo tu corazón comienza a disfrutar de su persona. Quizá te sorprenda descubrir que la Biblia tiene muchas historias de amor romántico, y ninguna es tan evidente ni provocativa como la que aparece en los ocho capítulos del Cantar de los Cantares. Escucha cómo estos dos amantes se deleitan mutuamente en este libro poético...
La esposa: "Como el manzano entre los árboles del bosque, así es mi amado entre los jóvenes. A su sombra placentera me he sentado, y su fruto es dulce a mi paladar. Él me ha traído a la sala del banquete, y su estandarte sobre mí es el amor" (Cantar de los Cantares 2:3-4).
El esposo: "Levántate amada mía, hermosa mía, y ven conmigo. Paloma mía, en las grietas de la peña, en lo secreto de senda escarpada, déjame ver tu semblante, déjame oír tu voz porque tu voz es dulce, y precioso tu semblante" (Cantar de los Cantares 2:13- 14).
¿Demasiado sensible? ¿Demasiado empalagoso? No para los que guían su corazón a deleitarse en la persona a quien aman... aun cuando se acabe lo nuevo, aun cuando ella use ruleros en la cabeza y él esté perdiendo el cabello. Es hora de recordar por qué te enamoraste una vez. Es hora de volver a reír; de volver a coquetear; de volver a soñar. Y de hacerlo con placer.
PÍDELE A DIOS EN ORACIÓN QUE TE DIGA POR DÓNDE DEBES EMPEZAR HOY. 36

Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur.