domingo, 30 de enero de 2011

HACER EL BIEN SIN MIRAR A QUIÉN

«Hagamos bien a todos», Calatas 6:10.

¿Has pensado todo el bien que puedes hacer con solamente una palabra, una sonrisa o un abrazo? Muchas veces pasamos por alto las cosas pequeñas, pero podemos hacer felices a las personas que nos rodean con un simple acto de bondad.
El pastor Dwight L. Moody cuenta que un día, llegó a su oficina un señor acompañado de un joven que deseaba presentarle para que lo ayudara, pues acababa de salir de la cárcel. Después de conocerse y hablar un poco, el pastor Moody creyó conveniente presentar al joven a su familia.
En eso llegó Emma, la pequeña hija del pastor Moody. Este presentó al muchacho como su amigo a la niña. La inocencia infantil y la sinceridad que caracteriza a los niños se hizo sentir inmediatamente, pues ella se acercó al joven y le dio un beso. Él se echó a llorar. El pastor Moody, asombrado, le preguntó qué le sucedía, a lo que el ex convicto respondió:
—Hace muchísimo tiempo que nadie me había besado. La última vez fue mi madre en su lecho de muerte.
Cuántas personas a tu alrededor quisieran que les extendieras la mano y las saludaras. Anhelan que alguien les preste un poco de atención, o que simplemente las escuchen. La bondad se puede manifestar de maneras muy sencillas. Conéctate con Jesús hoy para que puedas mostrar bondad a todo el mundo.

Escribe un acto de bondad que hayas realizado últimamente.

Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez

UNA CRUZ DE GLORIA

Porque somos faenas participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza de principio (Hebreos 3:14).

Ser participantes de la vida de Cristo es algo realmente maravilloso, pero al mismo tiempo peligroso. ¿Por qué? Si vemos a Cristo como el Dios que lo tiene todo: poder, fama, riquezas, honra y dominio, podría despertar en nosotras el deseo que. nació en Eva de ser como él. Pero si contemplamos a ese Cristo humilde, nacido en un pesebre, rodeado de animales, necesitado, carente de afecto, traicionado, vendido, herido y crucificado, nuestros pies no caminaran en pos de su gloria. Y es que muchas veces creemos que seguir a Cristo colmará nuestra vida terrenal de beneficios.
La experiencia cristiana nos proporciona cien veces más aquí en la tierra y al final la vida eterna, pero las palabras: «Llevad mi yugo sobre vosotros» (Mat. 11: 28), también son reales. ¿Cuál es el yugo que debemos llevar? A veces pensamos que nuestro yugo es un defecto de carácter, soportar a un esposo malhumorado, o tener mala salud.
El poeta Pedro H. Rodríguez escribió "La cruz de hierro", poema que narra la leyenda de un pobre caminante que cargaba una pesada cruz de hierro. Un día, cansado, se detuvo para pedir a Dios que cambiara su pesada cruz por otra más liviana. Su deseo lúe concedido y se le otorgó una cruz de rosas. Al cargar aquella cruz, comenzó a notar que tenía espinas que lo herían sin piedad. Volvió a pedir otra cruz, esta vez de oro, y de nuevo le fue concedida su petición. Orgulloso, llevaba aquella cruz cuando fue asaltado y golpeado por unos ladrones que lo dejaron medio muerto. Por fin el peregrino, volviendo en sí, exclamó: «Dios mío, ya no quiero ni las rosas, ni el oro. Devuélveme mi cruz. ¡Qué tonto he sido! ¡Dame mi cruz de hierro, que es mi mayor tesoro!».
¿Puedes sacar ni misma la moraleja de esta historia? Nuestra vida en esta tierra es preciosa a los ojos de Dios. Si retenemos nuestra confianza en él hasta el fin, no temeremos llevar la cruz sobre nuestros hombros. Ser cristiana puede resultarte en ocasiones una cruz muy pesada, pero es tu mayor tesoro.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

PADRES SEPARADOS

En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron. Salmo 9:10.

Ayer nos referimos a cómo el pecado nos conduce a juzgar a los demás; hoy veremos cómo también afectó y manchó una institución creada por Dios: la familia. Todos soñamos con la familia perfecta, con ese hogar que debería ser un "pedacito del cielo aquí en la tierra", pero tristemente sabemos que no es así en todos los hogares, y que en muchos de ellos se enfrentan grandes luchas y problemas.
Este fue el caso en el hogar paterno de Flavio, un joven que había tenido una familia estable hasta los ocho años de edad. Luego, una infidelidad del padre descubierta por la madre convirtió el hogar en un campo de batalla donde se escuchaban gritos, insultos y reproches todos los días. Flavio creció con un padre que intentaba ocultar su error y una madre que no permitía que nadie en la familia lo perdonara, ya que ella no podía perdonar la infidelidad de su esposo. Con los años, el padre de este muchacho dejó de vivir con su familia para irse a vivir solo, pero aún así, cuando regresaba para ver a sus tres hijos, nuevamente volvían a surgir los pleitos y las iras.
Cuando Flavio me contaba todo el drama familiar, no podía evitar recordar con nostalgia lo que había sido su familia hasta sus ocho años de edad, y aunque añoraba esos tiempos de dicha, sabía que lo mejor para sus padres era estar separados. Ya no podían convivir. Ya no se toleraban ni intentaban volver a funcionar como matrimonio, simplemente los unían los hijos que tenían en común.
Desafortunadamente, esta es la situación de muchas familias. Los hijos que podrían haber tenido un hogar unido y feliz, terminan siendo el único hilo de unión entre sus padres, porque estos ya no pueden vivir bajo el mismo techo. Aún así hay algunas implicaciones relacionadas con todo esto.

1. Si tienes la bendición de que tus padres estén juntos todavía, agradécele a Dios y pídele que esa unión se conserve por toda la vida.
2. Si te sientes de alguna manera identificado con Flavio, recuerda que Dios no desampara a los que lo buscan.
3. El enemigo de Dios sabe que si trae dolor y desdicha a las familias tendrá hombres y mujeres desdichados en el futuro. Por eso, aunque hayan problemas en tu hogar, no dejes de buscar diariamente al Señor, ya que él es el amparo para sus hijos. Dios desea restaurar la felicidad de las familias, y si acudes a él, su amor suplirá la carencia del padre o la madre que te puedan faltar. No lo pienses dos veces, recurre hoy mismo a Dios, y él será tu fortaleza.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

SE ACABÓ

El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová. 1 Samuel 16:14.

Saúl dijo no al Señor. Una y otra vez; varias veces, en repetidas ocasiones. Jugó con la misericordia divina: creyó que el Señor estaría siempre a su lado, que nunca lo dejaría ni lo abandonaría.
Saúl, como Sansón o como Judas, pensaba que podía decidir cuándo oír o no oír la voz de Dios. Creía que el amor de Dios siempre estaría a su disposición. Y lo estaba porque, en la Biblia, Dios afirma: "Con amor eterno te he amado".
Si el amor es eterno, no acaba nunca. Podrán secarse las fuentes de las aguas del mundo, y el amor de Dios continuará siendo el mismo; podrán desaparecer todas las montañas, y el amor de Dios continuará existiendo. Los seres humanos vendrán y se irán, y Dios los continuará amando. El problema no radica en el amor divino, ni en su paciencia ni en su misericordia, sino con el corazón humano.
Un día, amaneció como cualquier otro en la vida de Saúl; por lo menos, él pensaba así. Pero, no sabía que su corazón se había endurecido hasta el punto de no escuchar más la voz de Dios. El escritor bíblico, usando una expresión muy propia del ser humano, afirma: "El Espíritu de Dios se apartó de Saúl". La verdad era que Saúl había llegado al punto en que el trabajo del Espíritu Santo no tenía más ningún valor para él.
Y, como ninguna casa puede estar vacía, vino el enemigo y se apoderó del corazón del hombre que, un día, Dios escogiera para ser el rey de su pueblo. Y "lo atormentaba". La palabra hebrea para "atormentar" es bawat, que significa aterrorizar, desequilibrar, llenar de miedo.
Una vida embargada de miedo está condenada al fracaso. Ve fantasmas donde no existen; encuentra dificultades donde solo hay oportunidades. El problema de Saúl no era las sombras que aparecían en forma de figuras misteriosas, sino el hecho de que no oía más la voz de Dios. Había jugado tanto con la misericordia divina que, cuando la quiso de nuevo, descubrió que su alocado corazón ya no era capaz de creer en el amor de Dios.
Haz de este día un día de meditación y de reflexión. Escucha la voz de Dios, que te habla a través de su Palabra. No dejes a Jesús tocando en vano las puertas de tu rebelde corazón. Y recuerda que "el Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón