jueves, 14 de marzo de 2013

LA BIBLIA EN PUFEHTU


Lugar: Afganistán 
Palabra de Dios: Salmo 119:105, RVR

Está perdiendo el tiempo -le decía la gente-. Nadie nunca va a necesitar una Biblia en lengua pufehtu:
Pero, William Carey se sentía impresionado a seguir traduciendo. Quería asegurarse de que todos tuvieran la oportunidad de leer la Palabra de Dios.
-Algún día esta traducción va a ser necesaria -decía-. Y ahora la estoy preparando.
La lengua pufehtu fue solamente una de los entre 35 y 40 idiomas y dialectos en los que Carey trabajó. Imprimió más de 200 mil copias de la Biblia en la imprenta de la misión, y centenares de millones de personas pudieron leer la Palabra de Dios por sí mismas.
William Carey falleció antes de que alguien necesitara la Biblia en pufehtu. Pero, cincuenta años después de que fuera terminada, algunos misioneros, a mediados de la década de 1850, comenzaron a buscar desesperadamente una Biblia en idioma pufehtu. Estaban compartiendo el evangelio con la gente de Afganistán, y algunos funcionarios importantes hablaban y leían el idioma pufehtu.
-¿No tradujo Carey la Biblia al pufehtu? -preguntaron-. ¿Adónde podemos conseguirla?
Alguien recordó haber visto una Biblia en pufehtu en manos de un jefe tribal. El jefe también había muerto, pero cuando los cristianos preguntaron por la Biblia, la encontraron entre las cosas del jefe. Pronto se imprimieron y distribuyeron más copias.
La obra de William Carey fue de suma utilidad para presentar a Cristo ante los habitantes de Afganistán. Aunque algunos habían dicho que esto era una pérdida de tiempo, él fue fiel en usar sus talentos lingüísticos para la obra de Dios. Y ahora, muchas más personas podían proclamar: "Lámpara es a mis pies tu Palabra, y lumbrera a mi camino".

El pufehtu es una variante en la escritura del pashto, uno de los idiomas oficiales de Afganistán.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

DALE A DIOS LO QUE MÁS DESEA


Quien encubre su pecado jamás prosperará; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón. Proverbios 28:13.

Las Sagradas Escrituras nos dicen que el perdón de Dios es incondicional. Toda persona tiene acceso al trono de su infinita gracia. Él no toma en cuenta si es hombre o mujer, ni la condición étnica, el nivel educativo o la posición social. Lo único que debemos hacer para obtener el perdón de Dios es arrepentimos de nuestros pecados y confesarnos ante Dios. Elena G. de White escribió: «La confesión que brota de lo íntimo del alma sube al Dios de piedad infinita» (El camino a Cristo, cap. 4, p. 59).
El peso de los pecados sin confesar es una carga imposible de llevar. Es como un cáncer que corroe las fuerzas físicas y causa estragos sobre el ánimo y las emociones. Mucha gente cree que han cometido errores tan graves que Dios jamás podrá perdonarlas, pero lo cierto es que no es así.
En medio de la vileza de una vida desperdiciada, María de Magdala se dio cuenta de que no podía sobrellevar más tiempo su carga de pecado, y en un acto de fe y profundo recogimiento, se humilló a los pies de su Maestro sin pensar en qué dirían los demás. El resultado de ese acto sencillo de arrepentimiento fue una vida nueva, tal vez con tentaciones, pero con la seguridad de que Jesús caminaba a su lado.
Lo que Dios más desea de ti es un corazón genuinamente arrepentido. A cambio de tu entrega, te devuelve paz interior y la promesa de su constante y permanente compañía. He conocido mujeres que sienten el peso de su pecaminosidad y no se pueden enderezar para darse cuenta de que lo único que deben hacer es levantar los ojos al cielo, de donde vendrá la remisión de sus faltas. «Si en tu corazón existe el anhelo de algo mejor que cuanto este mundo pueda ofrecer, reconoce en este deseo la voz de Dios que habla a tu alma» (El camino a Cristo, cap. 3, p. 43).
Ojalá que, en este día, el deseo de Dios llene tus pensamientos y te impulse, con la sinceridad de toda mujer que anhela ser una genuina cristiana, a entregar tu voluntad y tus motivos a él. Es el mejor regalo que le puedes dar. Inclínate ahora mismo y junta tus manos en señal de adoración; deja que tu corazón musite en silencio la plegaria que te conectará con lo celestial.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

ENCUENTRA EL TESORO


No amontonen riquezas aquí en la tierra, donde la polilla destruye y las cosas se echan a perder, y donde los ladrones entran a robar. Más bien amontonen riquezas en el cielo, donde la polilla no destruye ni las cosas se echan a perder ni los ladrones entran a robar. Pues donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón (Mateo 6:19-21, DHH).

Eva pertenecía a una comunidad musulmana. Su matrimonio había terminado en divorcio. Aunque varias veces pensó en suicidarse, decidió estudiar las grandes religiones del mundo, esperando que una de ellas le ofreciera consuelo. Comenzó con el cristianismo y, en particular, el Nuevo Testamento. No podía comprender sus enseñanzas, de modo que compró comentarios, diccionarios bíblicos y leyó más de ochocientos libros. Gradualmente, las piezas del rompecabezas fueron encajando y vio en todas las Escrituras un retrato de Jesucristo atractivo y persuasivo. Poco después era bautizada en la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Jesús contó la parábola del tesoro escondido: «El reino de los cielos es como un tesoro escondido en un campo. Cuando un hombre lo descubrió, lo volvió a esconder, y lleno de alegría fue y vendió todo lo que tenía y compró ese campo» (Mat. 13:44).
Esta parábola presenta importantes desafíos para el estudio de la Biblia. Jesús es el tesoro escondido; y la Biblia, el campo. Esto significa que las Escrituras no son un fin en sí mismas, sino que apuntan más allá, a Cristo. El estudio de la Biblia que no se concentra en Cristo olvida el propósito de la misma. Si no encontramos a Cristo en cada página de las Sagradas Escrituras, no las hemos comprendido. Las doctrinas que no tienen su centro en Jesús distorsionan la verdad bíblica.
Por eso Eva descubrió a Cristo después de leer más de ochocientos libros y, especialmente, el Nuevo Testamento. Porque Jesús resplandece en cada página de la Biblia. Por eso, se nos aconseja no acumular tesoros que nos impidan ver y «comprar» el tesoro más valioso, Cristo y la salvación. Sencillamente «donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón». Por eso es tan difícil que se salven los que confían en las riquezas. El joven rico «se fue triste» (Mat. 19:22), ¿recuerdas? Sus posesiones eran más importantes para él. Eligió conscientemente dejar a Cristo, aunque sabía que conocía el camino de la salvación.
La prosperidad y la bondad externa del ser humano suelen convertirse en las principales barreras para entregar sin reservas nuestras vidas a Jesucristo. Busca hoy el tesoro de la salvación. No evalúes tu vida cristiana según lo que tienes, porque podrías llevarte una gran sorpresa.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

EL EJEMPLO DE GENEROSIDAD


El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. 2 Corintios 9:6.

La generosidad es uno de los impulsos del Espíritu Santo, y cuando el pueblo profeso de Dios retiene del Señor sus propios dones y ofrendas, encuentra pérdida espiritual...
Sería mucho mejor no dar nada que dar de mala gana, porque cuando compartimos nuestros recursos sin la intención de dar voluntariamente, nos burlamos de Dios. Recordemos que estamos tratando con Alguien de quien dependemos para recibir toda bendición, con Alguien que lee cada pensamiento de nuestro corazón y hasta los propósitos de la mente.
El apóstol Pablo tenía una obra especial que presentar ante sus hermanos corintios. Había una hambruna en Jerusalén, y los discípulos, "cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea" (Hech. 11:29). Presentaron la necesidad a las iglesias, esperando recibir una suma pequeña para enviar socorro a los santos necesitados; y en oración presentaron a Dios la necesidad.
Pero los creyentes de Macedonia, movidos por el Espíritu de Dios, primero se consagraron a sí mismos a Dios, y entonces dieron todo lo que tenían. Sintieron que era un privilegio darle expresión a su confianza en Dios. Los creyentes macedonios eran pobres, pero no tuvieron que insistirles para que dieran. Se alegraron de tener la oportunidad de contribuir de sus medios. Por sí mismos se adelantaron e hicieron la ofrenda, en su sencillez semejante a la de Cristo, su integridad y su amor por sus hermanos, negándose a sí mismos alimentos y ropa en el caso de los que no tenían dinero. Y cuando los apóstoles quisieron restringirlos, les rogaron que recibieran la contribución y la llevaran a los santos afligidos.
Esta negación propia y sacrificio superó con creces las expectativas de Pablo, y él quedó lleno de gratitud; y al llenarse de ánimo por este ejemplo, él exhortó a Tito por medio de una epístola a que estimulara a la iglesia en Corinto a las mismas buenas obras...
"Exhortamos a Tito para que tal como comenzó antes, asimismo acabe también entre vosotros esta obra de gracia. Por tanto, como en todo abundáis, en fe, en palabra, en ciencia, en toda solicitud, y en vuestro amor para con nosotros, abundad también en esta gracia" (2 Cor. 8:6,7).
Ese movimiento de parte de los macedonios fue inspirado por Dios para despertar en la iglesia de Corinto el espíritu de generosidad.— Review and Herald, 15 de mayo de 1900; parcialmente en consejos sobre mayordomía cristiana, p. 210.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White