lunes, 13 de febrero de 2012

RESTRIEGA LA BAÑERA

«Si al examinar la plaga nota el sacerdote que las paredes de la casa presentan manchas profundas de color verdoso o rojizo, las cuales se hunden en la pared, saldrá de la casa y ordenará mantenerla cerrada durante siete días» (Levítico 14:37,38).

Hablemos del moho. Este crece en lugares oscuros y húmedos y puede ser de diferentes colores. El moho es una especie de hongo.
Al caminar hoy por el campamento israelita vemos al sacerdote examinando las paredes de la casa de alguien en la que se ha encontrado moho. En ese entonces Dios había ordenado que si aparecía moho en alguna casa, sus habitantes debían abandonarla durante una semana. Si examinas hoy tu bañera y encuentras moho, no tienes necesidad de abandonar tu casa. Actualmente tenemos limpiadores poderosos que acaban con el moho.
Antiguamente Dios quería que su pueblo permaneciera limpio y libre de enfermedades. Él quería que se mantuvieran alejados de cosas como el moho. Y es que el moho crece como el pecado. Si un pequeño pecado comienza a crecer en tu vida, debes acudir a Jesús para que lo limpie inmediatamente. No debes permitir que crezca hasta el punto en que no te deje ver claramente a Jesús. Así que restriega tu bañera y mantenía limpia. Lee después el Salmo 51: 1,2. Allí encontrarás cómo mantener limpio también tu corazón.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

CONFÍA EN DIOS.

Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y él hará derechas tus veredas. (Proverbios 3:5-6).

La conocí cuando ella cursaba el tercer grado de la escuela primaria. La niña tenía aproximadamente ocho años y era tranquila, expresiva y conversadora. Todo parecía transcurrir de manera normal hasta que supuestamente un familiar abusó de ella.
Una mañana la niña le contó a su maestra que su padrastro la había acariciado en forma indebida. La maestra se mostró interesada en el caso y frecuentemente le preguntaba a la niña si el problema se repetía. La niña contestaba utilizando una mezcla de verdades y fantasías. La profesora decidió citar a un representante de la familia, ya que la madre trabajaba y no podía acercarse en el horario escolar. Hablaron durante largo rato, y llegaron a la conclusión de que todo aquello parecía estar en la imaginación de la pequeña. Pronto el episodio fue olvidado. Sin embargo, los casos reales quizá son muchísimos más que los imaginarios o ficticios.
Mi trabajo como orientadora en instituciones educativas me ha permitido ayudar a niños que son víctimas de esta moderna epidemia, así como a sus familias. Las personas afectadas reciben consuelo y fortaleza al saber que en Cristo pueden ser perdonados y restaurados. Sin embargo, mi llamado es para que nosotras, como madres y como parte de esta iglesia, prestemos especial atención a lo que los niños y niñas nos dicen. Algunas quejas o comentarios podrían ser un grito silencioso provocado por el horror que están viviendo. Si confiamos en nuestra prudencia quizá no les prestemos la ayuda que ellos necesitan. Como adultos creemos que los niños solo saben mentir y rehusamos pensar que un horror así podría afectar a nuestros hogares.
Al aconsejar a personas que están sufriendo una situación parecida les digo: «Si creemos plenamente en Dios y nos entregamos por completo a Jesús, él nos permitirá seguir adelante a pesar de todo lo que haya sucedido. Debemos reconocerlo en todos nuestros caminos para que sea él quien enderece nuestras veredas». Hemos de orar por aquellas personas que necesitan de nuestra ayuda.
Gracias, querido Dios, porque haces que nuestra vida tenga sentido y porque siempre estás dispuesto a enderezar nuestras veredas.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Ana Lucia de Borthomier es licenciada en Educación especial.
Ha servido al Señor durante quince años como orientadora y docente. Actualmente trabaja en el Instituto Metropolitano Adventista de Barquisimeto, Venezuela.

¡QUÉ DIFÍCIL ES GUARDAR UN BUEN SECRETO!

Mira, no se lo digas a nadie; solamente ve y preséntate al sacerdote, y lleva [...] la ofrenda que ordenó Moisés. Marcos 1:44.

Otra de las buenas historias del pastor George Vandeman es la de un médico que encontró en la calle a un perrito con una pata quebrada. Al ver que el animalito se movía con dificultad, el doctor decidió llevarlo a su casa. Lo bañó, restauró el hueso a su lugar y le puso un entablillado para sostenerlo. A partir de ese momento, el perrito se encariñó con su benefactor.
Entonces ocurrió lo inesperado. Cuando el perrito sanó por completo, se fue de la casa. Después de buscarlo sin éxito alguno, el doctor sacó sus propias conclusiones: «¡Qué perro tan malagradecido! —pensó—. Estuvo en mi casa mientras necesitó mi ayuda, pero apenas sanó, desapareció del mapa».
Al día siguiente, el hombre escuchó un sonido extraño. Parecía que algo o alguien rasguñaba la puerta de la casa. Picado por la curiosidad, el doctor abrió la puerta y ¡vaya sorpresa! Era el perrito. Había regresado, pero no estaba solo. A su lado se encontraba otro perrito, ¡también con una pata herida! (Helpings for the Heart [Raciones para el corazón], p. 51).
Ahora el dilema había sido resuelto. El perrito sanado no pudo guardar el secreto. ¿Y quién lo podía culpar? ¡El problema con los buenos secretos es que es muy difícil guardarlos! Ese fue el caso del leproso a quien Jesús, después de sanarlo, le ordenó que no divulgara la noticia (ver Mar. 1:40-45). Pero apenas Jesús se dio media vuelta, el pueblo entero se enteró de lo sucedido.
¿No te ha pasado lo mismo? Si esa muchacha o muchacho de tus sueños finalmente te ha dicho que te ama, ¿cómo puedes callar? Si has sacado una calificación excelente en esa materia que te había dado tantos problemas, ¿cómo puedes callar?
Lo mismo debería suceder con la mejor de todas las noticias: Que Jesucristo vino a este mundo «a buscar y salvar lo que se había perdido» (Luc. 19:10), y que muy pronto regresará a esta tierra para llevarnos con él a casa. ¿No es esta una noticia demasiado buena como para mantenerla en secreto?
Gracias, Dios, por lo mucho que haces por mí cada día Ayúdame hoy a compartir el amor de Jesús con quienes me rodean.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

UNA LUZ QUE ILUMINA EL CAMINO

«Levántate, resplandece, porque ha venido tu luz y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti» (Isaías 60:1).

¿Qué es nuestra luz? Nuestra luz es nuestro ejemplo. Veamos algunas formas en que nuestra luz puede iluminar a los que nos rodean.
Si la luz de Cristo brilla a través de nosotros se hará patente para los que nos rodean en nuestra forma de hablar, de tratar a los que nos rodean, de trabajar, de jugar, de gastar el dinero; en pocas palabras: en todos los aspectos de nuestra vida. Tendremos la atención puesta en Cristo en lugar de en nosotros mismos. Si la luz de Cristo brilla a través de nosotros mostraremos el fruto del Espíritu. Por la gracia de Dios seremos afectuosos, amables, humildes, mansos y pacientes. Seremos ciudadanos de un reino distinto; del reino de los cielos.
Si la luz de Cristo brilla a través de nosotros, presentaremos a Jesús como la respuesta a los problemas de este mundo. Jesús es la esperanza de los pecadores. Vino para salvarlos. Por tanto, los que no creen verán en nosotros una señal que apunta hacia Jesucristo y los invitaremos a que tengan fe en él para obtener la vida eterna y el perdón para sus pecados.
Si la luz de Cristo brilla a través de nosotros, nuestra vida revelará la verdad que hay en Jesús. No hay nada que impida que una máquina transmita la verdad, pero el único modo de vivirla es con todo nuestro ser. Al vivir la verdad rechazaremos las tinieblas, porque la luz y las tinieblas son incompatibles. Nuestra luz puede mostrar el camino a través de la oscuridad y ser una guía para los demás.
Cuando era niño, en la Escuela Sabática solíamos cantar una canción que decía más o menos así: «Brilla en el sitio donde estés». Cuesta pensar que podemos llegar a iluminar el mundo entero. Es una tarea de titanes que escapa a nuestras fuerzas. Sin embargo, sí podemos iluminar a quienes nos rodean. El lugar preciso en donde vivimos es, de hecho, nuestro rinconcito del mundo.
En los oscuros días del fin de la historia de la humanidad, a cada uno de nosotros se le ha encomendado una tarea especial. Es algo que no puede hacer nadie más sino cada uno de nosotros personalmente, porque somos únicos y cada uno de nosotros tiene distintos parientes y amigos, vive en un lugar distinto y tiene distintos talentos. Sin embargo, Jesús nos llama a todos para que seamos una luz para él. Ahora es el momento de brillar: «Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová y sobre ti será vista su gloria» (Isa. 60: 2). (Basado en Mateo 5: 14-16).

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill