lunes, 23 de enero de 2012

PAN APLASTADO

«La fiesta de los panes sin levadura es un día que ustedes deberán celebrar, porque en ese mismo día los saqué de Egipto a todos ustedes. Lo celebrarán como una ley permanente que pasará de padres a hijos» (Éxodo 12:17).

Hoy da un poco de miedo andar caminando. El ángel de la muerte va a pasar de casa en casa, y si no encuentra sangre en el marco de tu puerta, el más pequeño de tu familia morirá. Si tú hubieras sido un israelita esa noche de Pascua, seguramente habrías querido que hubiera sangre en el marco de la puerta.
Si tienes algún amigo judío sabrás que durante la Pascua los judíos aún comen pan sin levadura. La levadura es la que hace que el pan crezca y se quede esponjoso.
No hay ningún problema con que el pan sea esponjoso, pero Dios no quiere que nosotros nos «esponjemos» con el orgullo. El orgullo hace que pensemos solo en nosotros mismos, y Dios quiere que pensemos primeramente en los demás.
Esa noche Dios quiso que los israelitas desecharan toda la levadura y que recordaran desechar también toda su pecaminosidad. Ya no es necesario que dejemos de echar levadura al pan, pero sí es necesario que dejemos fuera el orgullo y el pecado. Eso siempre será dañino para nosotros.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

BAJO LA GRACIA DE DIOS.

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios (Efesios 2:8).

¿Has experimentado la obra restauradora de Dios en tu vida? El proceso puede ser doloroso, pero a través de él se pueden recibir importantes enseñanzas.
«La llave que lo abre todo» era el título de uno de los lemas que yo debía presentar ante numerosas personas durante varias noches. Como introducción, les mostré un candado y un juego de llaves. Luego comenté que únicamente una llave podía abrir aquel candado y procedí a hacerlo.
Tras la reflexión, les pedí que escribieran en una hoja la frase: «Te perdono», unida a las circunstancias que había motivado el enojo o rencilla que les costaba superar. Al recibir de vuelta los papeles los rompimos y los echamos en un recipiente con agua, explicando que Dios borra nuestros pecados así como el agua borró la escritura en aquellos pedazos de papel.
La noche que hablé acerca del perdón y lo comparé con una llave, no imaginaba que Dios me estaba preparando para el futuro. Algo que más tarde ocurrió en mi vida habría de poner a prueba lo que había afirmado. Pero qué difícil era perdonarme a mí misma y perdonar a quienes me habían humillado y lastimado. Entonces comprendí que un siempre podemos hablar con autoridad de lo que no hemos experimentado. Le pedí a Dios que me ayudara a perdonarme, para después perdonar a los demás. No fue fácil tomar la llave para abrir la puerta de mi corazón y dejar que Jesús entrara para sanar mis heridas ayudándome a perdonar.
Es difícil decirle a alguien que te sientes ofendida y que le perdonas cuando la intención de la otra persona no ha sido ofenderte. Aún más difícil es perdonar al que de veras te ha ofendido intencionalmente.
He empleado esa llave que lo abre todo en muchas ocasiones. Algunas veces me he demorado en utilizarla, en otras la uso de inmediato. Por momentos me cuesta trabajo incluso pensar en ella, pero finalmente lo hago porque Dios me impulsa. Decide hoy que vas a utilizar la llave del perdón y, si se te extravía, no olvides que Jesús puede ayudarte a encontrarla.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Perla Edith Sánchez

¿QUÉ SUCEDIÓ ESA NOCHE?

En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación. Tito 2:11.NVI.

Imagina la siguiente escena. Miles de jóvenes se reunirán en un estadio. El programa será amenizado mayormente por bandas de rock. Por alguna razón los organizadores deciden dar la oportunidad a tu iglesia para que participe en el programa. Tendrán cinco minutos, y podrán hacer durante ese tiempo lo que crean conveniente. ¿Qué debería hacer tu iglesia durante esos cinco minutos?
Esta hipotética situación se presentó hace ya algunos años. El escenario fue el estadio Wemhley, de Londres. Setenta mil jóvenes se dieron cita para celebrar el fin de apartheid, un sistema político que gobernó Sudáfrica entre 1948 y 1994 y que permitió a una minoría blanca desconocer legalmente los derechos de la gente de raza negra.
Esa noche, actuaron en forma alternada los grupos de rock más populares. El cierre fue asignado a una cantante cristiana de nombre Jessye Norman. ¿Qué hizo Jessye con su tiempo? Cantó el himno Sublime gracia.
Philip Yancey relata lo que ocurrió esa noche en su éxito de librería Gracia divina vs condena humana. Jessye sube sola al escenario. No hay fondo musical. No hay ningún anuncio especial. Tampoco juegos de luces. Solo un reflector que la acompaña hasta que se detiene frente a una multitud inquieta que quiere rock y más rock. La situación se torna difícil. Entonces Jessye comienza a cantar a capella:
«Sublime gracia del Señor. Que a un infeliz salvó. Yo ciego fui, mas veo hoy. Perdido y él me halló».
De manera inesperada, la multitud calla. Cuando Jessye inicia la segunda estrofa, parece que un poder de lo alto ha llenado el estadio. Y entonces sucede lo más asombroso. Para la tercera estrofa, algunos jóvenes comienzan a cantar con la solista. Cuando Jessye comienza la última estrofa, ya son miles los que cantan:
«Y cuando en Sión por siglos mil. Brillando esté cual sol. Yo cantaré por siempre allí. Su amor que me salvó».
¿Qué sucedió esa noche en el estadio? Pues que el incomparable poder de Dios se manifestó. Y cuando eso ocurre, hasta el corazón más insensible siente el impacto. No hay poder más grande en todo el universo. Hoy tú puedes demostrarlo con tu vida.
¿Lo harás?

Padre mío, hazme hoy un instrumento de tu gracia incomparable.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

¿SIEMPRE TIENE HAMBRE?

«Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Filipenses 2:13)

En las regiones donde los inviernos son fríos, algunos animales hibernan; es decir, pasan el invierno durmiendo. Durante el otoño los animales que hibernan comen más de lo habitual. De ese modo, sus cuerpos se alimentarán de la grasa acumulada y podrán «dormir» durante los meses invernales.
Pero los que tienen hambre y sed de justicia no hibernan. Comen el pan de vida en primavera, en verano, en otoño y en invierno. De hecho, cada día tienen hambre y sed de justicia. Pero tienen la promesa de que serán saciados (Mat. 5:6). Alguien puede decir: «Cuando estoy lleno ya no necesito más». Es verdad, si se es un oso. Pero un cristiano solo se alimenta de pan de vida fresco y de agua de vida que necesitan ser renovados a diario.
Verá, así como es preciso que tengamos hambre.se cada día porque, de lo contrario, acabaríamos muriendo, para que nuestra vida espiritual no muera es necesario que cada día tengamos hambre y sed de justicia.
A diferencia de los osos, que engordan para pasar el largo invierno, no podemos acumular experiencia espiritual para luego echarnos a dormir. Si no comemos, nos debilitamos y, finalmente morimos.
Cuando mi esposa y yo éramos misioneros en Pakistán, vivíamos en la Escuela Adventista de Pakistán, que se encontraba en el campo, a unos sesenta kilómetros de Labore. El lugar era excelente para criar a nuestros hijos. Teníamos un huerto y nuestro propio gallinero. Un día vi que una de las gallinas no comía; sencillamente, estaba quieta. La cosa continuó así durante varios días. Sabía que algo andaba mal, porque las gallinas sanas pasan el tiempo comiendo y rascando el suelo en busca de lombrices. Efectivamente, al cabo de un tiempo murió por causas desconocidas.
¿Es a la vez un glotón y un amante de la dieta? ¿Un día tiene hambre y sed de vivir una vida santa y al siguiente se olvida de ello? Si no nos alimentamos espiritualmente cada día corremos el riesgo de perder la apetencia por las cosas de Dios. Empezar el día con Jesús es nuestro desayuno espiritual. A algunos no les gusta desayunar; pero comenzar cada día con Dios es indispensable para el crecimiento espiritual.
Aliméntese, sáciese. No hiberne. (Basado en Mateo 5:6)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill