lunes, 23 de abril de 2012

LA ESTRELLA BRILLANTE


«Que se oscurezcan sus estrellas matutinas; que en vano esperen la luz del día, y que no vean los primeros rayos de la aurora» (Job 3:9, NVI).

Si aún no lo has notado, hemos llegado al libro de Job. Y nos quedaremos aquí un rato, pues este maravilloso libro tiene mucho que enseñarnos sobre la naturaleza.
Job 3:9 habla de las estrellas de la mañana. Si estás despierto justo después de que el Sol se ha levantado podrás ver una estrella muy brillante. Esta es la última que se ve antes de que comience el nuevo día. Nosotros la llamamos la estrella de la mañana, pero realmente no es una estrella. Se trata del planeta Mercurio. Mercurio está muy cerca del Sol y siempre está reflejando su luz.
Cuando comenzamos nuestras aventuras de exploración el 1° de enero, hablamos de la manera en que la Luna refleja la luz del Sol, y de cómo nosotros debemos reflejar el amor de Dios. Hoy hemos aprendido del planeta Mercurio cómo reflejar siempre el amor de Dios. Así como Mercurio está siempre cerca del Sol, nosotros debemos permanecer cerca de Dios. Debemos pensar en él, hablar con él y hablar a los demás acerca de él. Al hacerlo, no podremos dejar de reflejar el amor de Dios. Así como Mercurio refleja la luz del Sol de manera natural, también nosotros comenzaremos a reflejar la luz de Dios naturalmente.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA VERDADERA ADORACIÓN



Y un tercer ángel lo siguió, diciendo a gran voz: «Si alguno adora a la bestia y a su imagen y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios» (Apocalipsis 14:9-10).

Uno de los principales objetivos del mensaje del tercer ángel es que comprendamos el significado de la verdadera adoración. Asimismo, expone las consecuencias de la falsa adoración y lo que les depara a quienes deciden rendir homenaje y adorar a la bestia y a su imagen.
La verdadera adoración conlleva un estilo de vida que se puede dividir en tres partes: relacionarnos con Dios, emplear nuestros cuerpos para adorarlo y rendir culto a Dios de manera práctica.
A través de la comunión con el Señor demostramos nuestro amor y respeto por él, así como el deseo de estar en contacto con la Fuente de vida y salud; el anhelo de que dirija nuestra vida a cada momento hasta que lleguemos a sus mansiones.
Nuestros cuerpos honran al Señor mediante la bendita disciplina que adquirimos por medio del estilo de vida cristiano. De esa forma es como hacemos nuestras las palabras del apóstol Pablo: «No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» (Rom. 12:2).
La adoración práctica se ilustra en Mateo 25 mediante la parábola de las ovejas y los cabritos: cuando Jesús venga en gloria y majestad, separará a las ovejas de los cabritos. Reconocerá que los verdaderos adoradores llevaron a la práctica su experiencia religiosa. No solo permanecían arrodillados o entonando alabanzas en el templo, sino que manifestaban su esperanza cristiana a través de actos de bondad, servicio, amabilidad, abnegación y de entrega hacia su familia, sus compañeros de trabajo, amigos, vecinos, o incluso desconocidos.
La forma en que administremos nuestros cuerpos revelará las tendencias de nuestro carácter, además de nuestro crecimiento espiritual.
Asimismo, la verdadera adoración incluye orar, meditar, estudiar la Biblia, alabanza, testificación y una convivencia sana con aquellos que nos rodean, entre otras cosas.
Querida hermana, ojalá que todas nosotras seamos ver daderas adoradoras y que muchas mujeres puedan acercarse al Señor a través de nuestro testimonio.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Janet Ribera de Diestre

DOS MINUTOS


Señor [...] ¡dame entendimiento, conforme a tu palabra! Salmo 119:169.

Si solo tuvieras dos minutos para brindar esperanza a alguien desanimado ¿qué dirías? ¿Qué puedes decir en dos minutos de manera que tus palabras alienten un corazón?
Este fue el desafío que enfrentó Abraham Lincoln cuando participó en la ceremonia de dedicación del Cementerio Nacional para Soldados de la ciudad de Gettysburg. Era el 19 de noviembre de 1863, poco después de la batalla de Gettysburg, durante la Guerra Civil norteamericana, en la que ya habían muerto miles de soldados.
El caso es que Lincoln, aunque era el presidente de la nación, no había sido invitado a la ceremonia. Y cuando avisó que iría, el orador principal ya había sido seleccionado. Es así que, por pura cortesía, le pidieron que «dijera algunas palabras» apropiadas para la ocasión.
¿Y quién sería el orador principal del evento? Nada menos que Edward Everett, el mejor de su clase. Cuentan los historiadores que ese día el discurso de Everett duró una hora y 57 minutos, y usó 13,609 palabras. Cuando terminó de hablar, la multitud le brindó una gran ovación.
Entonces vino el turno de Lincoln. ¡Vaya problema! Tener que hablar después del soberbio discurso de Everett. «Hace ochenta y siete años —comenzó diciendo— nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación concebida en la libertad y consagrada al principio de que todas las personas son iguales...».
Su discurso duró poco más de dos minutos. Menos de trescientas palabras. Pero cuando Lincoln tomó asiento, el tiempo pareció detenerse.
¿De qué habló Everett ese día? Nadie se acuerda. El discurso de Lincoln, en cambio, es hoy considerado uno de los más grandes de la historia. Y solo le tomó... poco más de dos minutos.
Dos minutos que nos enseñan la gran lección de que en esta vida no es la cantidad lo que cuenta, sino la calidad. No es la extensión, sino la profundidad. No es la apariencia, sino la esencia. Y, ¿por qué no? No es la personalidad, sino el carácter.
No te dejes impresionar por quienes necesitan de dos horas para expresar lo que piensan; o de cinco talentos para poder completar su tarea. Preocúpate por hacer lo mejor que puedas con tus dos talentos... o con tus dos minutos. Porque no es la cantidad, sino la calidad, lo que cuenta.

Señor, que en todo cuanto realice hoy tenga el sello de calidad del cielo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

HACER EL BIEN


«Está permitido hacer el bien en sábado» (Mateo 12:12)

Cada mañana, cuando nos levantamos, tenemos qué hacer. Es preciso ir al trabajo, a la tienda de comestibles, ir a llevar a los niños a la escuela... ¿Por qué el sábado por la mañana muchos buscan cualquier nimiedad como excusa para no ir a la iglesia?
¿Acaso no sabemos que la obra de Satanás es mantenernos alejados de la adoración? Él quiere que pensemos en nosotros mismos y no en Dios. Si pudiéramos ver a los ángeles buenos y malos batallando por nosotros, pondríamos todo nuestro empeño en no permitir que nada nos impidiera asistir a la iglesia. No prestaríamos atención a las distracciones que Satanás, para desviar nuestra atención, pone en nuestro camino. A pesar de que los fariseos criticaban duramente a Jesús, cada sábado él iba a la sinagoga.
Cada vez que nos excusamos de adorar con la familia espiritual es un triunfo para Satanás. 
Cierto sábado, en la sinagoga, un hombre que tenía una mano seca se acercó a Jesús. Los fariseos observaban desde la distancia, ansiosos por ver como Jesús quebrantaba el sábado delante de todos los fieles. En presencia del desdichado, los fariseos preguntaron a Jesús: «¿Es lícito sanar en el día de reposo?». Puesto que era hombre, Cristo estaba sujeto a la ley, pero no a la tradición de los ancianos.
Jesús respondió: «¿Qué hombre entre vosotros, si tiene una oveja y esta se le cae en un hoyo, en sábado, no le echa mano y la saca? Pero, ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Por consiguiente, está permitido hacer el bien en sábado» (Mat. 12:11, 12). El hombre extendió la mano y fue sanado.
Al sanar a aquel hombre en sábado, Jesús mostró que era lícito y correcto hacer obras de misericordia en ese día. Hay muchas maneras de hacer el bien en sábado. Visitar a los enfermos y a los presos, ayudar a los pobres sin hogar, dar estudios bíblicos y pasar el tiempo con la familia también son buenas obras.
El Señor también quiere que descansemos en sábado para que podamos renovar el cuerpo y el espíritu. Disfrutar de la naturaleza y de la amistad cristiana son otras maneras de hacer el bien en su día.  Basado en Mateo 12:8.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill