jueves, 24 de febrero de 2011

ELÍ CAMBIA SU MANERA DE PENSAR

«No, mi señor, no he bebido ni vino ni cerveza. Soy solo una mujer angustiada que ha venido a desahogarse delante del Señor», 1 Samuel 1: 15.

Ana estaba asombrada ante la actitud del sacerdote en el templo. ¿Cómo era posible que, siendo ella una mujer respetable, la hubiera confundido con una ebria? El texto de hoy contiene la respuesta que dio ella, y demostraba quién era realmente.
Supongo que el sacerdote Eli se sintió confundído, y tal vez un poco avergonzado, por haber malinterpretado a aquella mujer. La había visto desde lejos y no entendió que ella, llena de tristeza, oraba en voz baja. Cuando se acercó a regañarla, recibió una respuesta muy suave, así que compuso sus palabras y le dijo a Ana: «Vete en paz. Que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido».
Quizás otra persona, en el lugar de Ana, se hubiese puesto a la defensiva. Es bastante más fácil responder con agresividad. ¿Qué hubieras hecho tú? ¿Cómo respondes cuando alguien se equivoca y te juzga por algo que no has hecho?
Tu tono de voz al responder indica realmente qué clase de persona eres. La cortesía y la prudencia deben ir juntas. Cuando hables con las demás personas, usa palabras corteses y amables. Al conectarte con Jesús aprenderás a responder correctamente. Recuerda incluir esto en tus oraciones de hoy.

Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez

A PESAR DE. - PARTE 1

Me devuelven mal por bien y odio por amor (Salmos 109:51).

Uno de los peores defectos del ser humano es la ingratitud. Por eso admiro, respeto, alabo y agradezco a Dios porque pudo soportarla, aun sabiendo de antemano lo dolorosa que sería. «A lo suyo vino, pero los suyos no lo recibieron» (Juan 1: 11), nos asegura la Biblia. Este es uno de los textos que más han impactado mi corazón. El amor de Dios es tan extraordinario e inagotable que nunca ha estado sujeto a la reacción humana. Solo se ha preocupado por dar, porque el amor no puede producir otra cosa que amor.

Como miembros de iglesia sabemos teóricamente que la ingratitud forma parle de nuestra convivencia, aunque no queramos sufrirla. Siempre recuerdo la letra de un hermoso himno que dice: «Gracias a Dios por mis tristezas, y también mis alegrías. Gracias a Dios por mis tormentos. Me ayudaron a fortalecerme, hoy solo en él confío, y por siempre en él he de confiar. A través del dolor, aprendí a confiar en Cristo, ya sé confiar en Dios. A través del dolor, llegué hasta el fondo del amor».

Es un acto de misericordia de parte de Dios mantener a personas dentro de la iglesia que son profesionales del látigo. Que con destreza, habilidad y mucha fuerza hacen gala de su maestría al descargar contra los fieles todos sus golpes. A veces creemos que las pruebas más duras vendrán de afuera, de personas que no comparten nuestra fe y que se declaran abiertamente enemigas nuestras. Sin embargo, duelen mucho más los golpes del que se sienta a tu mesa que los del desconocido. Ciertamente los latigazos más violentos, los que transformarán nuestros débiles pies en robustas columnas y baluartes de la te, vendrán de los que eslán a nuestro lado, de los que dicen ser nuestros amigos, de aquellos que, como Judas, nos besan en la mejilla.

¿Has experimentado estos látigos en tu vida? ¿Los estás sintiendo ahora? No desmayes, sigue el consejo divino: ora. Tienes un Dios que ve, que oye y que sabe todo cuanto pasas. Mantente firme y verás grandes cosas. El amor te hace elevar oraciones a través de las cuales llega el perdón.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

CUATRO AMIGOS

Y él dijo: He aquí y o veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses. Daniel 3:25.

Ayer hablamos de que los amigos están para ayudar al que está desanimado y para dar consuelo. Hoy mencionaremos la importancia de la amistad para superar las pruebas de la vida. Este fue el caso de Sadrac, Mesac y Abed-nego.

El edicto imperial había salido desde Babilonia y recorrido todos los pueblos subyugados. De cada uno de ellos habían salido "los sátrapas, magistrados, capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces y todos los gobernadores de las provincias" (Dan. 3:2) con el propósito de honrar al dios que Nabucodonosor había levantado en la llanura de Dura. Una imagen colosal toda de oro, de 27 metros de altura y casi 3 metros de ancho se elevaba imponente y majestuosa.

La ley era clara: al oír la música todos debían inclinarse ante la estatua y adorarla, en caso contrario serían quemados en el horno de fuego.
Los tres amigos sabían lo que tenían que hacer, ya que como adoradores del verdadero Dios conocían el mandamiento que dice: "no te harás imagen... no te inclinarás a ellas, ni las honrarás" (Exo. 20:4, 5) y entre los tres se estimularon y se animaron para que su fe no decayera en el momento de prueba.

La música comenzó a escucharse y todo el mundo se inclinó ante el ídolo babilónico... ¿todo el mundo? No, los tres amigos permanecieron de pie ante la tremenda presión de todas las miradas. Algunos caldeos maliciosos fueron con el chisme al rey y este tuvo que interrogar a los tres hebreos audaces que se habían animado a desafiarlo. Con algo de paciencia, el rey procuró darles otra oportunidad, siempre y cuando ellos obedecieran. Si no, el castigo de ser completamente quemados sería efectivo. Los tres jóvenes no se pusieron a discutir con el rey, sino que con fe robusta confesaron que su Dios podía librarlos de las llamas, y si no lo hacía, tampoco adorarían a la imagen de oro. El enojo del rey no conoció límites, y con una cólera total ordenó que se calentara el horno de fuego y que los tres amigos fueran lanzados en él.

Jesús, el gran Amigo, no se olvidó de los suyos, y en ese momento de prueba se hizo presente para acompañar a estos tres héroes. Esta es la historia bíbli-i ,1 de los cuatro amigos que se pasearon en un horno de fuego sin quemarse, porque uno de ellos tenía el poder sobre las llamas y la vida.

Hoy nosotros también podemos estar expuestos al fuego de los problemas y las pruebas. En esos momentos, puedes contar con el mismo Amigo que acompañó y salvó a los tres jóvenes hebreos.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

DIOS TE LIBRARÁ

Porque él librará al menesteroso que clamare, y al afligido que no tuviere quien le socorra. Salmo 72:12.

Estoy en la esquina de las calles Siete de septiembre y Ouvidor, en el centro de Río de Janeiro, República del Brasil. Hay mucha gente. Gente de todos colores, formas y tamaños. Estudiantes con cuadernos y libros en la mano; gente apresurada que corre al trabajo; gente que anda, vendedores ambulantes; compradores y personas que simplemente pasean. Unos tristes, otros alegres. Serios, sonrientes, amargados... en fin. Gente de todos los tipos y todas las razas.

En la misma esquina, sentado en el suelo, hay un mendigo, que levanta la mano pidiendo auxilio. Nadie lo mira; las personas están demasiado preocupadas con sus propios problemas para tomarse el trabajo de siquiera mirar a alguien que extiende la mano.

Es la escena de todos los días y todos los lugares. Gente necesitada de un lado; personas indiferentes del otro. ¿Qué hacer? "La vida es así", parecen pensar las personas. "Es el pan cotidiano de los mortales". "Nadie puede hacer nada por nadie". Y cada uno prosigue el ritmo de su vida huyendo de la pobreza; ajeno a la indigencia de los demás.

Hay momentos, en la vida, en los cuales literalmente no tienes adonde ir. Necesitas de ayuda; sientes que tu embarcación se está hundiendo. Las tinieblas de la desesperación rodean tu vida, y el miedo te paraliza. Menesteroso y afligido, no sabes a quién pedir socorro.

En el mundo, hay personas que no ayudan porque no quieren; otras no ayudan porque no pueden. Pero, el versículo de hoy habla de un Dios que puede y quiere ayudarte; un Dios que se preocupa por tus necesidades físicas y emocionales. La palabra menesteroso, ebyoun en hebreo, se refiere a alguien que necesita de ayuda material, pero la palabra afligido, anyi, está relacionada con las carencias del espíritu y de las emociones.

Pobre no es solo el que no tiene qué comer, sino también el que tiene demasiado para comer, pero que llora el vacío del alma. Lo maravilloso es que Dios se preocupa por ambos. ¡Clama a él! ¡Suplica su ayuda! Él está siempre listo para extender la mano a aquellos que buscan su auxilio. Él conoce tus necesidades mejor que nadie; sabe de tus dolores y tristezas; la soledad de tu alma; las angustias de tu corazón.

Ni un gorrión muere, ni un cabello cae, sin que Dios lo sepa. ¿Por qué no correría en tu auxilio? Por eso hoy, a pesar de las circunstancias difíciles que puedas enfrentar, recuerda la promesa divina: "Porque él librará al menesteroso que clamare, y al afligido que no tuviere quién le socorra".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón