sábado, 15 de diciembre de 2012

LIMPIA LA ESPUMA


«Son violentas olas del mar, que arrojan como espuma sus acciones vergonzosas» (Judas 13).

A mí me encanta caminar por la orilla del mar.  Disfruto mucho con el sonido de las olas golpeando contra las rocas, y me gusta buscar en el agua conchas marinas, peces y restos de madera. El océano es un lugar maravilloso que Dios ha creado para nuestro deleite.
Si alguna vez has visitado el océano, habrás visto espuma en la playa. Muchas veces esta espuma es causada por la contaminación del mar La contaminación es producida por la basura y los químicos que la gente arroja al agua. Qué triste que eso pase. ¿Por qué hay gente que puede echar basura en la hermosa creación de Dios? Lamentablemente ocurre a diario.
Muchas personas también echan basura en su mente viendo libros, revistas y programas de televisión que hablan de cosas de las que Dios quiere que nos mantengamos alejados. El versículo de hoy dice que estas personas son como «violentas olas del mar que arrojan como espuma sus acciones vergonzosas». Así como la espuma se forma por la basura que la gente echa al mar nosotros también arrojamos como espuma la basura que metemos en nuestra mente. Escoge hoy poner en tu mente solo aquellas cosas que tienen que ver con Dios. Mantén tus pensamientos puros, así como Dios creó el océano.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UN MINISTERIO DIFERENTE


Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón; contaré todas tus maravillas. (Salmo 9:1).

Antes de ser cristianos todas las noches sintonizábamos algunas radionovelas. Una noche perdimos la señal de la emisora radial. En la búsqueda, nos topamos con el programa La voz de la esperanza. El tema de aquella noche era la familia. Nos interesó mucho, pues nuestro hogar atravesaba una crisis que apuntaba a la separación. Nuestro amor se estaba transformando en gritos y peleas.
El pastor Pérez Marcio hacía referencia a un hogar dividido, donde los más perjudicados eran los niños, que en ningún momento habían pedido venir al mundo. Daba la impresión de que el pastor estaba hablando de nuestro caso y eso nos impresionó. El Espíritu Santo comenzó desde ese momento a trabajar en nosotros. Al término del programa ofrecieron unos estudios por correspondencia que mi esposo decidió solicitar. El curso constaba de veinticuatro lecciones y, tras concluirlo, buscó la Iglesia Adventista y comenzó a asistir a ella por las noches, ya que trabajaba los sábados. Yo acepté al Señor y tomé la decisión de bautizarme mientras estaba esperando a mi quinto hijo. Me dije: «Hoy, en el otoño de mi vida, me toma Dios y cambia el rumbo de mi existencia».
Tengo mucho que agradecer a ese Dios que me sacó de la oscuridad donde me encontraba. Empecé a hacer la obra del Señor, primero en mi hogar, luego con mi familia y después entre mis vecinos. A medida que hacía aquella labor fui descubriendo el don que Dios me había concedido. Era muy feliz, y me agradaba vivir lo que aprendía.
Decidí orar para entregar mis hijos al Señor. Creía que Dios me los había prestado y ahora yo se los devolvía. En la actualidad uno de ellos es misionero en tierras lejanas. Le agradezco a Dios porque ellos luchan por andar en sus caminos. No cesamos de interceder por ellos, sobre todo cuando enfrentan grandes luchas. Ruego al Altísimo por mis nietecitos, para que también ellos entren a su servicio.
Ojalá que puedas dedicar tu vida y la de tu familia por entero a Dios. Confía en él y él hará.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Emma Huaccho Porras

CANTOS ENGAÑOSOS


El que se une a vagabundos carece de entendimiento. Proverbios 12:11, RV95

¿Te ha ocurrido que lees o escuchas una historia y jamás la olvidas? Algo así me ocurrió cuando leí acerca del pájaro campana, en la matutina Maravillas de la, creación, de Santiago Tucker.
El pájaro campana vive en Sudamérica, mayormente en Paraguay. Estas aves habitan en las zonas más profundas de la selva, y derivan su nombre de su canto, que se asemeja al eco de un golpe metálico, como el repicar de una campana.
Según Santiago Tucker, el canto de esta ave es tan extraño, que no falta quien le atribuya poderes misteriosos y hasta malignos, sobre todo cuando la persona que lo escucha se halla perdida en la selva y está tratando desesperadamente de salir. «Una campana distante —escribe Tucker— le habla de civilización, donde no existirá el peligro de [...] las bestias salvajes. Siempre oye el tañido de esa campana a la distancia o detrás de él. Empieza a caminar trazando grandes círculos, sin darse cuenta de ello» (Maravillas de la creación, p. 7). Al poco tiempo, y después de numerosos intentos fallidos de encontrar el origen del sonido, la razón se desequilibra y la persona se interna más profundamente en la selva, donde finalmente encuentra, no la salida, sino la muerte.
¡Dios nos libre de pasar por una experiencia similar! Aunque las posibilidades de que algo así nos ocurra son muy remotas, el misterioso canto del pájaro campana encierra una lección para todos los que estamos en «la selva» de la vida: Tenemos que ejercer mucho cuidado con los lugares que frecuentamos y con la clase de personas con quienes nos asociamos.
No quiero ser aguafiestas ni que parezca que estoy sermoneando, pero en este punto prefiero equivocarme por hablar de frente, sin rodeos, y no por callar: Los «cantos de campana» abundan; y algunos son tan atractivos al oído, que resulta difícil percibir su naturaleza mortal. ¿Con qué clase de amigos te asocias a menudo? ¿De qué hablan? ¿Qué lugares visitan? ¿Qué tipo de música escuchas? Al final del día serás mejor o peor persona dependiendo en gran medida de lo que decidas escuchar hoy.
Ayúdame, Señor, a escoger bien las personas con las que me asocio y los lugares que visito.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

NO SE DEJE ENGAÑAR


«Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio» (Juan 16:8).

¿Alguna vez alguien le ha preguntado si el Espíritu Santo está en usted? A mí, sí. Por lo general, quieren saber si usted tiene el don de lenguas. Si dice que no, replican: «Bueno... si no tiene el don de lenguas, el Espíritu Santo no está en usted». Hace varios años, surgió un fenómeno que se llamó «La bendición de Toronto». Algunos de los testigos explican que quienes, supuestamente, recibían el Espíritu Santo, caían al suelo retorciéndose a carcajadas. En otras ocasiones, cuando recibían el Espíritu Santo, empezaban a ladrar como perros.
Un conocido curandero tenía su sede nacional en la ciudad donde vivo. Cada día, yendo de camino a la oficina, pasaba por delante de su iglesia. Un día vi un letrero anunciando que habría un servicio de sanación a las diez de la mañana.
Me decidí a investigar.
Hubo una oración especial pidiendo la curación tras la cual se indicó a los que sentían que habían sido sanados que se adelantaran hacia el estrado. El pastor les hizo algunas preguntas y, de repente, los golpeó en el centro de la frente con la palma de la mano. Inmediatamente cayeron al suelo, mientras la congregación cantaba el himno «Desciende, Espíritu de amor». Era todo un espectáculo.
Un amigo mío estaba hablando con un joven que insistía en que una persona debe ser capaz de hablar en lenguas como señal de que el Espíritu Santo está en ella. Mi amigo le preguntó:
—Cuando Jesús fue bautizado en el Jordán, el Espíritu Santo vino a él con la forma de una paloma, ¿verdad?
—Sí —respondió el joven—, es verdad. 
Entonces mi amigo preguntó: —¿Empezó Jesús a hablar en lenguas? 
El joven dijo que no y comenzó a llorar. —Todos estos años —añadió— he estado fingiendo.
Jesús prometió que cuando regresara al cielo enviaría al Espíritu. Vea cuál sería el primer resultado: «Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio» (Juan 16:8).
Este texto me recuerda que cuando el Espíritu Santo me llama al arrepentimiento, es más probable que llore a que caiga al suelo. No se deje engañar por un espectáculo. Basado en Juan 16:7-11.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill