viernes, 17 de mayo de 2013

MÉDICOS TRABAJANDO

Lugar: Colorado, EE.UU. 
Palabra de Dios: Proverbios 22:2

A muchas personas ni siquiera les gusta ir a las zonas más pobres de las grandes ciudades, porque las asocian con crímenes, drogas y pobreza. Pero, dos médicos se aventuraron a hacer no solo una visita ocasional, sino también a establecer una clínica. Han trabajado allí durante muchos años, marcando una diferencia en la vida de los residentes.
Los dos médicos querían ayudar a la gente que no podía pagar por el cuidado de su salud, así que decidieron que cada uno donaría veinte horas de trabajo a la clínica; y trabajarían veinte horas en sus consultorios privados. Los pacientes comenzaron a ir a consultarlos. Pronto, familias enteras iban a la clínica. Y ellos contaban a todos que los médicos eran respetuosos y los atendían bien.
A lo largo de los años, la clínica creció. Miles de pacientes asisten a ella cada año; y muchos profesionales voluntarios también donan su tiempo y sus habilidades.
Los médicos se han dado cuenta de algo importante. Aunque trabajar en la clínica, en la zona más pobre de la ciudad, es muy diferente de trabajar en zonas de gente con más dinero, los pacientes parecen tener necesidades similares; después de todo, las personas son personas. Y la Biblia dice: "El rico y él pobre tienen esto en común: a ambos los ha creado el Señor".
¿No es bueno cómo estos dos médicos han estado usando su conocimiento y sus habilidades para ayudar a otros? Están proveyendo de un ministerio maravilloso tanto a los ricos como a los pobres. La pregunta es: ¿cómo podemos involucrarnos nosotros en ayudar a otros? ¿Dónde podemos dar de nuestro tiempo y habilidades? ¿Estamos dispuestos a ayudar a los que no están tan bien como nosotros? ¿Darás buen uso a tus talentos?

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

DOÑA PERFECTA

¡Anda, come tu pan con alegría! [...] Que sean siempre blancos tus vestidos, y que no falte nunca el perfume en tus cabellos. [...] Y todo lo que te venga a la mano, hazlo con todo empeño. Eclesiastés 9: 7-8,10.

Hoy quiero presentarte a «Doña perfecta». Es una dama que siempre tiene dolor de espalda, causado por la tensión muscular que va acumulando día tras día. A menudo le dicen que padece gastritis, y sus frecuentes e intensos dolores de cabeza la catalogan como «mujer migrañosa». «Doña perfecta» se exige a si misma más de lo que realmente puede hacer, y también exige a los demás en grado sumo.
A «Doña perfecta» podemos encontrarla en todo tipo de familias, de todos los niveles socioeconómicos y culturales. Las hay rubias y morenas, altas y bajas, delgadas y robustas. Emergen del lugar menos pensado: la casa, la oficina, la escuela, etcétera. Puede ser madre, esposa, hermana, suegra o nuera.
La podrás reconocer porque siempre lleva prisa; por alguna razón el tiempo le resulta insuficiente. Muy rara vez está satisfecha con lo que hace. Si no termina una tarea en el tiempo previsto, entra en un estado de desesperación que le impide descansar y dormir adecuadamente.
Critica lo que hacen los demás, y cuando es madre, puede llegar a exigir cosas absurdas a sus hijos, y así les pisotea su individualidad. La esposa «Doña perfecta» nunca está satisfecha con los esfuerzos de su esposo por complacerla. ¡Exigirá cada vez más y más!
Como trabajadora es virtualmente incansable hasta que llega a la fatiga extrema, y en ese estado acusa a los demás de ser negligentes e incapaces. Disfruta poco de los placeres sencillos de la vida. Las sanas recreaciones son para ella una pérdida de tiempo, y considera a los que las disfrutan como holgazanes y negligentes. Así que sus hijos la evitan, los compañeros de trabajo la rehúyen, el esposo apenas la soporta, y las amigas la abandonan.
Amiga, movámonos con sabiduría en el ajetreo de la vida. Dios, que es perfecto, únicamente nos pide que seamos diligentes en todo lo que hagamos. Jamás nos pedirá que hagamos algo que esté fuera de nuestra capacidad. Hoy, al pedir algo a tus hijos, a tu esposo, a tus amigas, respeta sus individualidades y su libre albedrío, así como Dios te respeta a ti enteramente.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

CUANDO LOS JÓVENES LLORAN

Dios oyó que el muchacho lloraba; y desde el cielo el ángel de Dios llamó a Agar y le dijo: «¿Qué te pasa, Agar? No tengas miedo, porque Dios ha oído el llanto del muchacho ahí donde está» (Génesis 21: 17, DHH).

Ismael fue un muchacho que tuvo que afrontar muchas situaciones complejas. Su madre fue Agar, sierva de Sara, la esposa de Abraham. En aquellos tiempos, cuando la esposa era estéril, era costumbre que diera a su esposo una de sus siervas para que tuviera hijos, los cuales eran tratados como sus hijos legítimos. Así que ruando Sara envejeció y perdió todas las esperanzas de quedar embarazada, a pesar de la promesa divina de que tendría hijos, entregó a Agar a su esposo para que cumpliera su objetivo. Al poco tiempo, la sierva estaba embarazada, lo cual cambió la actitud de Agar, quien ahora veía con desprecio a su ama. Con todo, Abraham se puso muy contento con el nacimiento de Ismael.
Todo cambió cuando nació Isaac, hijo de Sara. Entonces Ismael pasó a un segundo plano y comenzaron los roces entre ambas madres. Un buen día el hermano mayor se burló del pequeño y Sara obligó a Abraham a echar a Agar y a su hijo de su casa. El viejo patriarca obedeció a su mujer y despidió a madre e hijo. Ismael se dio cuenta de todo lo que ocurría y partió con Agar en medio del desierto. Pero pronto se terminaron las provisiones. El sol golpeaba sus rostros y la sed estaba acabando con ellos. Entonces, Ismael comenzó a llorar en medio del desierto. Ahí desahogó toda su amargura y su frustración. Su padre lo había despedido y sentía una gran impotencia. Sediento y cansado, únicamente podía llorar creyendo que a nadie le importaba su vida.
Pero Dios escuchó el llanto de Ismael y salvó su vida. El Señor conocía los sufrimientos del muchacho y no lo dejó calcinarse en medio del desierto. Al contrario, proveyó una fuente de agua y libró su vida y la de su madre.
Dios escucha el clamor y el llanto de un joven. No es indiferente cuando las lágrimas recorren las mejillas de sus hijos. No importa cuál sea el motivo del sollozo, una relación sentimental, una pelea con los padres, un malentendido con los amigos, una calificación reprobatoria en la escuela, él oye cuando sus hijos lloran y está listo para dar soluciones a sus dificultades.
Dios no ignora tus lágrimas. No lo olvides. Seguramente él tiene una manera de remediar tu problema. Búscalo y él te lo hará saber.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

SALID DE ENTRE ELLOS

Y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso. 2 Corintios 6:18.

Hay solo dos caminos; uno conduce al cielo, el otro a la muerte y el infierno. Cada uno tiene una obra por hacer. Cada uno de nosotros que tiene facultades de razonamiento reconoce que hay un Dios... Deseamos un brazo sobre el cual apoyarnos, que nos sostenga en las horas de aflicción. Deseamos tal brazo en el que podamos confiar cuando la tierra se estremezca de allá para acá y sea removida como una casita de campo. En ese momento queremos saber que Dios es nuestro Padre, que nuestra vida está oculta con Cristo en Dios. Cada uno de nosotros necesita esta certeza. Los estudiantes de nuestra escuela necesitan esta certeza. Algunos pronto regresarán a sus casas. ¿Cuántos de ellos han llegado a esta escuela sin una esperanza en Cristo? ¿Cuántos le han dado su corazón a él desdé que asisten a nuestro colegio? ¿Cuántos todavía están indecisos, a veces inclinados a estar totalmente del lado del Señor, y luego se retiran nuevamente por las mismas razones que he mencionado, las responsabilidades y deberes que pesan sobre el cristiano? Estos parecen tan grandes que ellos vacilan y se mantienen indecisos...
¿Cuál es la duración de su vida? ¿Quiénes de ustedes tienen la seguridad de que vivirán hasta el próximo año escolar? ¿Cuántos tienen alguna certeza respecto de su vida? Aun si tuvieran una vida por delante, si supieran que vivirán setenta años, ¿qué representa ese corto tiempo de vida?... ¿Requiere tiempo Dios de ustedes algo que les convenga retener por interés o por felicidad? Oh, no...
¿Siente alguno que está haciendo un sacrificio para ser adoptado en la familia del Rey de reyes, el Señor que reina en los cielos? ¿Acaso no sabe que la más elevada exaltación es convertirse en hijos de Dios, "hijos e hijas del Señor Todopoderoso"?
Desde que tenía once años de edad he estado al servicio de este Rey celestial. Puedo hablar por experiencia. Él no me ha pedido que le dé algo que me conviniera retener. Precioso Jesús; precioso Salvador; lo amo y amo servirle.— Signs of the Times, 31 de enero de 1878.
Después de este discurso, numerosas personas se adelantaron para orar. El interés persistió hasta el campestre, se bautizaron más de 130 personas, muchas de las cuales eran estudiantes del Colegio de Battle Creek.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White