lunes, 21 de septiembre de 2009

AL FONDO DEL MAR

Vuelve a compadecerte de nosotros. Pon tu pie sobre nuestras maldades y arroja al fondo del mar todos nuestros pecados (Miqueas 7:19).

Hace algún tiempo mi esposo visitó a una dama que le pidió que orara por ella. En la conversación confesó algunas faltas que había cometido hacía nueve años. «¿Pero acaso no los ha confesado al Señor?», preguntó mi marido. A lo que ella respondió: «Sí, pero no siento que me haya perdonado». Mucha gente pide perdón por pecados cometidos hace mucho tiempo. Vez tras vez los confiesa al Señor, como si él no los hubiera perdonado. ¡Pero él ya los ha perdonado! ¿Entonces qué pasa? La respuesta es simple: incredulidad. Una de las funciones del Espíritu Santo es convencernos de que estamos completamente perdonadas, y para eso se requiere fe.
Cuando aceptamos la invitación de ir a Cristo y confesarle nuestros pecados, debemos también creer que nos perdona y que no nos condena, solo así podremos cumplir con la segunda parte del proceso que dice: «Vete y no peques más». Para vivir como quien ha sido perdonada, debemos olvidarnos por completo de nuestros errores pasados, es decir, perdonarnos a nosotras mismas. En fin, hacer lo que Dios hace con nuestros pecados: echarlos al fondo del mar.
La superficie total ocupada por océanos y mares representa aproximadamente el 71% de la superficie del globo terráqueo, y las máximas profundidades oceánicas se hallan en las llamadas fosas marinas con hasta 11,000 metros en el Pacífico. Estos datos se han calculado gracias a equipos especializados de econosondas de los buques de investigación oceanógrafica, pero nadie ha podido llegar al fondo de estos abismos. Así que no te desgastes tratando de llegar al «fondo del mar» para recuperar los pecados que Dios ya perdonó.
Esta mañana te invito a confiar en que todos tus pecados confesados han sido perdonados. No sigas pidiendo perdón por los mismos pecados del pasado. En el cielo ya han sido borrados. Disfruta la vida que Dios te ha dado y decide ser feliz.
Claudia Gabriela Hernández Solazar
Tomado de Manifestaciones de su amor

BENDITA CEGUERA

Alabaré con cantos el nombre de Dios; lo alabaré con gratitud. Salmo 69; 30

Fanny Crosby tenla solo unos meses cuando un tratamiento médico defectuoso le provocó la ceguera. Pero el hecho de ser ciega no la desanimó. Nunca pensó que su ceguera fuese una desventaja. Cuando tenía ocho años escribió su primera poesía en la que describía las bendiciones de ser ciega. Su padre murió cuando todavía era muy joven. Por tanto, su madre tuvo que ponerse a trabajar. Fanny pasaba mucho tiempo con la Sra. Hawley, la casera de los Crosby, quien leía la Biblia a Fanny y la ayudaba a memorizar largos pasajes. Antes de cumplir los diez años, Fanny había memorizado los primeros cuatro libros del antiguo Testamento y los cuatro primeros del Nuevo. La Música era otra de las aficiones de Fanny. Le encantaba cantar. También aprendió a tocar el piano y el arpa. Pero su mayor logro era escribir poesía. Cuando Fanny se disponía a escribir una poesía, oraba para que Dios la usase para llevar a las personas hacia él. Escribió más de ocho mil canciones que otras personas musicaron. Si se publicasen todas sus canciones, llenarían quince himnarios. Escribió muchos de los himnos más apreciados: En Jesucristo, Venid, cantad, A Dios sea la gloria, Protege mi alma, No me pases, no me olvides. La mayoría de la gente consideraría que la ceguera es una de las peores cosas que le pueden suceder a una persona. Pero cuando un amigo mostró compasión por la ceguera de Fanny, esta dijo que era feliz de ser ciega porque la primera cara que vería sería la de Jesús. Fanny aceptó su ceguera y la usó para ser una bendición para los demás. Si tú tienes una limitación en la vida, Dios puede hacer lo mismo por ti. Pídele que te use. Luego prepárate para hacer grandes cosas con su poder.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

Y LOS MUROS CAERÁN

Y cuando toquen prolongadamente el cuerno del carnero, así que oigas el sonido de la bocina, todo el pueblo gritará a gran voz, y el muro de la ciudad caerá; entonces subirá el pueblo cada uno derecho hacia delante. Josué 6:5.

Tomar la ciudad de Jericó no era nada fácil. Era una verdadera fortaleza, inexpugnable. La tarea que se le encomendó a Josué era gigantesca, imposible de lograr humanamente. El mensaje que los ojos de Josué le daban era: «No podrás». Especialmente las enormes murallas parecían decirle: «No pasarás». Pero la mente de Josué no se centraba en los obstáculos. Nunca pensó en imposibilidades, porque en sus oídos resonaba la promesa divina: «Yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey» (Jos. 6: 2). Josué creyó firmemente la palabra de Dios, Jericó cayó desde el momento en que Dios hizo la promesa. La marcha de siete días y todo el movimiento del pueblo era un simple trámite. Las promesas de Dios son hechos. Su palabra intencional es poderosa: «Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió» (Sal. 33: 9). Cuando él dice algo, lo dicho queda hecho en el instante en que resuena su voz. Eso fue cuanto hizo Josué: creer a Dios, no mirar los obstáculos; creer a Dios, no considerar las imposibilidades; creer a Dios, no a la lógica humana; creer en el poder de Dios, no en el poder del rey de Jericó. Dios dijo que las murallas caerían, que el pueblo subiría y tomaría Jericó; eso bastó para Josué. No pensó en cuan altas, cuan sólidas y cuan gruesas fueran las murallas. Dios ya le había entregado a Jericó y a su rey; y Josué fue a tomar lo que Dios le había dado. Con razón dice el Nuevo Testamento: «Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días» (Heb. 11: 30). Las altas murallas de Jericó fueron incapaces de hacer frente al Omnipotente. Eso resultó obvio para los israelitas. No hubo estrategia, no se usó la tecnología, no hubo una sola arma. Fue solamente por la fe. Cuando sonó la trompeta, los muros se desplomaron: «Por fe cayeron los muros de Jericó». La lección es permanente. La lección es para ti: Los obstáculos no se vencen con la fuerza, sino con el poder de Dios. Dios tiene mil soluciones para una sola de tus dificultades. Tal vez no sea exactamente la solución que esperas, pero es precisamente la que necesitas. Pon delante del Señor todas esas murallas y él las derribará. Entrégale todos esos obstáculos, y él los allanará.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.