lunes, 21 de diciembre de 2009

MOTIVOS PARA AGRADECER

Antes que me llamen, yo les responderé; todavía estarán hablando cuando ya los habré escuchado (Isaías 65: 24).

¿Tienes motivos para agradecer hoy? ¡Seguro que sí! El Señor te ha dado la vida, te ha permitido conocerlo, tienes libertad y tiempo para leer su Palabra. ¡Cada día disfrutas sus bendiciones! ¿Y tus problemas físicos? ¿Y la gente que te molesta? ¿Los problemas económicos? ¿Los conflictos en el trabajo o el desempleo? ¿Las oraciones sin responder? ¿Acaso darías gracias a Dios por eso?
El libro El escondite narra la experiencia de dos hermanas holandesas que durante la invasión nazi a Holanda, en la Segunda Guerra Mundial, fueron llevadas a un campo de concentración. Corrie y Betsie vivían en condiciones infrahumanas junto con otras mujeres. Habían logrado, por intervención milagrosa del Señor, retener consigo una Biblia que leían por las noches a sus compañeras. La lectura les traía consuelo y esperanza en medio del sufrimiento. Un día leyeron el texto de hoy y enlistaron sus motivos de gratitud: estaban juntas, tenían una Biblia y podían compartirla. Betsie añadió a la lista las pulgas que las picaban constantemente; Corrie, no muy convencida, también agradeció.
Días después, Betsie llegó feliz a la barraca. Ahora sabía por qué podían tener sus reuniones devocionales nocturnas sin ser descubiertas: había escuchado cómo los soldados se peleaban entre sí porque ninguno quería inspeccionar el lugar donde ellas vivían. ¿La razón? ¡Estaba infestado de pulgas! «En la vida futura, se aclararán los misterios que aquí nos han preocupado y chasqueado. Veremos que las oraciones que nos parecían desatendidas y las esperanzas defraudadas figuraron entre nuestras mayores bendiciones [...]. Todos nuestros padecimientos y tristezas, todas nuestras tentaciones y pruebas, todas nuestras pesadumbres y congojas, todas nuestras privaciones y persecuciones, todo, en una palabra, contribuye a nuestro bien. Todos los acontecimientos y circunstancias obran con Dios para nuestro bien» (El mi¬nisterio de curación, pp. 376, 389).
Agradece a Dios hoy no solamente por lo bueno que te pasa, sino tam¬bién por lo que no te agrada. A quienes aman a Dios, todo, inclusive lo que no parece bueno, les resulta bien.

Deysi Ble de Gil
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.

QUIZÁ SALVES TU PROPIA VIDA

Hay más dicha en dar que en recibir. Hechos 20:35.

¿Te has dado cuenta? Ser cristiano resulta bastante caro. Y no estoy hablando solo de dinero. Sí, Dios espera que le devolvamos al menos el diez por ciento de nuestros ingresos, pero también espera que demos una parte de nuestros talentos y nuestro tiempo para ayudar a los demás y hablarles de él.
¿Por qué querrá que demos tanto? La siguiente historia quizá responda esta pregunta.
Andrea era una mujer joven que tenía un grave problema. Una infección por estreptococos, que suele resolverse con medicación, le había afectado los riñones. Al final, tuvo que dejar de trabajar.
Buscaron entre sus familiares más allegados un posible donante de riñón para ella. Pero ninguno era compatible.
Mientras miraba un programa de televisión sobre la donación de órganos, Linda, una familiar por matrimonio, descubrió que no es preciso que los donantes de riñones tengan vínculos de consanguinidad con el receptor. Así que ella y su esposo se sometieron a las pruebas. Linda era una donante perfecta.
Poco después de que empezara la operación, el cirujano descubrió un aneurisma en el riñón que Linda estaba a punto de donar. Los aneurismas, vasos sanguíneos debilitados, son como bombas de relojería escondidas que pueden explotar en cualquier momento y acabar con la muerte del paciente. Si Linda hubiese caído antes de la operación, la arteria debilitada podría haberse reventado y Linda habría muerto antes de que nadie pudiera ayudarla.
Pero los médicos pudieron solucionar el problema y completar el trasplante. Hoy, Linda y Andrea viven una vida normal y saludable.
Al entregarse, Linda salvó la vida. Cuando damos tiempo y dinero, recibimos un beneficio similar. Sí, otros reciben ayuda en el proceso, pero nosotros también.
Cuando hacemos actos abnegados. Dios no nos da puntos extra. Ni siquiera dar todo tu dinero te salvaría. Pero cuando hacemos la obra de Dios nos parecemos cada vez más a él. A fin de cuentas, ¿ser cristiano no se trata de eso?

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

ENDULZURA TU AMARGURA

Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados. Hebreos 12:15.

Esta declaración se basa en Deuteronomio 29: 18: «No sea que haya en vosotros raíz que produzca hiel y ajenjo». «Se aplica a cualquier persona de la iglesia dada a las discusiones con el deliberado propósito de fomentar mala voluntad y división entre los hermanos. Una raíz de amargura generalmente germina en la oscuridad de algún alma marchita, y luego florece convirtiéndose en una crítica pública y maligna contra los dirigentes de la causa de Dios en la tierra, y hace que los hermanos se dividan entre sí» (Comentario bíblico adventista, t. 7, pp. 501,502).
La amargura es una condición espiritual enfermiza. Conlleva un deseo excesivo de venganza capaz de todo. Está a la cabeza de la lista de los problemas que ahuyentan al Espíritu de Dios: «Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería, maledicencia, y toda la malicia» (Efe. 4: 31).
Es muy difícil curar la amargura, porque la persona amargada se acostumbra a vivir con ese espíritu, considerando que su comportamiento es normal y parte de su personalidad. Por desgracia, quien tiene este problema tampoco percibe el daño que le ocasiona la amargura.
Los efectos de la amargura son graves: pérdida del dominio propio, irritabilidad, insomnio, depresión, negatividad, y malestar del ser en su conjunto. La amargura ahu-yenta al Espíritu de Dios. Sin embargo, cuando arrancamos la raíz de amargura, el Espíritu Santo toma posesión y control de nuestras vidas.
Todos los cristianos deseamos llegar a ser como Jesús. Si ese es nuestro objetivo, el primero y más grande paso que debemos dar es el de ser personas dulces, en las cuales no tenga cabida la amargura. ¿Cómo sabremos que hemos triunfado y nos hemos deshecho de la amargura? Hemos arrancado la raíz de amargura cuando nuestra vida está dominada por el amor y ya no deseamos vengarnos de nuestros ofensores; cuando nuestra boca ya no pronuncia palabras hirientes que afecten la reputación de los demás. Seremos completamente libres de la amargura cuando les deseemos el mayor de los éxitos a nuestros ofensores.
Decide hoy poner a un lado la amargura. Pide al Señor que te dé un carácter dulce. Que tu oración sea: «Señor, ayúdame a ser una persona de carácter dulce, a la cual todos quieran acercarse porque sienten la presencia divina en su vida».

Tomado de la Matutina Siempre gozosos.