domingo, 4 de agosto de 2013

LA PROMESA DE ABDUL

Lugar: Irán
Palabra de Dios: Proverbios 12:22

Abdul estaba por viajar a una ciudad, lejos de su hogar, en busca de trabajo. Su mama le dio cuarenta monedas de plata, para que tuviera dinero, y se las cosió en una esquina de su chaqueta. Al despedirse, ella le dijo:
Prométeme que nunca dirás una mentira.
Su hijo se lo prometió, y partió con un grupo de viajeros.
Un par de horas más tarde, los viajeros oyeron el ruido de caballos al galope, que se acercaban a ellos. ¡Bandidos! exclamó uno de los viajeros. Y así fue: del bosque salió un grupo de hombres a caballo. Rápidamente rodearon la caravana, y ordenaron a todos que se quedaran quietos.
¿Cuánto dinero tienes? preguntaban.
«¿Oh, qué voy a hacer?» se preguntaba el muchacho. Había prometido no mentir nunca.
Cuarenta monedas de plata, cosidas en mi chaqueta respondió Abdul.
Los bandidos se rieron, pensando que el chico estaba bromeando con ellos. El cabecilla de los delincuentes le repitió la pregunta, y Abdul volvió a decir que tenía cuarenta monedas de plata cosidas a su chaqueta. El jefe de la Banda ordenó, entonces, a uno de sus hombres que descosiera el abrigo. Para sorpresa de ellos, encontraron el dinero, tal como había dicho Abdul. Asombrado, le preguntó: ¿Por qué nos dijiste la verdad? Nunca hubiéramos buscado allí.
La integridad del chico impresionó tanto a estos hombres que los hizo avergonzarse de su propia conducta.
Dijeron entonces a su jefe: Tú has sido nuestro jefe haciendo lo malo. Se ahora nuestro jefe haciendo lo bueno.
Y, así, el ejemplo de Abdul transformó la conducta de los bandidos.
Nosotros también podemos seguir el ejemplo de Abdul de decir la verdad, porque: «El Señor aborrece a los de labios mentirosos, pero se complace en los que actúan con lealtad».

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

ATRÉVETE A SER QUIÉN ERES

Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica. Efesios 2:10

Muchos han comparado el mundo con un teatro, y a los seres humanos con actores. Todos somos protagonistas del drama de la vida, intentamos interpretar nuestro papel lo mejor posible para convencer a los espectadores. Nuestro deseo más profundo es cosechar aplausos y elogios que incluso quizá nunca lleguen; en ese caso pensaremos haber sido reprobados en nuestra actuación.
En realidad, la vida no es una mascarada, ni tampoco una obra teatral en la que los seres humanos representamos personajes, pero sin ser realmente quienes aparentamos ser. La vida en esta tierra es una realidad que debemos enfrentar con autenticidad. Necesitamos ser lo que somos, sin máscaras, ni simulaciones. Hemos de mostrarnos naturales, reales, sinceras, tal como somos.
Ser genuinas, honestas, veraces y confiables es lo mejor que podemos hacer con el fin de alcanzar el éxito: Quien acostumbra a utilizar máscaras y disfraces para ocultar quién es realmente, en algún momento se sentirá cansado o cansada. Y, más pronto que tarde, se descubrirá su teatro.
Descubramos nuestros talentos y démosles uso. Todas los tenemos y, por designio de Dios, son diferentes en cada caso. Somos individuos únicos. No tratemos de ser una persona diferente, atrevámonos a ser quienes somos, nosotras mismas. No abriguemos la idea de que los demás son mejores que nosotras, porque nos hará perder de vista quiénes somos y lo que somos capaces de hacer con la ayuda de Dios.
Amiga, actúa hoy con la confianza de que eres una persona dotada de cualidades y que te corresponde desarrollarlas según tu propio estilo. No intentes aparentar lo que no eres, pues vivirás con el temor latente de que los demás descubran quién se oculta tras tus máscaras. Por otro lado; al hacer un escrutinio de tu vida, probablemente descubrirás que tienes defectos y debilidades. Si ese es el caso, asúmelos con honestidad. Eso te hará recordar que para todo aquello que a ti te resulta imposible, Dios tiene una salida y una respuesta.
Permite que se manifieste esa bella persona que hay en ti. Deja que crezcan sus alas para volar con libertad, teniendo la certeza de que Dios te rescatará en caso de que en algún momento desfallezcas.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

HERIDAS QUE DUELEN

Y si alguien le pregunta: “¿Por qué tienes esas heridas en las manos?”, él responderá: “Son las heridas que me hicieron en casa de mis amigos” (Zacarías 13:6).

Por una ironía de la vida, las personas que amamos son las que tienen mayor capacidad para herirnos. Hace algunos años me ocurrió algo de poca importancia pero que no he podido olvidar. Acabábamos de llegar aun país extranjero en el que mi familia y yo viviríamos durante algunos años. No solo el idioma era diferente, también las tiendas y el funcionamiento de las cosas.
Cierto amigo muy cercano nos llevó a conocer una de las tiendas de restos de serie y decidimos comprar algunos artículos necesarios. Cuando llegó el momento de pagar, escogimos una de las filas que parecían más cortas sin darnos cuenta de que ahí el cajero era automático. Absortos en animada conversación mientras la fila avanzaba, quedamos totalmente sorprendidos cuando llegó nuestro turno y nos saludó una voz femenina muy agradable que salía de la máquina. Era muy tarde para regresar. Las filas eran enormes en otros lados y mucha gente esperaba su turno detrás de nosotros. La máquina era inflexible y quisquillosa en extremo.
Habíamos escogido unas manzanas, pero la máquina insistía en saber cuál de los más de diez tipos del mencionado fruto llevábamos. “¿Cómo se llama esa ‘hierba’ en inglés…?
Mejor, ¿por qué no la dejas? De todas maneras sabe muy mal… Suegra, no quite la bolsa de la báscula, por favor… Alma, mejor dejemos esto y vámonos… ¡No! ¿Qué piensas que vas a comer…?” Mi esposa, mi suegra y yo rodeábamos aquella máquina infernal como si entre todos hubiésemos tenido la esperanza de domarla con nuestras miradas. La máquina, impasible, nos recordaba nuestros errores con una voz monótona que, unida a la mirada de los demás, convertía en frenesí nuestra desesperación. Completamente frustrado, miré a mi alrededor buscando una tabla de salvación. Para mi desgracia, vi a mi amigo reírse de nosotros, sin la menor intención, al parecer, de ayudarnos. ¡Sentí una rabia asesina!
Han pasado muchos años. Aunque el asunto carece de importancia, no he podido olvidarlo.
Yo esperaba ayuda de mi amigo, no que añadiera fuego al suplicio. Me sentí traicionado.
Cuanto más cercana es una relación, tanto más necesario es pedir perdón y perdonar, porque es más fácil herir. Igualmente, si tienes una amistad íntima con Cristo, sentirás la necesidad de pedir perdón más a menudo. Por fortuna, nadie está más dispuesto a perdonar que él. Lo mismo es cierto de aquellos que son verdaderos amigos. Y tú, ¿sabes perdonar? ¿Es Jesús tu amigo?.


Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

LAS NUEVAS DE GRAN GOZO

Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor… Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo. Lucas 2:8-10.

Los ángeles contemplaban a José y a María, los cansados viajeros que iban camino a la ciudad de David para pagar sus impuestos, según el decreto de Augusto César. En la providencia de Dios, José y María fueron llevados allí, porque era el lugar en que la profecía había predicho que Cristo nacería.
Buscan un sitio de reposo en la posada, pero son rechazados porque no hay lugar. Los ricos y honorables han sido recibidos y encuentran descanso y lugar, entretanto que estos cansados viajeros son obligados a buscar refugio en un rudo edificio que alberga a las pobres bestias.
Aquí nace el Salvador del mundo. La Majestad de gloria, que llenaba todo el cielo de admiración y esplendor, se humilla para acostarse en un pesebre.
En el cielo estaba rodeado de los santos ángeles, pero ahora sus compañeros son las bestias del establo. ¡Tamaña humillación!
A causa de que no hay nadie entre los hijos de la humanidad que anuncie el advenimiento del Mesías, ahora los ángeles deben cumplir esa tarea, que era el honroso privilegio de los seres humanos…
Los humildes pastores, que cuidan sus rebaños de noche, son los que reciben gozosamente su testimonio… Al principio, no disciernen las miríadas de ángeles congregadas en el cielo. El brillo y la gloria de la hueste celestial iluminan y glorifican toda la pradera…
Los pastores se llenan de gozo y, mientras va desapareciendo la brillante gloria y los ángeles regresan al cielo, todos refulgen con las buenas nuevas y se apresuran para buscar al Salvador. Encuentran al infante Redentor, según hablan testificado los mensajeros celestiales, envuelto en pañales y acostado en la estrechez de un pesebre.
Los eventos que acababan de ocurrir han dejado impresiones indelebles en sus mentes y sus corazones, y están llenos de asombro, amor y gratitud por la gran condescendencia de Dios hacia la familia humana al enviar a su Hijo al mundo -Review and Herald, 17 de diciembre de 1872.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White