martes, 3 de abril de 2012

TÚ ERES MÍ TODO


«Y en todas las paredes interiores y exteriores del templo labró figuras de seres alados, palmeras y flores» (1 Reyes 6:29).

Seguimos observando el templo. ¡Qué hermoso es este lugar! No solo hay calabazas talladas en las paredes, sino también ángeles, flores y palmeras. ¿Te gustan las palmeras? Son realmente hermosas. A mí me gusta mucho cómo se ven sus hojas, y también el helado de coco. Sí, los cocos son los frutos de un tipo de palmera.
Pero las palmeras sirven para muchas cosas. ¿Estás listo para lo que te voy a decir? Las palmeras dan sombra, alimento, madera para construir; combustible para hacer fuego, fibra para hacer ropa, almidón para cocinar; aceite, cera, jabón, azúcar, escobas, sombreros, alfombras, vinagre y bebidas con sabor a frutas. Las palmeras viven y crecen en todo el mundo, principalmente en climas cálidos, y la gente las usa para todas esas cosas y más. ¿Qué sería de nosotros sin las palmeras?
Así como las palmeras son todo para quienes las usan, Dios también es «nuestro todo». Él es nuestro Padre, nuestro Protector; nuestro Guía, nuestra conciencia, nuestro Hermano mayor; nuestro Salvador, nuestro Sanador y muchas cosas más. Él es en realidad nuestro todo. Pídele que entre en tu corazón y fíjate en la manera maravillosa en que cuida todo.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

DIOS HABLA A TRAVÉS DE UN LIBRO


Clama a mí y yo te responderé y yo te enseñaré cosas grande y ocultas que tú no conoces.  (Jeremías 33:3).

La decisión de unirme a la Iglesia Adventista generó un conflicto con mi familia y con mi prometido.  Para aquel tiempo estábamos haciendo planes de boda. Mi novio era un católico muy comprometido y activo que rechazaba radicalmente a la Iglesia Adventista y que se incomodaba con solo oír hablar del sábado.
Un domingo de mañana mi novio vino a visitarme. Mientras yo me preparaba puse en sus manos un libro que había obtenido por medio de un amigo católico, titulado El Deseado de todas las gentes. Unos treinta minutos después regresé a la sala, donde él me esperaba. Me recibió con una amplia sonrisa y me dijo: «Gracias a este libro, en estos pocos minutos he entendido que el sábado es el día de reposo que debemos observar». ¡Gloria al Señor por aquel milagro!
En aquellos días de prueba, Dios utilizó a un pastor adventista amigo mío. Él nos recomendó que adelantáramos la fecha de la boda para celebrarla en un templo adventista cercano. Así lo hicimos, pero fue muy duro no contar con la presencia de nuestras familias. Recuerdo que: la esposa del pastor leyó un texto muy significativo: «Aunque mi padre y mi madre me dejen, con todo, Jehová me recogerá» (Salmo 27:10). Al escuchar aquellas palabras sentí un gran alivio.
Nos casamos el 4 de octubre de 1970. Mi esposo y yo encontramos abundante calor humano en los hermanos de la iglesia, así como apoyo para enfrentar con éxito los desafíos de la transición. Dos meses después, el 5 de diciembre, nacimos de nuevo mediante el bautismo, celebrado en un río de la localidad de Higüey en medio de un hermoso paisaje.
Nuestra primera labor misionera la llevamos a cabo con nuestras familias. Un año después, ocho de ellos ya nos acompañaban como hermanos de iglesia. Mientras escribo estas líneas más de treinta de nuestros familiares comparten la fe adventista, y seguimos orando por los demás. ¡Gracias, Señor!
Amiga mía, nuestro Dios nos habla de muchas maneras y no se aleja de nosotros en las dificultades. Mantente de él para que puedas escuchar su voz. Lee su Palabra  con el fin de descubrir sus propósitos y promesas. Sobre todo, permite que Dios te use para testificar ante tuyos y ante quienes te rodean.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Jacoba Payán

NO AVISÓ A TIEMPO


Acerquémonos, pues, con confianza al trono de nuestro Dios amoroso, para que él tenga misericordia de nosotros y en su bondad nos ayude en la hora de necesidad. Hebreos 4:16

De todos los soldados al servicio del emperador Carlomagno, Roldan era el más valiente y famoso. Pero era también el más orgulloso. Cierto día el emperador decidió darle un regalo a su valiente comandante. Se trataba de un cuerno de marfil que había pertenecido a su abuelo Carlos Martel.
—¿Crees que puedas soplarlo? —preguntó Carlomagno a Roldan. —Déjeme probar.
Y probó. El sonido fue tan fuerte que Carlomagno tuvo que taparse los oídos. —Es tuyo —le dijo el emperador a Roldan—. Si algún día te encuentras en aprietos, solo tienes que hacerlo sonar.
Ese día llegó. Se cree que fue el 15 de agosto del año 778 d.C. Roldan cruzaba los Pirineos al frente de un batallón de unos cien soldados. Su misión era cubrir la retaguardia a las tropas del emperador. De pronto fueron atacados por un ejército numéricamente muy superior. De inmediato, Oliverio, su compañero de mil batallas, se dio cuenta de que no podrían prevalecer. —¡Sopla el cuerno, Roldan! ¡Sóplalo! —Podemos derrotarlos sin ayuda —replicó Roldan.
Cuando Roldan se dio cuenta de que no podrían contra sus enemigos, sopló el cuerno, pero ya era demasiado tarde. Cuando Carlomagno llegó al escenario del enfrentamiento, solo encontró los cuerpos muertos de sus valientes. Entre ellos estaba Roldan, todavía aferrado al cuerno que pudo salvarle la vida, si lo hubiera usado a tiempo.
Si hay un lección que tenemos que aprender temprano en la vida es la de saber cuándo pedir ayuda. «¿Hasta dónde puedo llegar sin ayuda?» «¿Exactamente qué clase de ayuda necesito?» «¿A quién debo acudir en busca de apoyo?»
Es probable que ahora mismo estés necesitando ayuda en tus estudios, o tengas dificultades con tu mejor amigo o amiga. Puede que estés batallando contra algún vicio, o te sientas alejado de Dios. Sea lo que fuera, tienes que saber que la ayuda está a tu disposición. Ahora mismo puedes «sonar el cuerno» y pedir a tu Padre celestial que acuda en tu auxilio. Cerca de ti hay alguien (papá, mamá, el pastor, un amigo o amiga con mayor experiencia) que estará más que dispuesto a «darte una mano de ayuda». Entonces, ¿por qué esperar?
Padre mío, dame sabiduría para saber cuándo  y a quién pedir ayuda.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

PARA QUE LA ESCRITURA SE CUMPLIERA

«Me es necesario hacer las obras del que me envió, mientras dura el día; la noche viene, cuando nadie puede trabajar» (Juan 9:4).

Uno de los acontecimientos más importantes del ministerio de Jesús fue su entrada triunfal en Jerusalén. ¿Por qué permitió Jesús que la atención se centrara en él cuando entró como rey en la ciudad? No era apropiado que el Cordero de Dios fuera al altar sin que nadie lo viera; no era adecuado que Aquel que quita el pecado del mundo fuera llevado al templo sin que nadie se apercibiera de él. En cuestión de días sería crucificado. Por lo tanto, todas las miradas fueron atraídas sobre él y supieron quién y qué era; de modo que, con hechos y con palabras, pudo decir a Israel: «Yo soy Aquel que tenía que venir. De mí dijeron los antiguos profetas: "He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito de mí; el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón" (Sal. 40:7,8)».
Con su entrada triunfal en Jerusalén Jesús consiguió que sus enemigos conocieran su verdadera influencia sobre el pueblo. De haber tenido planes para acceder al trono y permitir que sus siervos plantaran batalla, la antigua bravura del pueblo judío se habría encendido como un fuego abrasador y sus enemigos habrían tenido que huir.
Con todo, la razón principal de esta muestra de adoración era que Jesús era cuidadoso y fiel en el cumplimiento de la profecía de las Sagradas Escrituras. «¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Da voces de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu rey vendrá a ti, justo y salvador, pero humilde, cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna» (Zac. 9:9).
¡Ojalá fuésemos capaces de valorar en su justa medida las palabras que pronunció el Señor! ¡Ojalá estuviésemos dispuestos a cambiar el curso de nuestro pensamiento y nuestras enseñanzas en lugar de despreciar una palabra inspirada! La obediencia a las Escrituras era el camino de Cristo, cabeza de su iglesia, y debería ser el de sus miembros. Si el propio Rey pone sumo cuidado en obedecer todas y cada una de las palabras salidas de la boca de Dios, ¿cuánto más nosotros? Señor, mi oración para hoy es que hagas una entrada triunfal en mi vida. ¡Ojalá un día pueda estar con los que te proclaman Rey de reyes y Señor de señores! Basado en Lucas 19: 29-44

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill