viernes, 16 de noviembre de 2012

¡QUÉ ENTRENAMIENTO!


«Pido que Dios les ilumine la mente, para que sepan [...] cuan grande y sin límites es su poder, el cual actúa en nosotros los creyentes. Este poder es el mismo que Dios mostró con tanta fuerza y potencia» (Efesios 1:18,19).

Hoy vamos a visitar nuevamente el lugar donde se reúne la gente fuerte. Estamos en el gimnasio, donde mujeres y hombres levantan pesas para fortalecerse. Mira cómo se inflan sus músculos. ¿Ves cómo se ejercitan en la máquina escaladora? Todos están trabajando fuertemente, ¿no es así? Quieren que sus cuerpos y sus corazones se fortalezcan.
El versículo de hoy habla de la persona más fuerte de todo el universo. Obviamente está hablando de Jesús. Jesús tiene un poder extraordinario para todos aquellos que creen en él. Tiene poder para ayudarnos a vencer el pecado. Tiene poder para vencer a Satanás.  Y tiene poder para llevarnos al cielo a vivir con él para siempre, Jesús es realmente un ser muy poderoso.
Es importante que nosotros ejercitemos nuestro cuerpo físico para mantenernos fuertes.  También debemos ejercitar nuestra mente para ser más inteligentes. Pero lo más importante de todo es tener el poder de Jesús en nosotros para derrotar a Satanás, y de esa manera poder ir al cielo con él. ¡Ese sí será un gran ejercicio!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

NO PUEDO LLORAR


Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron; y muchos fueron allá a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él. (Marco 6:33).

Recuerdo un jueves que comenzó como cualquier otro día. Fui al trabajo, y cerca del mediodía, al despedirme de mis compañeras, noté que algunas trataban de evitarme, como si temieran encontrarse conmigo. Una de ellas lloró, pero yo me hice la fuerte y mis lágrimas se quedaron dentro, donde únicamente Dios podía verlas.
Siempre he sido muy sensible, sin embargo, Dios ha sido especial conmigo, ya que me permitió comprender  que el cáncer no es un problema sino una circunstancia adversa. Desde el momento en que reconocí aquello recibí, las fuerzas para no llorar. Muchas veces sí te das cuenta de que los seres que te aman están sufriendo por ti, y te dices: «No puedo llorar». Al verlos tan tristes sientes el deseo de darles ánimo, ya que si ellos te ven fuerte se sentirán con más esperanzas.
El cáncer es una enfermedad que afecta a la mente, al cuerpo y al espíritu. Es innegable que una actitud proactiva y un espíritu positivo ayudan al paciente a sobrevivir. Por otro lado la ira, la soledad y la tristeza provocan un fuerte estrés en el organismo. Un espíritu lleno de amor y perdón contribuirá a mejorar la salud, al igual que relajarse y tomar la decisión de disfrutar de cada aspecto de la vida. Estas son herramientas útiles para los enfermos.
Cada tres semanas debía recibir una sesión de quimioterapia. Siempre me acompañaba alguna amiga, o mi hermana y mi esposo. Creo que trataban de darme todo el ánimo posible, mientras que yo me esforzaba por no defraudarlos. Creo que es muy importante aceptar con entereza el desafío que representa este tipo de enfermedad,  ¿ponernos en las manos de Dios, a la vez que decidimos luchar sin descanso.
Recuerdo que muchas veces me dejé agobiar por las cosas de este mundo: por el trabajo, por los estudios, por todo. Hoy reconozco que debemos seguir el ejemplo de Jesús, que ponía a Dios por encima de todo.
Querida amiga, recordemos buscar «primeramente el reino de Dios y su justicia» (Mat. 6:33), ¡y todas las demás cosas nos serán añadidas!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Ana Lucía de Borthomier

¿MAÑANA?


Si hoy escuchan ustedes lo que Dios dice, no endurezcan su corazón. Hebreos 4:7

Si Ripley, el autor de la famosa serie «Aunque usted no lo crea», hubiera existido cuando el Imperio Romano estaba en su esplendor, creo que habría incluido a Félix en su repertorio de casos increíbles.
Félix fue un esclavo que llegó a ser gobernador de Judea y Samaria, gracias a los «buenos oficios» de su hermano Pallas. Félix y Pallas habían sido esclavos de Antonia, la madre del emperador Claudio. Cuando Antonia murió, los dos hermanos pasaron a servir al emperador. Pallas llegó a ser uno de los siervos favoritos de Claudio, y cuando se necesitó un gobernador para Judea, Pallas usó su influencia para que su hermano Félix se quedara con el cargo.
Como esclavo, Félix no tenía posibilidad alguna de casarse con un miembro de la realeza. Pero como gobernador, la cosa cambió por completo. Gracias a esa posición de poder, Félix logró casarse con Drusila, la hija menor de Herodes Agripa I.
Un día, ya siendo oficial del Imperio, Félix escuchó predicar al apóstol Pablo. Dice la Biblia que cuando Pablo «habló de una vida de rectitud, del dominio propio y del juicio futuro, Félix se asustó y le dijo: "Vete ahora. Te volveré a llamar cuando tenga tiempo"» (Hech. 24:25). Pero Félix postergó su decisión y nunca se arrepintió. ¿Por qué? Sospecho que la respuesta hay que buscarla en una persona que ese día estaba en el salón, muy cerca de él, y que también escuchó el sermón de Pablo. Su nombre: Drusila. Para entregarse a Cristo, Félix primero debía abandonar a Drusila, con quien estaba casado de manera ilegítima. Y ese, al parecer, era un precio que Félix no estaba dispuesto a pagar.
¡Qué triste! En realidad, Félix nunca dejó de ser esclavo.
Cuando pienso en Félix, me pregunto: ¿Qué o quién ocupa el primer lugar en mi vida? ¿Y en tu vida? ¿Hay algo (una persona, un hábito, un pasatiempo...), que en este mismo momento se está interponiendo entre Dios y tú; algo que te impide entregarle tu corazón al Señor Jesús? Si lo hay, tienes dos opciones.
Una, al igual que Félix, postergar la decisión de arrepentirte. La otra, la que sugiere nuestro versículo de hoy: no endurecer tu corazón. Definitivamente, esto último es lo mejor.

Señor Jesús, ayúdame a darte el lugar central en mi corazón, comenzando hoy.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

EN BUSCA DE COMIDA GRATIS


«Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna» (Juan 6:27).

Los judíos estaban exasperados del dominio romano. Trabajaban duro para alimentar y vestir a sus familias; pero el gobierno romano los obligaba a pagar elevados impuestos. Anhelaban el día en que su prometido Mesías los liberara y pudieran volver a ser una nación independiente. ¿Se imagina las esperanzas que alimentaron al ver los prodigios que hacía Jesús? Ante sus propios ojos, sanaba a los enfermos y acababa de alimentar a miles de personas con tan solo partir unos pocos alimentos. ¿Por qué no coronarlo rey inmediatamente? Con un rey así, se habrían acabado sus problemas. Jesús conocía los pensamientos de la multitud y por eso, una vez que hubieron acabado de comer, los envió a todos de vuelta a sus casas.
Pero la gente insistía. Estaban decididos a conseguir que Jesús fuese su rey y, en barca, lo buscaron. Cuando lo encontraron en Capernaúm le preguntaron cómo había llegado. Jesús sabía por qué lo habían seguido y respondió: «De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis» (Juan 6:26).
Amar a Jesús y orar a Dios está bien. ¿Pero es posible que lleguemos a pensar en él como si se tratara de una máquina expendedora celestial? ¿Podría ser que usted y yo estemos sintiendo atracción hacia Jesús por razones materiales? Jesús nos invita a llevarle todas nuestras necesidades; pero, ¿es esta la razón por la que decimos que somos cristianos?
¿Qué es más importante para nosotros, la vida material o la vida espiritual? Es una cuestión de prioridades. He oído que algunos telepredicadores actuales dicen que, si acudimos a Jesús, él nos hará ricos. Este es un motivo equivocado. No tendríamos que ver al Señor como una mera solución a nuestros problemas materiales. Si lo hacemos, cuando nuestras necesidades estén cubiertas, tenderemos a olvidarnos del Señor.
Oremos para que Dios no permita que quedemos tan atrapados en los asuntos materiales de la vida presente que nos olvidemos de mirar a Aquel que prometió darnos la vida eterna.  Basado en Juan 6:1-71


Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill