viernes, 11 de noviembre de 2011

¡PERDONADOS!

Vuestros pecados han sido perdonados por su nombre. (1 Juan 2:12)

Cuando Luis XII subió al trono de Francia ordenó que se confeccionaran una lista con los nombres de iodos sus enemigos. Una vez la tuvo cii sus manos, dibujó junto a cada nombre una cruz. Al enterarse de esto, sus enemigos huyeron atemorizados, pensando que era un anuncio de muerte. Sin embargo, el rey los mandó a buscar asegurándoles el perdón. Las palabras que Cristo dirigió a sus adversarios: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Luc. 23: 34), habían motivado al rey a perdonar.
La pluma divina está ansiosa de colocar una cruz ante cada nombre escrito en los registros celestiales. Solo espera que aceptemos la intercesión de Cristo a nuestro favor, y entonces se cambiará la señal de muerte por una de vida eterna.
Una vez sabemos que hemos sido rescatadas, necesitamos aceptar otro de los regalos divinos: el perdón. La Biblia registra varios casos en los que Jesús perdonó pecados públicamente. Para los judíos esto era una blasfemia, pues sostenían que solo Dios puede perdonar los pecados, pero Cristo sabía lo que decía. Él era Dios y por eso podía no solo sanar físicamente, sino limpiar toda mancha de pecado que atormentaba a aquellas personas. En aquel tiempo existía la creencia de que, los sufrimientos eran consecuencia de los propios pecados, por lo que los que padecían penosas enfermedades eran considerados pecadores.
¿Recuerdas cuando bajaron por el tejado a un hombre para que Jesús lo sanara? Antes de devolverle la salud, Jesús restituyó su alma atormentada. Esto generó duras criticas por parte de muchos de los présenles. Pero Jesús sabía que la necesidad más imperiosa de aquel hombre era el perdón.
Cristo te mira hoy para leer lo más íntimo de tu ser. Él sabe que tu vida no puede avanzar sin el combustible, del perdón divino. Tal vez lo que te motiva a ir a Jesús es una necesidad física o material, pero él quiere ir mucho más allá. Quiere restaurarte, perdonarte, sanar tu alma y eliminar el remordimiento que te impide, avanzar. Cristo es el único que puede cambiar tu vida y darle paz.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

LA FALTA DE CRECIMIENTO ESPIRITUAL

Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Hebreos 5:12.

Así como un padre espera y desea que con el paso del tiempo sus hijos crezcan y maduren, Dios desea igualmente que eso ocurra con sus hijos. Quien se entrega en los brazos del Salvador y comienza a transitar su camino, es considerado al comienzo como un niño espiritual. Necesita crecer, madurar, aprender, que su fe se haga robusta ejercitando sus facultades constantemente en el discernimiento del bien y del mal. Quienes no crecen, corren el grave peligro de caer en la apostasía y en el abandono de la fe.
Los destinatarios de Hebreos estaban viviendo un estancamiento espiritual, no continuaban creciendo en la fe y con el paso del tiempo se encontraban inmaduros. Este estancamiento podría ser peligroso si no se lo corregía a tiempo. El autor de Hebreos, con amor pastoral les dijo: "Tenemos mucho que decir sobre este asunto, pero es difícil explicarlo, porque ustedes son lentos para entender. Al cabo de tanto tiempo, ustedes ya deberían ser maestros; en cambio, necesitan que se les expliquen de nuevo las cosas más sencillas de las enseñanzas de Dios. Han vuelto a ser tan débiles que, en vez de comida sólida, tienen que tomar leche. Y los que se alimentan de leche son como niños de pecho, incapaces de juzgar rectamente. La comida sólida es para los adultos, para los que ya saben juzgar, porque están acostumbrados a distinguir entre lo bueno y lo malo." (Heb. 5:11-14, Dios habla hoy).
Hebreos no solo menciona el problema sino también la meta a alcanzar por todos, la condición que debería tener cada cristiano: "Ya deberían ser maestros". ¿En qué deberían ser maestros? Pues todos debemos ser maestros en amor, en dominio propio, en bondad, en generosidad, en fe, en conocimiento bíblico y en trabajo misionero. La posibilidad de crecer está al alcance de todos, porque Dios nos da el alimento espiritual sin hacer acepción de personas. No es suficiente consumir de ese alimento una vez por semana en la iglesia o cuando se está viviendo un problema de difícil solución. Su Palabra, su alimento, debe ser consumido diariamente. "Ningún corazón renovado puede mantenerse tierno sin la aplicación diaria de la sal de la Palabra. Debe recibirse diariamente la gracia divina, o ningún hombre permanecerá convenido" (Eventos de los últimos días, p. 67; la cursiva ha sido añadida).

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

MORIRÉIS

Pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Génesis 3:3.

La advertencia divina era clara: ¡Moriréis! A pesar de eso, Adán y Eva escogieron el camino de la desobediencia. Si pudiésemos resumir, en una palabra, lo que es el pecado, la palabra sería rebelión. En el cielo, Satanás se rebeló en contra de Dios, y en el Edén, Adán y Eva también se rebelaron contra el Creador.
Al leer el relato de la entrada del pecado en este mundo, la idea de la rebelión es clara; a pesar de que esta palabra no es usada. Pero, cuando Eva decidió ser dueña y señora de su propio destino, se estaba rebelando en contra de Dios; ella decidió confiar en la palabra del enemigo. Creyó que realmente Dios no deseaba su crecimiento; que la limitada a la esfera humana, privada de niveles superiores de desarrollo. Y, entonces, se colocó contra el orden de las cosas establecido por Dios.
El pecado de Adán podría ser considerado peor, si existiera un pecado peor que el otro. Adán pecó conscientemente. Eva fue engañada, y creyó en las mentiras del enemigo. Pero Adán decidió, a propósito, morir con Eva, y con esta actitud también se rebeló contra el Creador.
Entonces, apareció el resultado inmediato de la rebelión: el ser humano empezó a deteriorarse, a descomponerse, a entrar en putrefacción espiritual. La palabra traducida como "morir", Shachat, en hebreo, da la idea de un cadáver que entra en lenta, pero irreversible, descomposición. Eso empezó a suceder con Adán y con Eva: comenzaron a deteriorarse, tanto física como espiritualmente.
El primer sentimiento extraño que surgió en el corazón de ellos fue el del miedo. Se escondieron de Dios; ellos abandonaron a Dios, y Dios los dejó. Ellos se rebelaron: echaron a un lado los consejos divinos; decidieron escoger su propio camino. Y, para vivir la vida de ese modo, nada mejor que irse lejos de Dios.
Pero, las consecuencias fueron más allá de la simple separación de Dios: empezaron a separarse entre sí. Comenzaron a discutir, a acusarse, a sentirse solos, tristes, avergonzados. Todo eso formaba parte del deterioro espiritual, al que voluntariamente se habían condenado.
¿Hay solución para este drama? ¡Hay, sí! Jesús es la vida: la desobediencia trajo la muerte, pero Jesús trajo la vida. Ahora, solo resta correr a los brazos de Jesús, y encontrar nuevamente la vida. Pero, recuerda: "pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón