lunes, 6 de febrero de 2012

TEN «GARRAS» PARA ANIMAR

«Las siguientes aves ustedes las rechazarán y no las comerán, porque las considerarán animales inmundos: [...] el águila marina [...], la lechuza [...], el buho» (Levítico 11:13-18.NVI).

En nuestra excursión de hoy observaremos algunas aves. Solo las observaremos, porque la verdad no puedo imaginarme comiendo alguna de las aves que se mencionan en el versículo de arriba. Pero sin duda disfrutaremos viéndolas.
Seguramente has oído hablar de los buhos, pero tal vez no de las águilas marinas. Las águilas marinas son unas aves hermosas que son blancas por delante, marrones en la parte de arriba, y tienen la cabeza blanca con una franja marrón. ¡Y son inmensas! Cuando el águila marina extiende sus alas, estas pueden llegar a medir casi dos metros. ¡Pocas personas alcanzan esa estatura! La manera en que el águila marina pesca es realmente interesante. Ella sobrevuela la superficie y espera que algún pez se acerque. Cuando alguno comete el error de hacerlo, el águila marina salta sobre él con sus garras y lo atrapa.
Dios puso en el águila marina la asombrosa habilidad de atrapar los peces directamente del agua. No otros tenemos que asegurarnos de que no hacemos lo mismo con los demás. ¿Alguna vez has visto a alguien «acechar» a otra persona hasta que esta cometa un error solo para criticarla? Dios quiere que nosotros animemos a los demás, no que los critiquemos. Y que perdonemos a los demas en vez de estar como aves de rapiña esperando que cometan un error

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

PURIFÍCATE EN JEHOVÁ

Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el como el carmesí vendrán a ser como blanca lana (Isaías 1: 18).

Todas nosotras mantenemos una lucha constante contra las manchas; utilizamos cualquier producto que esté a nuestro alcance con el fin de eliminarlas. Existe un producto que está al alcance de todos y que en ocasiones puede ser de gran utilidad: el vinagre. Siempre me ha llamado la atención los usos que tiene. Uno de ellos tiene que ver precisamente con la limpieza, pues purifica a la vez que desinfecta.
A veces sufrimos experiencias traumáticas que nos parecen imposibles de superar, y llegamos a creer que nunca podremos borrar las manchas que han dejado en nuestra personalidad. Sin embargo, deseo darte una buena noticia y es que contamos con alguien que obra maravillosamente pata limpiar nuestras vidas: Jesús! ¡Él es como el vinagre! Si permitimos que actúe a diario en cada una de nosotras realizará una obra extraordinaria y nos restaurará a la condición de pureza.
Recordemos que Dios permite que mediante el llamado del Espíritu sintamos la necesidad de ser limpiadas por él. Podremos alcanzar la pureza que él desea para nosotras en el momento que decidamos entregarle nuestras vidas, sellando dicho pacto mediante el bautismo y confirmándolo mediante el estudio cotidiano de su Palabra.
«El poder de una vida más elevada, pura y noble es nuestra gran necesidad. El mundo abarca demasiado de nuestros pensamientos, y el reino de los cielos demasiado poco. En sus esfuerzos por alcanzar el ideal de Dios, el cristiano no debe desesperarse de ningún empeño. A todos es prometida la perfección moral y espiritual por la gracia y el poder de Cristo. Él es el origen del poder, la fuente de la vida. Nos lleva a su palabra, y del árbol de la vida nos presenta hojas para la sanidad de las almas enfermas de pecado. Nos guía hacia el trono de Dios, y pone en nuestra boca una oración por la cual somos traídos en estrecha relación con él» (Los hechos de los apóstoles, cap. 45, p. 355).
Si sientes el deseo de bautizarte o de reconsagrar tu vida, hazlo, no rechaces la invitación del Espíritu Santo, ¡Acéptala! ¡No te arrepentirás jamás! Nadie es responsable de tu salvación, sino únicamente tú.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Rhode Suriano Suárez

HÁBITOS DEL CORAZÓN

La luz se esparce sobre los justos, y la alegría sobre los rectos de corazón. Salmo 97:11, NVI.

«Los años críticos». Así califica la escritora Sharon Parks los años entre la adolescencia y la edad adulta. Esta es la etapa del desarrollo en la que, sin lugar dejar de ser joven, comienzas a vivir en el mundo de los adultos. Es la fase de tu vida en la que, en condiciones ideales, tus conceptos de lo bueno y lo malo echan raíces profundas que te guían en la toma de decisiones.
Durante la infancia y los primeros años de la adolescencia, tus padres y maestros te enseñaron los principios y valores que orientan tu conducta. Esas enseñanzas conforman lo que tú sabes de lo bueno y de lo malo. En una palabra, modelan tus creencias. Cuando llegan los años críticos, la labor formadora de tus padres y maestros idealmente ya ha sido hecha y ahora eres tú quien debe convertir esas creencias en una forma de vida.
¿Qué factores contribuyen para que integres tu conocimiento moral (lo que crees) a tu conducta moral (la forma en que vives) ? Según Steven Garber, existen tres factores, que él denomina «los hábitos del corazón».
- Hábito n° 1 (las convicciones): «¿En qué creo?»
- Hábito n° 2 (los modelos): «¿A quién admiro?»
- Hábito n° 3 (los amigos): «¿Con quién me asocio?»
Después de años de observación y de investigación como profesor universitario, Garber afirma que los jóvenes que han logrado integrar lo que creen con la manera en que viven poseen estas tres características:
1. Tienen sólidas creencias, principios y valores.
2. Han escogido como modelos a personas (en especial a sus padres, maestros y profesores) que han sido un ejemplo viviente de esas creencias.
3. Se han asociado con amigos que los han animado a vivir de acuerdo a lo que creen, y que los han inspirado para hacer lo correcto (The Fabric of Faithfulness [La trama de la fidelidad], pp. 37, 18, 176, 177).
En otras palabras, para vivir a la altura de tus principios no es suficiente que sepas qué es lo correcto. También necesitas ponerlo en práctica. Para lograr este ideal, es muy importante que escojas bien a tus modelos y a tus amigos. Y que lo hagas ahora, durante los años críticos de tu vida.
Señor, dame sabiduría para escoger bien a mis modelos y amigos. Y dame poder para vivir de acuerdo a lo que creo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

¿PACIFICADOR O AGITADOR?

«Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres» (Romanos 12: 18).

Cuando era joven, me encontré con dos perros que estaban en plena refriega. Decidí separarlos y me interpuse entre ellos. Lo siguiente que recuerdo fue un dolor punzante en una mano. Quise sacarla de la reyerta, pero el perro seguía con mi dedo entre las fauces. Por cierto, la cicatriz que me dejó sigue recordándome esa mediación frustrada.
Mi esposa y yo tenemos cuatro hijos. Cuando Cindy, nuestra hija mayor era todavía muy pequeña, teníamos una mascota, una perrita caniche que se llamaba Mimi. Un día, la pequeña Cindy empezó a molestar a Mimi. La perrita se refugió bajo el sofá, convencida de que allí encontraría sosiego y tranquilidad.
La niña no se dio por vencida. Se deslizó debajo del mueble y alargó el brazo justo hasta tocar el hocico del animal. Mimi, que solía ser un animal tolerante, mordió la mano de un hija. Al instante escuchamos el llanto y los gritos de Cindy: «¡Mimi me mordió! ¡Mimi me mordió!». Yo sabía por qué Mimi la había mordido, pero como Cindy era mi hija, Mimi acabó deste-11,ida al sótano.
Un pacificador no crea problemas. Mimi no tenía que haber mordido a Cindy; pero mi hija tampoco tenía que haber molestado a la perra.
Los pacificadores no buscan los conflictos ni los causan. Hacen todo lo posible para mantenerse al margen.
Las personas problemáticas son egoístas y solo piensan en sus intereses. Los pacificadores piensan en el bien de los demás.
Quizá alguien diga: «Pastor O'Ffill, comprendo lo que trata de decirme, pero usted no me entiende: Los miembros de mi familia siempre andan causando problemas. He orado al respecto y me he esforzado sobremanera para conseguir que la situación mejore. ¿Qué debo hacer?». El apóstol Pablo responde: «Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres» (Rom. 12:18).
La experiencia me ha enseñado que, aunque no soy responsable de lo que los demás me hagan, sí soy responsable de mis reacciones. A quienes desean ser pacificadores, Pablo los exhorta: «Perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros» (2 Cor. 13:11). (Basado en Mateo 5:9)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill