martes, 30 de agosto de 2011

VEINTICUATRO HORAS AL DÍA

Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis. (Mateó 21:22).

Un Pastor sabiendo el deseo de la mayoría de sus miembros, se dirigió a su congregación diciendo: «Sé que han venido con el pedido especial de que Dios envíe la lluvia para aplacar esta sequía, pero me gustaría hacerles una pregunta: ¿Dónde están sus paraguas?».
Historias como esta no cesan de mostrar cuan poco sabemos orar. John Bisagno dijo: «Si no estamos dispuestos a hablarle a Dios en un día despejado, de nada servirá que le estemos gritando cuando se desencadene una tormenta. No es posible que un motivo insignificante viva en una oración profundamente importante».
El tema de la oración ha sido tratado por muchos escritores a lo largo de los siglos y todos la han definido con palabras maravillosas; pero yo creo que la pregunta que debernos hacernos es: ¿Cuál es tu propia definición de la oración? Sí, esa que basas no en la teoría, sino en tu experiencia personal.
Una de las definiciones más maravillosas de la oración la encontramos en la carta del 25 de septiembre de 1874 que Elena G. de White dirigió a Edson y Enma While: «La oración es el canal que conduce hasta el trono de Dios nuestra gratitud y los deseos de nuestra alma por recibir la bendición divina, y que nos llega en retribución como la lluvia refrescante de la gracia divina».
Un canal no es más que un tubo, un conducto a través del cual fluye algo. La señora White concluye su carta diciendo: «Muchos permiten que este canal se obstruya, de manera que se interrumpa la conexión con el cielo.... ¡Oh, cuánto deseo que dediquemos más tiempo a permanecer sobre nuestras rodillas, y menos a planificar por nosotros mismos y a pensar que podemos hacer grandes cosas».
Dios desea conectarse con nosotras a través del canal de la oración. Él pone el conducto, él hace que fluya su contenido, entonces ¿qué tenemos que hacer nosotras, que estamos del otro lado? Sería bueno que cada mañana te hicieras a ti misma estas tres preguntas:
1. ¿Con cuánta frecuencia uso la oración?
2. ¿Para qué la utilizo?
3. ¿Cómo lo hago?
Dios desea refrescarte cada día con la lluvia celestial.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

LAS VERDADERAS RIQUEZAS (PARTE 1)

Y les dijo: mirad, y guardaos de toda avaricia; porque La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. Lucas 12:15.

¿Qué dirección le estás dando a tu vida? ¿Cuál es el propósito que tienes para vivir los años futuros de tu existencia en este mundo? ¿A qué te dedicarás? La vida que lleves dará respuesta a estas preguntas, pero quizá ya hayas reflexionado al respecto y sepas qué sentido le darás a tu futuro. Si ya elegiste la carrera universitaria, tienes una dirección bastante precisa sobre el propósito de tu vida.
Vale la pena que tengas en cuenta un consejo bíblico: "Mirad, y guardaos de toda avaricia". ¡Mira! ¡Observa! ¡Reflexiona! ¡No sigas adelante sin considerar el rumbo que le darás a tu existencia!
La parábola de Jesús narra la vida de un hombre que tenía en claro el propósito de su vida: ganar dinero. Sus campos había producido muchísimo, y encontró que sus graneros eran pequeños para esa tremenda producción. Entonces, después de pensar un momento, decidió: "Derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes". Luego de haber amontonado toda esa riqueza, entonces disfrutaría comiendo, bebiendo y regocijándose (Lúe. 12:18,19).
Estos planes se parecen al de muchas personas de nuestra época. ¡Cuántos hay que pasan su vida ahorrando, haciendo inversiones, depositando en cajas jubilatorias, para disfrutar en algún tiempo futuro! Pero la parábola no termina allí. "Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma, y lo que has provisto, ¿de quién será?" (vers. 20).
¿De qué sirve toda una vida de riquezas si se pierde el reino de los cielos? ¿Es un buen negocio pasar setenta u ochenta años viviendo para las riquezas y perder una eternidad al lado de Jesús? Este mal negocio lo hace todo aquel que amontona "para sí tesoro, y no es rico para con Dios" (vers. 21).
Esta parábola no está hablando en contra del ahorro, sino que procura poner freno a la avaricia humana, "porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee".
Las verdaderas riquezas son las que las personas juntan en el depósito celestial. "Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia" (Mat. 6:33) fue el consejo del Maestro, porque "el reino de Dios y su justicia" son valores eternos, que no se agotan ni están expuestos al robo o a la quiebra bancaria. "El reino de Dios y su justicia" apartan los pensamientos del hombre de sí mismo y los eleva hacia Dios y su prójimo.
Pon tu futuro en las manos divinas, y no dejes de depositar tus bienes diariamente en el banco celestial.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

LO ESCARNECÍAN

Y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! Mateo 27:29.

Uno de los más bellos discursos que escuché fue pronunciado por quien fuera presidente de la República del Perú, Fernando Belaúnde Terry. Al descender del avión, retornando de Punta del Este después de una reunión de presidentes en la que había sido ovacionando de pie, pronunció las siguientes palabras: "¿Qué me aplaudes, pueblo peruano, si fui a Punta del Este porque tú me enviaste? ¿Y qué laureles me alcanzas, si tú te los ganaste?" ¡Extraordinario! ¡Una joya del discurso! Expresa el valor de una corona de laureles: los seres humanos la buscan desesperadamente porque simboliza éxito, prosperidad y victoria.
Pero, Jesús vino a este mundo a recibir una corona de espinas, que simboliza dolor, sufrimiento y vergüenza. Y lo importante es que, al dejar sus mansiones celestiales y descender a este mundo manchado por el pecado, Jesús sabía a lo que estaba viniendo; sabía lo que le esperaba. Y así mismo, vino.
Desde su niñez, el Salvador del mundo sabía que el camino por recorrer estaba alfombrado de lágrimas y aflicciones; a fin de cuentas, eso es lo que el pecado había introducido en este mundo. ¿Cómo librarnos de las espinas, sin sorber el amargo vaso del dolor?
Aquel día, el universo temblaba en todos sus rincones. Los verdugos se arrodillaban, con sarcasmo, delante de Jesús y lo llamaban rey. Mal sabían ellos que, un día, se volverán a arrodillar; no más para burlarse de él, sino para clamar a las rocas y a los montes que caigan encima de ellos y los oculten de la presencia de aquel que un día despreciaron.
Hoy es el día: o te arrodillas hoy con santo temor y cuando él vuelva te levantas, alegre, para recibirlo, o te levantas hoy para burlarte y te arrodillas, en el día final, para reconocer su señorío.
Nadie puede huir; ningún argumento sirve para postergar la decisión. El Maestro está a la puerta del corazón y llama. Hoy es el día de buena nueva: entrégale el corazón mientras eres joven, mientras puedes andar con tus propios pies. Él está allí, con los brazos abiertos, esperándote. No te olvides: "Y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!"

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón