sábado, 18 de agosto de 2012

SÉ UN NIÑO SABIO


«A Israel le ha llegado el momento de nacer, pero es un hijo tan torpe que ni siquiera es capaz de colocarse en la debida posición para el parto» (Oseas 13: 13).

¿Sabías que tú le causaste a tu madre una gran cantidad de dolor? Es verdad. Cuando naciste, a tu mamá le dolió. Pero apenas tu mamá te vio se puso tan feliz que su dolor se esfumó. Bueno, casi. Si tienes un hermano o una hermana te parecerá extraño que tu mamá haya querido pasar por ese dolor más de una vez. Obviamente es porque los ama muchísimo.
Nuestro versículo de hoy habla de alguien que no es muy sabio. Ha tenido que aprender lecciones dolorosas, tanto como un parto, pero rápidamente se olvida del dolor y vuelve a meterse en problemas. Es fabuloso que tu mamá se haya olvidado del dolor que sintió cuando tú naciste, pero es terrible que nosotros nos olvidemos del dolor que nos pueden causar las experiencias difíciles de la vida.
Jesús quiere que aprendas de las lecciones difíciles. Él quiere que recuerdes los problemas que has experimentado para que no tengas que pasar de nuevo por ellos. Aprende bien las lecciones. No pases dos veces por el mismo dolor. Sé un niño sabio y vive una vida más feliz.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

AYUDA PARA BIEN


Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es a los que conforme, a su propósito son llamados (Romanos 8:28).

La reacción normal ante algunas situaciones difíciles es desesperarse y preguntar: «¿Por qué me está pasando esto? ¿Qué voy a hacer?». Nuestro corazón se llena de dudas y quizá lleguemos incluso a pensar que Dios nos ha abandonado. En muchas ocasiones me he encontrado en un callejón sin salida y no he podido ver la mano de Dios. A pesar de todo, tras cada prueba he podido reconocer la forma extraordinaria en que Dios me ha guiado.
A los pocos días de llevar a casa a nuestra recién nacida bebé notamos que tenía una protuberancia en el párpado izquierdo. La llevamos al médico y nos dijeron que tenía un quiste, pero que no era para preocuparse, ya que podrían operarla cuando cumpliera dos años. No le di mucha importancia pensando que seguramente el quiste desaparecería. Un día la llevamos a la pediatra, quien nos dijo que el quiste estaba creciendo y que tendrían que operarla antes de que cumpliera un año. Entonces sí me preocupé, pues no imaginaba la forma en que Dios podría sanarla.
Un día dejé a la niña en casa con su abuelita, quien acostumbraba a cuidarla. Cerca del mediodía llamé para saber de ellas. Cuando contestaron el teléfono escuché un llanto muy fuerte. Me asusté aún más cuando su abuela me dijo: «La niña se acaba de caer y se golpeó el ojo donde tiene el quiste». Cuando fui a buscarla noté que tenía el párpado inflamado, así que la llevé a la pediatra, quien me dijo que no había motivos para alarmarse. A los pocos días el párpado comenzó a desinflamarse, pero ya no se le notaba el quiste, por lo que la llevamos nuevamente a su pediatra. Ella, sorprendida, nos dijo que probablemente el quiste tenía líquido en su interior y que al romperse con el golpe, el cuerpo lo había absorbido.
Cada caída que sufrimos elimina un quiste de nuestro carácter y nos prepara para ir al encuentro del Señor. Te invito a que dejes tus problemas a los pies del Salvador y podras comprobar que cada situación ayuda para nuestro bien.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Gregaria González 

NO SOMOS LO MÁXIMO

El que a sí mismo se engrandece será humillado; y el que se humilla, será engrandecido. Lucas 14:11

Aquí va una adivinanza: ¿Cuál es ese defecto que mientras más lo tenemos, más nos disgusta verlo en otros; y que con facilidad descubrimos en los demás, pero nunca en nosotros mismos?
¿Ya lo adivinas? Se trata del orgullo. Piensa por un momento en el asunto: ¿Has conocido a una persona orgullosa que admita que tiene ese problema? No. El orgulloso es el último en admitir que lo es.
La verdad sea dicha: En el fondo, todos tenemos algo de orgullosos. Solo que nos cuesta mucho admitirlo. Por ello, a veces conviene que la vida nos recuerde que no somos tan grandes, ni tan inteligentes, ni tan populares como creemos serlo. Algo así como lo que le pasó a Bobby Bowden, el famoso entrenador de fútbol americano de la Universidad Estatal de Florida.
Cuenta Bowden que una vez quiso ir a pasear con su esposa a un lugar donde la gente no le pidiera autógrafos, ni los reporteros lo molestaran con entrevistas. Terminaron escogiendo un pequeño pueblo de New England. Cierto día decidieron ir al cine. Apenas entraron a la sala, se escuchó una ronda de aplausos. Sorprendido de que aun en ese pueblo lo conocieran, Bowden reconoció el gesto del público levantando su mano derecha, en forma de saludo.
Al final de la película, uno de los empleados del teatro se le acercó.
—¿Sabe usted por qué el público le brindó ese sonoro aplauso?
—Dígamelo usted —respondió el deportista.
—El caso es que aquí la película comienza cuando se alcanza un mínimo de espectadores. Cuando ustedes entraron, se completó el mínimo necesario. Por eso la gente aplaudió.
Definitivamente, Dios tiene sus métodos para mantenernos humildes (Real Life Devotions and Funny Stories for Men [Devociones de la vida real y relatos graciosos para hombres], lectura devocionales 10).
Cuando te sientas tentado a pensar que eres mejor que los demás, da gracias a Dios por cualquier talento que hayas recibido. Pídele también que te ayude a ser cada día más semejante a su amado Hijo Jesucristo, quien siendo Dios tomó nuestra naturaleza humana, «se humilló a sí mismo, [y] por obediencia fue a la muerte, a la vergonzosa muerte de cruz» (Fil. 2:8).
Padre amado, que yo nunca pierda de vista el precio de mi salvación.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

DIOS ESPERA FRUTO


«Condujiste en tu misericordia a este pueblo que redimiste. Lo llevaste con tu poder a tu santa morada» (Éxodo 15: 13).

Una de las ventajas de vivir en un clima tropical es que casi todo el año podemos cultivar un huerto. A menos que se produzca una helada, el invierno es un buen momento para trabajar en el huerto. El clima es más agradable y las malas hierbas no son tan abundantes.
Hace años compré un toronjero. ¡Ojalá hubiésemos comprado uno cuando, veinticinco años atrás, nos mudamos a esta casa; ahora ya habría madurado completamente y daría una buena cosecha. Pero mi pequeño toronjero crece muy bien. Cada año nos da unas cuantas toronjas más que el anterior. Yo lo riego y procuro que las raíces estén libres de malas hierbas. Espero que la próxima temporada, cuando estén maduras, podré recoger varias docenas de toronjas.
Para ilustrar la misericordia que Dios tenía con aquella generación de israelitas, Jesús contó una historia que hablaba de una higuera que no daba fruto. «El Hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas» (Luc. 9:56), dijo. Y también: «Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él» (Juan 3:17).
En la viña de cierto hombre, entre las vides, se erguía una higuera. Aquel árbol tenía ciertos privilegios sobre el resto de la propiedad. Estaba en la viña, lo que significaba que el suelo era excelente y recibiría más cuidados que las demás higueras.
La iglesia de Dios es su viña y está apartada de las demás plantas por medio de una valla (ver Isa. 5:1,2). Usted y yo somos higueras y fuimos plantados en esa viña por el bautismo. Cierto día, el dueño fue a buscar frutos pero no encontró ninguno; aunque razón no le faltaba para esperarlo. Cristo vino a los suyos de este mundo, los judíos, en busca de fruto. Tiene el ojo puesto en los que se benefician del evangelio para ver si viven según sus preceptos. Espera que den fruto.
No basta con las hojas y tampoco es suficiente con que florezcamos. Tenemos que dar fruto. Nuestros pensamientos, nuestras acciones y nuestras palabras tienen que ser las adecuadas al evangelio que el Señor Jesús nos comunicó. Basado en Lucas 13:6-9.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill