lunes, 17 de diciembre de 2012

SUBDITO DEL REY


«Al instante vino sobre mí el Espíritu y vi un trono en el cielo, y a alguien sentado en el trono. El que estaba sentado tenía un aspecto semejante a una piedra de jaspe y de cornalina. Alrededor del trono había un arco iris que se asemejaba a una esmeralda» (Apocalipsis 4:2,3,NVI).

Hoy daremos un paseo imaginario por el cielo. Aunque algún día tú y yo podremos estar allí. El versículo de hoy dice que en el cielo hay un trono. Por supuesto, ese que está sentado en el trono no es otro sino Dios. ¿No te pondría nervioso ver al Rey del universo sentado en su trono? Se dice que el que está sentado en el trono es semejante a una piedra de jaspe y cornalina. Ya descubrimos que el jaspe es un tipo de piedra, pero, ¿sabes qué es la cornalina? Es otro tipo de piedra de tonalidades rojizas y anaranjadas. ¡Debe de ser muy hermosa!
Pero, ¿por qué Juan, el autor del libro de Apocalipsis, dice que Dios es de colores rojo y anaranjado?  Tal vez quiere decir que Dios es como un fuego ardiente. Quizá quiere decir que la presencia de Dios llena el cielo de luz y de gloria. ¡Qué Dios tan maravilloso y glorioso tenemos! Él es el gobernante del universo, y también puede ser el gobernante de tu corazón. ¿Por qué no le pides al Rey que gobierne hoy tu corazón? Dile que tú serás su súbdito fiel.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

ORACIONES INTERCESORAS


Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual. (Colosenses 1:9).

Hace poco que murió mi madre. Uno de los recuerdos que tengo de ella es que cada noche oraba de rodillas ante su cama. Mi mamá mencionaba en sus plegarias a cada miembro de su familia. En especial oraba para que mi padre se entregara a Cristo. Esa fue una oración que Dios le contestó poco antes de que ella muriera. También suplicaba por cada uno de sus hijos e hijas. De hecho, el bautismo de mi hermana mayor y de su esposo fue otra de sus oraciones contestadas. Su lista era larguísima, hasta el punto de que en ocasiones a mí me vencía el cansancio y me quedaba dormida mientras ella seguía orando. 
Mientras ella vivía yo abrigaba la seguridad de que estaba suplicando por mí. Aunque estuviera fuera del país yo no sentía temor alguno, porque confiaba en que las oraciones intercesoras de mi madre llegarían a los oídos de Dios, quien en su infinito amor le contestaba fielmente.
Tras su muerte me perturbaba el terrible pensamiento de que ya nadie oraría por mí. Sin embargo, después de tanto llorar y hablar con Dios en oración, hoy comprendo que mi madre entendía muy bien que en la batalla del cristiano es muy importante la devoción personal. Es menester buscar a Dios en oración y abrir nuevos canales a través de los cuales Dios puede hacer cosas maravillosas. De lo contrario, si no lo hacemos, estaremos limitando su bendición.
Querida hermana, deseo exhortarte a acudir diariamente ante el trono celestial y reclamar las promesas que Dios nos ha confiado. Jesús nos dijo en Mateo 7:7-8: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad y se os abrirá, porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá».
Pongamos nuestra confianza en Cristo, quien escucha todas nuestras plegarias y conoce nuestros corazones. Las oraciones intercesoras cambian nuestras vidas y las vidas de los demás.  Oremos las unas por las otras.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Flor Valoy de Catón

¿ADICTO A LO BUENO?


La mayor sabiduría consiste en honrar al Señor; los que lo honran, tienen buen juicio. ¡Dios será siempre alabado! Salmo 111:10

«¿ Todo lo que produce placer también puede causar adicción». Estaba en la sala de espera de una oficina cuando leí esa declaración. Al instante dejé de leer. «¿Cuáles son algunas de las cosas que normalmente causan placer a la gente?», me pregunté. La buena comida, practicar algún deporte, el sexo, navegar por Internet, hacer compras, trabajar... ¿Pueden estas cosas causar adicción? La verdad es que, en sí misma, ninguna de estas cosas es mala; pero también es cierto que, aun lo bueno, llevado al extremo, puede ser dañino.
Seguí leyendo. Entonces me encontré con esta otra: «Asegurémonos de que lo que nos produce placer es un motivo para celebrar sanamente y no se trata simplemente de un atajo que nos lleva al desastre» (Ernie y Carol Larsen, Days of Healing, Days of joy [Días de sanidad, días de gozo], lectura para el 10 de mayo).
Dicho de otra manera: La misma acción que puede brindarte sana satisfacción, te puede arruinar si la llevas al extremo. Es muy importante tener esto en cuenta, porque lo usual es que se nos lancen advertencias contra lo malo: «No consumas drogas, no bebas alcohol, no fumes, no visites lugares prohibidos, no tengas sexo fuera del matrimonio, etc.». ¿Pero cuan a menudo se nos dice que debemos cuidarnos de lo bueno?.
La pregunta obligada es, entonces: «¿Qué actividades buenas pueden conducirme al desastre si las llevo al extremo?» Es decir, ¿qué cosas buenas me gustan demasiado?. Yo necesito hacerme esta pregunta. Y tú también. Podría ocurrir, sin que lo sepamos, que alguna de esas cosas buenas se haya convertido en una obsesión. ¿Será posible, por ejemplo, que esté demasiado preocupado por mi cuerpo, mi figura, mi apariencia? ¿Muy preocupado por tener éxito? ¿Por ser el centro de atracción del grupo de amigos en la universidad, en la iglesia?
En fin, estemos en guardia. La palabra clave es equilibrio. Y he aquí lo mejor para combatir el desequilibrio en cualquier aspecto de nuestra vida: Dios en el trono de nuestro corazón. Como bien dice el libro La educación, página 39:

«LA VIDA QUE TIENE POR CENTRO A DOS ES UNA VIDA COMPLETA».

Te invito, Señor Jesús, a ocupar en mi corazón el lugar de honor.  Lo ganaste en la cruz.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

NO MIRE ATRÁS


«En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16:33).

Me he dado cuenta de que, cuando manejo, tiendo a girar el volante hacia la dirección en la que miro. Esto significa que si me fijo en un automóvil estacionado en el margen de la vía es probable que gire peligrosamente en su dirección.
En la vida cristiana también vamos en la dirección hacia la que miramos. A veces dedicamos más tiempo a pensar en el pecado que en lo que hacemos para convertirnos en cristianos victoriosos. Muchos conocen mejor la historia de David y Betsabé que la de José y la esposa de Potifar. Han olvidado que Jesús, además de estar dispuesto a perdonarnos, quiere ayudarnos a vencer la tentación.
Cierta noche, un hombre importante llamado Nicodemo, un príncipe de los judíos, se acercó a Jesús. Este le dijo que para vivir una vida cristiana victoriosa era preciso nacer de nuevo. Esto significa que tenemos que dejar atrás la antigua vida y volver a empezar. Un bebé recién nacido apenas está en el inicio de su vida; por tanto, cuando nacemos de nuevo por el Espíritu Santo, es como si volviéramos a empezar a vivir. El apóstol Pablo dijo: «Las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas» (2 Cor. 5:17). Sospecho que la razón por la que muchos tienen problemas en la vida cristiana es que, cuando acudieron a Jesús, antes de nacer de nuevo, parece como si partieran desde el mismo punto donde se encontraban.
Empezar de nuevo no implica que, desde ese momento, vayamos a librarnos de todos los problemas. La realidad es que, no solo tendremos problemas, sino que es probable que tengamos aún más problemas que antes. Jesús dijo: «En el mundo tendréis aflicción» (Juan 16:33).
Sin embargo, en lugar de fracasar, aprenderemos a crecer en la gracia y a salir victoriosos. Cuando crezcamos en la gracia el Señor nos hará victoriosos. Me gusta el texto que dice: «No os ha sobrevenido ninguna prueba que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser probados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la prueba la salida, para que podáis soportarla» (1 Cor. 10:13).
Con la ayuda de Jesús usted puede ser vencedor.  Basado en Juan 16:33.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill