jueves, 22 de agosto de 2013

EL ATAQUE DE LOS GUSANOS


Lugar: Japan
Palabra de Dios: Salmo 91:15

El señor Saito se acercó hasta su quinta, para ver las manzanas que crecían en sus árboles. Él cuidaba muy bien de sus manzanos, porque su familia dependía de ellas para vivir. Esta temporada, las cosas parecían estar yendo bien. Pronto, las manzanas estarían listas para ser cosechadas.
Pero, mientras el señor Saito se acercaba a su quinta, vio algo que hizo que su corazón diera un vuelco. Un tipo especial de gusano había infestado sus árboles. Y estaban destruyendo rápidamente sus frutas.
¡Todos, vengan rápido! Gritó.
Su familia corrió afuera, preguntándose que había pasado. Cuando vieron los gusanos, supieron que estaban en problemas.
La familia se reunió y oraron, pidiendo ayuda a Dios. Luego, comenzaron a recoger los gusanos de los árboles.
Trabajaron todo el día y hasta tarde en la noche, pero era una batalla perdida. Miles de gusanos cubrían los manzanos. Finalmente, se fueron a dormir, agotados. Pero, antes de hacerlo, tuvieron una reunión especial de oración. «Querido Señor, no podemos pelear contra esto nosotros solos», oraron. «Por favor, ayúdanos. Te necesitamos».
Temprano, al día siguiente, la familia salió afuera, para comenzar otro largo día. Para sorpresa de ellos, encontraron centenares de pájaros sobrevolando su quinta. Los pájaros se quedaron allí tres días, comiéndose los gusanos sin tocar las frutas. Cuando los pájaros se fueron, la familia inspeccionó la quinta y encontró que habían desaparecido todos los gusanos. ¡Dios había respondido sus oraciones de una manera milagrosa!
La Biblia promete: «El me invocará, y yo le responderé; estaré con él en mementos de angustia; lo librare y lo llenare de honores». Cuando enfrentes momentos difíciles y aunque no los haya, siempre puedes ir a Dios en oración.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

«VIEJA» ES QUIEN HA PERDIDO EL PLACER DE VIVIR

Los que confían en el Señor son como el monte Sión, que jamás será conmovido, que permanecerá para siempre. Salmo 125:1

«Vieja» es aquella persona que ha perdido el placer por la vida. Las mujeres avanzadas en años, en cambio, son las que han acumulado, como si fueran tesoros, alegrías, anécdotas y experiencia. Aunque algunos quizá no deseen convivir con una persona vieja, sin embargo todos disfrutan de la conversación y la presencia de una mujer avanzada en años que exhala un perfume de satisfacción personal en todos sus actos.
Las mujeres viejas huelen a amargura, se visten de luto y apagan la luz de su existencia; se envuelven en mantos de oscuridad y desprecian la vida. No cien, no lloran, no se emocionan. La risa de los niños les molesta, la algarabía de los jóvenes las irrita. Son las que caminan con la cabeza agachada, pues mirar a los árboles, ver el sol y el cielo ya no tiene encanto para ellas.
Por otro lado, las mujeres avanzadas en años tienen recuerdos para compartir, viven con la ilusión de un nuevo amanecer, reconociendo que cada día representa un enigma que resolver con emoción. Son las que conocen y abren el camino para las roas jóvenes, y siembran optimismo, e incluso picardía y gozo a cada paso. Son las que, aunque se aproximan al final del camino, se muestran satisfechas, porque han transitado tomadas de la mano de Dios. Confían en él y esperan seguir viviendo en la eternidad.
Con la ayuda de Dios, algunas llegaremos a acumular muchos años. Pero nunca nos haremos viejas. Seremos como el roble que, cuantos más años tiene, más fuerte se hace y ofrece su sombra generosa, debajo de la cual descansa el peregrino de la vida.
Nunca perdamos el encanto juvenil, ni la capacidad de asombro de los niños. Tener años no significa enfermarnos; caminar lento no implica quedar paralizadas. Si no podemos correr, caminemos, juguemos, riamos, emocionémonos, descubramos, a nuestro propio ritmo!
Amiga, trabaja con tus manos sin descuidar tu mente; sobre todo, ayuda al prójimo. Es la mejor terapia para no envejecer. No pienses que el tiempo pasado fue mejor. Descubre tu presente, que seguramente está lleno de sorpresas y emociones nuevas, y vive esperando lo mejor del futuro.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

¿QUIÉN SE HA LLEVADO MI NARIZ?

Aun si alguno de nosotros o un ángel del cielo les predicara un evangelio distinto del que les hemos predicado, ¡que caiga bajo maldición! (Gálatas 1:8).

¿Te has preguntado alguna vez hasta qué punto te puedes fiar de tus sentidos? Muchas veces pensamos que si hemos experimentado algo entonces debe ser cierto.
Pero no todo lo que experimentamos es confiable. De hecho, la Biblia dice que Satanás puede engañarnos y que, por lo tanto, lo único en lo que realmente podemos confiar más allá de toda duda es en la Palabra de Dios.
Un experimento sencillo puede mostrártelo. Necesitarás la ayuda de dos amigos a quienes llamaré Julio y Mina. Siéntate con los ojos vendados y pide a Julio que se siente frente a ti y te mire fijamente. Pide a Mina que se coloque a tu derecha y que siga con precisión las siguientes instrucciones:
Toma mi mano derecha y guía mi dedo índice a la nariz de Julio. Mueve mi mano en una manera rítmica para que mi dedo índice golpee repetidamente su nariz en una secuencia al azar como en código Morse. Al mismo tiempo, usa tu mano izquierda y golpea mi nariz con el mismo ritmo y al mismo tiempo. El golpeteo de mi nariz y el de la nariz de Julio deben estar en perfecta sincronía.
Después de treinta o cuarenta segundos, la mayoría de las personas siente algo realmente extraordinario: que tocan sus propias narices a un metro de distancia, o que se la han dislocado y trasladado a un metro de distancia. Es una ilusión extraordinaria, pero sencillamente eso, una ilusión. ¿Por qué sucede? Tu cerebro percibe el golpeteo en tu dedo índice y en tu nariz y advierte que están en perfecta sincronía. Entonces razona: “El golpeteo en mi nariz es idéntico a las sensaciones en mi dedo índice. ¿Por qué son las dos secuencias idénticas? La probabilidad de que esto sea una coincidencia es cero. Por lo tanto, la explicación más probable es que mi dedo índice golpea mi nariz. Pero también sé que mi mano está a un metro de distancia de mi rostro. Esto quiere decir que mi nariz también debe estar allá, a un metro de distancia”.
¿Te das cuenta de que nuestros sentidos también nos pueden engañar? Yo te animo a confiar más en lo que la Palabra de Dios dice que en la opinión de tus propios sentidos.
Créeme, es más seguro.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

EL CIEGO SANADO

No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.
Juan 9:3.

“Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” (Juan 9:1, 2)…
En la pregunta que los discípulos hicieron a Jesús, mostraron que pensaban que toda enfermedad y sufrimiento eran el resultado del pecado. Esto ciertamente es verdad, pero Jesús demostró que era un error suponer que todo aquel que sufre mucho es un gran pecador. Al corregir sus errores, escupió en el suelo y, ungió los ojos del hombre ciego con la arcilla y le dijo: “Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo” (vers. 7). Jesús respondió a la pregunta que los discípulos le hicieron de una manera práctica, y en la manera usual que respondía a las preguntas nacidas de la curiosidad. Los discípulos no eran llamados a discutir el asunto de quién había o no había pecado, sino a entender el poder de Dios, su misericordia y su compasión, al darle vista al ciego. Era para que todos se convencieran de que no había virtud curativa en el barro o en el estanque donde fue enviado para lavarse, sino que la virtud se hallaba en Cristo…
Los amigos y vecinos del joven que había sido sanado lo contemplaron con duda, porque cuando sus ojos fueron abiertos su rostro se mostró cambiado y alumbrado, y lo hacía aparecer como otro hombre. Unos a otros se preguntaban “¿Será él?”, y otros decían “Se parece a él”, pero el que había recibido la gran bendición resolvió la controversia al decirles: “Yo soy” (vers. 9). Entonces les habló de Jesús y de qué manera lo había sanado, y preguntaron: “¿Dónde está él? El dijo: No sé. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Y era día de reposo cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos… Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Y había disensión entre ellos” (vers. 12-16)…
No sabían que el que había sanado al hombre era Aquel que había hecho el día de reposo, el que conocía todos sus requisitos -Signs of the Times, 23 de octubre de 1893.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White