miércoles, 21 de marzo de 2012

GALOPANTE PARA DIOS

«¡Resuenen los cascos de los caballos! ¡Galopan, galopan los briosos corceles!» (Jueces 5:22).

Primero coloca un pie en un estribo. ¡Bien!, ahora salta, sube la pierna sobre el caballo y mete el otro pie en el otro estribo. Muy bien, ¡ya estás listo para cabalgar! Eso fue exactamente lo que yo hice, pero algo sucedió. Cuando iba galopando por campo abierto, noté que mi montura comenzaba a rodarse hacia un lado. Se fue deslizando cada vez más, hasta que quedé cabalgando debajo del caballo. La montura se había volteado completamente. Mi cabeza estaba rozando el piso, hasta que finalmente me desprendí de ella y caí. ¡Ay!
El versículo de hoy me hizo recordar esa anécdota real de mi vida. El versículo también describe una victoria que Israel obtuvo gracias a su obediencia a Dios. Esta es una lección muy importante. Pensé también en la manera en que, briosos como los corceles, trabajamos con gozo para Jesús. En Mateo 5:16 se dice que la gente verá nuestras buenas obras y alabará a Jesús. Eso es exactamente lo que queremos que hagan. Haz una buena obra hoy por alguien y avanza como un corcel para Dios. La gente querrá saber más sobre el Dios al cual sirves.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

TODAS LAS COSAS

Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. (Romanos 8: 28).

¿Te has sentido alguna vez tan triste que has llorado muchas noches y has estado descorazonada durante varias semanas? A todas quizá nos ha sucedido, ya que en este mundo no hay felicidad duradera. Pero, qué hermoso es pensar que hay un Dios que nos consuela y que en momentos difíciles está cerca de nosotras. Al mismo tiempo, es reconfortante saber que todo lo que les sucede a las hijas de Dios implica un propósito especial determinado por nuestro Creador.
Mi esposo es un pastor muy dinámico que se esfuerza por llevar adelante la obra del Señor. Me place ayudarle, a la vez que me gozo al participar con él en esta causa. Hubo un momento en nuestras vidas en el que me ilusionó la idea de regresar a Costa Rica, mi tierra natal, con el fin de predicar el evangelio allí. El presidente de aquel campo nos aliento diciéndonos en varias ocasiones que en algún momento tendríamos la oportunidad de servir allá. Por fin llego la buena noticia: nos iríamos a Costa Rica, teníamos solamente una semana para estar listos. Pero a los pocos días nos enteramos de que el llamado tendría que postergarse por motivos financieros. Sufrí mucho; lloré, lloré y llore. Pasó todo un año y yo siempre con el anhelo de volver a mi país para estar cerca de mis padres y hermanos y para ayudar en la evangelización.
Ese mismo año nos trasladaron a la Misión del Norte de Guatemala. Y nuevamente lloré durante toda una noche. Mi ilusión era ir a Costa Rica y no a Guatemala. Sin embargo, Dios me habló al corazón y decidí ser fiel e ir adonde nos enviara. Ya teníamos veinte años de servicio y pensé que trabajar en el Petén resultaría muy agotador, ya que las distancias son largas y los recursos limitados. Pero aún así acepté aquel desafío. ¿Sabes una cosa? Los dos años y medio que estuvimos en el norte de Guatemala fueron maravillosos. Nos gozamos en proclamar allí el evangelio del Señor. Amiga, Dios tiene planes maravillosos para sus hijas. Esta mañana te invito a confiar en él, aunque las cosas no sucedan como tú esperas. Repasa el texto clave de esta meditación y luego confía plenamente en el Señor.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Isabel Mejía de Sales

¿QUÉ TIENE DE MALO?

Pido en mi oración que [...] Dios les dé sabiduría y entendimiento, para que sepan escoger siempre lo mejor. Filipenses 1:9,10

Cuando éramos niños, la pregunta que más hacíamos a nuestros padres era: «¿Por qué?». Al alcanzar la edad adolescente, esa pregunta dio paso a otra: «¿Qué tiene de malo?».
La pregunta: «¿Qué tiene de malo?» suele ser formulada por alguien que desea participar de una actividad que no es recomendable, ya sea por razones de salud o de principios. «¿Qué tiene de malo ir a una discoteca?», «¿qué tiene de malo tomar un par de cervezas?», «¿qué tiene de malo que una parejita de novios que se aman tengan relaciones sexuales?»
El problema con estas preguntas es que desvían el foco de atención hacia el lado equivocado. ¿Qué debería motivar la conducta de un joven cristiano? La respuesta está en nuestro texto de hoy. El apóstol Pablo pide a Dios que conceda sabiduría a los cristianos de Filopos «para que sepan escoger siempre lo mejor». Lo que nos está diciendo el apóstol es que la motivación correcta de nuestras acciones va más allá de tan solo evitar lo malo. Consiste en hacer lo bueno. Según este razonamiento, la pregunta que tenemos que hacernos a la hora de decidir si participaremos o no de una actividad no es: «¿Qué hay de malo en eso?». Es más bien:¿Que hay de bueno?».
El fabricante de cervezas quiere que los jóvenes se pregunten: «¿Qué tiene de malo?». También el dueño de la clínica de abortos. Y el del prostíbulo. Estos mercenarios del vicio y la inmoralidad saben que siempre se podrán encontrar mil excusas para justificar lo malo. Pero el joven cristiano no tiene por qué moverse en esa arena movediza. A la hora de decidir si le conviene involucrarse, el joven cristiano se pregunta: «¿En qué me beneficia esta actividad? ¿Me edificará? » En otras palabra, ¿QUÉ TIENE DE BUENO?
El joven cristiano no anda a ciegas por este mundo; posee un repertorio moral del cual echa mano para decidir cómo vivir: son los eternos principios de la Palabra de Dios. Y uno de esos principios dice que a la hora de pensar y de actuar es necesario dar prioridad a «todo lo que sea excelente o merezca elogio» (Fil. 4:8, NVI).
Señor Jesús, dame sabiduría para escoger siempre lo mejor.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

¿DISCERNIR O JUZGAR?

«Así que todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, pues esto es la ley y los profetas» (Mateo 7:12).

Uno de los defectos más extendidos entre los cristianos es que juzgan a los demás. Ahora bien, al ordenarnos que no nos juzguemos unos a otros Jesús no quería decir que no tenemos que discernir entre lo correcto y lo incorrecto, entre el bien y el mal. En cualquier sociedad, los jueces son muy importantes. Su función es la de interpretar las leyes y declarar cuándo una persona es culpable y cuándo inocente. Ese tipo de juicio es necesario.
Sin embargo, en el Sermón del Monte Jesús se refiere a las críticas maliciosas. Dijo que no tenemos que concentrarnos en lo que los demás hacen o dejan de hacer. Antes bien, es preciso que nos aseguremos de que nosotros hacemos lo correcto. En Mateo 7: 1-5, Jesús muestra que, a menudo, hacemos un drama de los errores y los defectos ajenos, mientras que pasamos por alto los nuestros. Es como tratar de quitar una mota de polvo del ojo de nuestro amigo sin antes habernos quitado la viga que llevamos clavada en el nuestro. Con frecuencia, los primeros en criticar y censurar a los demás son aquellos que están más cargados de culpas.
Un ejemplo de esto es una historia sobre el rey David. El rey cometió adulterio con su vecina Betsabé y, para ocultar su pecado, lo dispuso todo para que Urías, el esposo, muriera en la batalla.
Pero el Señor le reveló este pecado al profeta Natán, quien se presentó ante David y le relató una historia, una triste historia, de un hombre rico que tomó la única oveja de otro que era pobre para no tener que sacrificar una de su propio rebaño. Cuando David escuchó esta historia, su corazón de pastor se encendió y montó en cólera. Lleno de ira, dijo al profeta: «¡Vive Jehová, que es digno de muerte el que tal hizo! Debe pagar cuatro veces el valor de la cordera, por haber hecho semejante cosa y no mostrar misericordia» (2 Sam. 12:5-6). Entonces Natán señaló con el dedo a David y dijo: «Tú eres ese hombre» (vers. 7). De repente, David se reconoció en la historia y admitió su pecado.
Hay un refrán que dice: «El que tiene tejado de vidrio, no tire piedras al de su vecino». No critique a los demás por haber cometido los mismos errores que usted. Basado en Mateo 7:1-6

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill