martes, 9 de agosto de 2011

DOS AMORES EN UNO – 1ª PARTE

Tus caricias te satisfagan en todo tiempo y recréate siempre en su amor. (Proverbios 5; 19).

Aunque este texto es un consejo que Salomón dio a su hijo, haríamos bien en escuchar la voz de Dios apelando a nuestro corazón. Traigamos este mensaje a nuestra vida, considerando que nosotros somos la novia de Cristo, a quien se amonesta a no perder nunca el primer amor.
Cuando aceptamos a Jesús encontramos que amarlo es sumamente fácil porque, como bien dice la Escritura: «Él nos amó primero» (1 Juan 4: 19). Pero a medida que pasa el tiempo y comenzamos a enfrentar los desafíos de la vida cristiana, empezamos a sentir el peso del yugo que el cristianismo pone sobre nuestros hombros y nuestra vista se desvía para contemplar las piedras del camino en lugar de divisar con fe la gloria de las mansiones celestiales. Entonces comenzamos a tambalear y a hallar defectos en aquello que antes nos parecía perfecto. Miramos a nuestro alrededor y no vemos placer alguno en llevar una vida cristiana.
¿Qué sucede entonces? Es necesario que escuchemos de nuevo estas palabras: «Llevad mi yugo sobre vosotros... Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga» (Mat. 11: 29, 30). Necesitamos recreamos en la salvación efectuada en el Calvario. No tenemos por qué buscar agua en cisternas rotas. Jesús mismo nos dice: «Si alguien tiene sed, venga a mí y beba» (Juan 7: 37).
Todavía podemos escuchar el lamento de Dios expresado a través del profeta Jeremías: «Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen el agua» (Jer. 2: 13).
Recréate en el amor divino. Que las cicatrices del Calvario se conviertan en las caricias del Padre, del Hijo y de! Espíritu Santo, quienes se preocupan por tu salvación con gemidos indecibles (ver Rom. 8: 26). No abandones nunca ese amor. Que no lo ahoguen el tiempo ni los afanes de la vida moderna. Ama a Jesús con el mismo amor con que él te ama. Deléitate en él siempre.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

FIDELIDAD A TODA PRUEBA

Indefectiblemente diezmarás todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año. Deuteronomio 14:22.

En nuestros días, para muchos parece una locura entregarle dinero a una entidad religiosa. Por la cantidad de estafas y fraudes realizados en el nombre de Dios, la mayoría de las personas se han vuelto descreídas.
Eduardo era un joven que había quedado a cargo de su hogar. Con algo más de veinte años, sus padres ya habían muerto y vivía con dos de sus hermanas que todavía estaban solteras. La economía de su hogar parecía ir permanentemente en bancarrota, y aunque tomaba medidas para salir de sus deudas, todos los esfuerzos parecían infructuosos. En ese momento de su vida comenzó a asistir a una campaña evangelizadora de la Iglesia Adventista, y al tomar los estudios bíblicos, Dios tocó su corazón. Luego de meses de estudio, comprendió el tema del diezmo y tomó la decisión de ser fiel con sus ingresos. A la vista de sus familiares parecía una locura. ¿Cómo haría para salir de las deudas con el noventa por ciento de sus ingresos, si con el cien por ciento no daba a basto para los gastos del hogar?
En este sentido, las matemáticas divinas funcionan diferentes a las humanas, porque un noventa por ciento con la bendición divina es infinitamente superior a la totalidad sin esa bendición. Quizá parezca ilógico y hasta imposible, pero así funciona. Dios, el Padre eterno que es dueño de todos los recursos del mundo, nos entrega temporalmente todos los bienes que poseemos, y para recordarnos que solo somos administradores de sus riquezas nos pide que devolvamos el diez por ciento de lo que ganamos.
Soy consciente que para muchos no es sencillo entregar el diezmo, ya que el egoísmo humano racionaliza el tema, y en muchos casos se descarta a Dios de la vida para ignorar este mandato. Pero al comprender que todo lo que poseemos no nos pertenece, sino a Dios, existe un alivio que solo experimenta el que lo vive. Mi casa, mi auto, mis muebles y mi dinero le pertenecen a él. Pero esto no termina aquí, porque también mis deudas y mis planes financieros futuros son propiedad de Dios.
Quizá te preguntes cómo terminó la historia de Eduardo, y con alegría puedo decir que fue uno de los que puso en práctica el consejo del versículo de hoy. No solo salió de sus deudas, sino que también experimentó la paz que sienten los que hacen la voluntad divina.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

¿PARA QUÉ VIVES?

No se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelera, y alumbra a todos los que están en casa. Mateo 5:15.

Hay dos pensamientos en el versículo de hoy. El primero es que todos venimos a este mundo con un propósito. No "se enciende una luz y se pone debajo de un almud". La luz existe para alumbrar; no puede permanecer oculta. Si, por algún motivo, pierde su propósito, de manera natural pierde, también, su razón de existencia.
Si esto es verdad con relación a la luz, lo es mucho más con relación a ti. Tú eres la luz del mundo; lo dijo el propio Señor Jesús. Por tanto, a fin de que puedas ser feliz y estés realizado en la vida, necesitas descubrir para qué viniste al mundo. Nadie nace por coincidencia: si estás vivo, tienes una misión a cumplir.
El segundo pensamiento es que el cumplimiento de tu misión requiere dedicación. No es simplemente porque tu vida tiene un propósito que ese propósito será alcanzado: hay que colocar la luz "sobre el candelera".
En cierta ocasión, preguntaron a Tomás Edison en qué radicaba el secreto de tanta productividad. "Diez por ciento de inspiración y noventa por ciento de transpiración", fue la respuesta. Edison no se conformó con ser luz, sino también puso la luz sobre el candelera. El cumplimiento de cualquier propósito requiere esfuerzo; nada que valga la pena sucede por acaso. Detrás de cada victoria existen horas de preparación y de ejecución.
¿Cuál es el propósito de tu vida? Jamás lo sabrás, si no vas a la Palabra de Dios. Ella es la fuente de sabiduría: la Biblia te muestra de dónde viniste, por qué existes y hacia dónde vas. Ve a ella en busca de inspiración; Dios te infundirá fuerza y valor a través de su lectura. Pero, después, atrévete a pagar el precio de tus sueños: coloca tu luz sobre el candelera.
¿Y si no hay candelera? Búscalo, invéntalo, fabrícalo; no lo sé. Lo único que no puedes hacer es quedarte de brazos cruzados, esperando que las cosas caigan del cielo.
Con estos pensamientos en el corazón, sal esta mañana a buscar el candelera. Seguro de que Jesús está a tu lado, pero recordando el consejo del Maestro: "Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelera, y alumbra a todos los que están en casa".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón