jueves, 15 de noviembre de 2012

MIRA CÓMO CRECE SU AMOR


«No se engañen ustedes: nadie puede burlarse de Dios. Lo que se siembra, se cosecha» (Gálatas 6:7).

Hoy estamos de regreso en el jardín, A mí me encantan los jardines por la cantidad de plantas, vegetales y flores que podemos encontrar y disfrutar en ellas. Yo tengo una pequeña huerta, y siempre coloco palitos de madera con el nombre de la planta que he sembrado. ¿Adivina qué? Siempre que planto algo, obtengo eso en ese lugar.  Nunca ha crecido una planta de frijoles donde he plantado calabacines, y nunca ha crecido una planta de maíz donde he plantado tomates. El versículo de hoy lo dice: «Lo que se siembra, se cosecha».
Para un cristiano eso significa que cuando «plantamos» a Jesús en nuestro corazón lo que crecerá allí será su amor.  Si plantamos pecado en nuestro corazón, crecerá el mal. Nosotros decidimos. Jesús quiere que lo elijamos a él. Él sabe que si su amor crece en ti, tu vida será mucho más feliz. Recuerda que en tu vida crecerá lo que siembres en tu corazón. Planta hoy a Jesús y mira cómo crece su amor en ti.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

NO TEMAS


No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. (Isaías 41:10)

Tuve la oportunidad de educar a nuestro hijo en casa, y gocé al verlo convertirse en un joven consagrado y sensato. Como no estaba atado a un programa escolar rígido tuvimos la libertad de compartir muchas actividades como familia. Sin embargo, aquel tiempo tan especial concluyó antes de lo deseado.
Al entrar mi hijo a la escuela superior comprendí que era el momento de regresar al mundo laboral. Oré para que el Señor me ayudara a encontrar un empleo adecuado. Todo apuntó a la opción de manejar un autobús escolar. Tras pasar una entrevista comencé un intenso adiestramiento. Eran diez horas de actividades diarias durante toda una semana, incluyendo cinco pruebas para obtener la licencia de conductor y prácticas en los autobuses. Al final del programa todavía tenía dudas en cuanto a aceptar aquel empleo. Le pedí al Señor que me mostrara una salida, y mi Dios parecía decirme: «¡Sigue adelante!».
Llegó el día en que debía rendir mis últimos tres exámenes. Estaba muy nerviosa. Finalmente cometí un error que me descalificó. Me sentí desconsolada y fracasada. Hablé con el encargado y le dije: «Yo creo que este trabajo no es para mí. No me siento capaz de hacerlo».
Para mi sorpresa, él me dijo que debía tomar el examen una vez más. «Yo sé que tú puedes ser una buena conductora, tengo confianza en ti». Le respondí que le daría mi respuesta al final de la semana. Inmediatamente me puse en oración: «Señor, tengo esta decisión que tomar; ayúdame a encontrar otro trabajo antes del viernes. Un trabajo donde pueda estar tranquila». El fin de la semana llegó y no conseguí ninguna otra opción. En aquel momento entendí cuál era la voluntad de Dios y lo que debía hacer. Ese mismo día tomé una vez más el examen práctico. Lo aprobé y acepté la posición de conductora de autobuses escolares.
Pongamos todos nuestros esfuerzos, problemas y decisiones en las manos de aquel que todo lo sabe.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Sherie Lynn Vela

VIVIR COMO DIOS MANDA - 2


El que dice que está unido a Dios, debe vivir como vivió Jesucristo. 1 Juan 2:6.

Si ayer leíste la matutina recordarás la idea central de la lectura: Si digo que creo en Dios, entonces tengo que vivir como él manda. El siguiente relato, que cuenta Desmond Hill, ilustra bien esta verdad.
Un día el abogado James Henderson caminaba por las calles de Londres cuando un ladrón intentó sacarle la billetera. Al percatarse de las intenciones del ladrón, el abogado reaccionó rápidamente:
—¿Por qué estás tratando de robarme?
—Porque estoy sin trabajo y tengo hambre —respondió el ladrón. 
Cuando escuchó esta respuesta, el abogado le dijo al hombre que si ese era el problema, entonces le daría de comer. Así que fueron a un restaurante y ahí entablaron una cordial conversación.
—No he podido conseguir trabajo —afirmó el ladrón—, porque mi nombre está manchado.
—¿Qué te parece si te autorizo a usar mi nombre? —le propuso el abogado. Sorprendido de escuchar semejante propuesta, el ladrón apenas alcanzó a responder.
—Usted está bromeando.
—No estoy bromeando. Usted se llamará James Henderson. Solo le pongo una condición: que mantenga mi nombre limpio.
Dice la historia que además de «prestarle» su nombre, el abogado recomendó al hombre a una industria manufacturera, donde consiguió trabajo.
Pasaron los años y los dos hombres perdieron contacto, hasta un día que el abogado recibió en su bufete la visita de un tal «James Henderson».
—Aquí estoy, señor, para decirle que he sido nombrado socio de la firma a la que me recomendó hace quince años. Y para decirle que durante este tiempo su nombre no ha sido manchado. ¡Gracias por haber confiado en mí! (Signs of the Times [Señales de los tiempos], junio de 2004, p. 32).
Padre celestial, capacítame hoy para representar bien el nombre del Señor Jesús.
Cuando aceptamos a Cristo como Salvador, tú y yo recibimos un nuevo nombre: cristianos. No estamos hablando aquí de una etiqueta que nos ponemos solo cuando vamos a la iglesia. No. En la casa, en la calle, en el colegio o la universidad, en el campo de deportes, en el trato con nuestros amigos: doquiera estemos y no importa lo que hagamos, honremos nuestro nuevo nombre.  Es el nombre que nos recuerda el sacrificio que hizo por nosotros en la cruz por nuestro amante salvador, Cristo el Señor.
Padre Celestial capacítame hoy para representar bien el nombre del Señor Jesús.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

CINCO PANES Y DOS PECES


«Entonces te deleitarás en Jehová.  Yo te haré subir sobre las alturas de la tierra y te daré a comer la heredad de tu padre Jacob.  La boca de Jehová lo ha hablado»  (Isaías 58:14).

Muchas iglesias celebran una comida de confraternidad después del servicio de culto del sábado por la mañana. Las señoras preparan un plato: una verdura, un plato proteínico o un postre. Cuando se junta toda la comida, parece un comedor adventista. A continuación, los miembros, pero en especial los visitantes, están invitados a quedarse a comer juntos. Normalmente hay mucha comida, pero varias veces he visto que los alimentos se agotan, circunstancia un tanto embarazosa.
Un día Jesús estaba predicando a más de cinco mil personas. Me cuesta imaginar que tanta gente se reuniera al aire libre y que todos pudieran escuchar lo que decía.
Habían estado con él todo el día, por lo que Jesús sabía que tenían hambre. Así que preguntó a Felipe dónde podrían comprar alimentos. Dudo que en los mercados de la zona hubiera comida para alimentar a tanta gente.
Felipe respondió que, aunque hubiera algún lugar, se necesitaría mucho más dinero del que disponían, a pesar incluso de que cada uno de los presentes comiera tan solo un bocado. Andrés, el hermano de Pedro, comentó: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados; pero ¿qué es esto para tantos?» (Juan 6:9).
Imagínese la sorpresa de los discípulos cuando Jesús les dijo que pidieran a la multitud que se sentara. En algún lugar encontraron doce canastos vacíos. Jesús tomó el frugal almuerzo y, según su costumbre, dio gracias. Luego, partió la comida y llenó los canastos. Los discípulos distribuyeron la comida hasta que todos se saciaron y todavía sobró para llenar doce canastos más.
Jesús es el Señor de lo imposible. Por imposible que algo sea, él lo hace. «Multitud», «la mayoría», «lo más probable» son expresiones que para él carecen de sentido. Hay millones de personas que todavía están hambrientas por escuchar el evangelio. ¿Quién las alimentará? Es imposible. Nuestra iglesia es demasiado pequeña. Pero Jesús, quien murió y resucitó, ahora tiene mucho más poder que cuando alimentó a cinco mil. Todo cuanto pide es que le demos lo nuestro, por escaso que sea. Cuando lo bendice, siempre es suficiente. No podemos darle al Señor lo que no nos pertenece, pero quiere que le dediquemos cuanto poseemos. No tenemos ni idea de lo que Jesús puede hacer si nos entregamos por completo a él.  Basado en Juan 6:1-71.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill